Confesiones Verdaderas/V


Vi una película modesta, titulada The Killing (Casta de Malditos). Una cinta de exiguo presupuesto y que dio exiguos beneficios. Su estructura era insólita, el estudio no tenía fe en ella y la lanzó tímidamente. Pero despertó mi curiosidad y quise conocer al director, Stanley Kubrick, un chico que había iniciado como fotógrafo a los diecisiete años, en la revista Look. Le pregunté si contaba con otros proyectos. Me dijo que tenía un guión, Paths of Glory (Patrulla Infernal), de Calder Willingham y Jim Thompson, basado en la novela de Humphrey Cobb (1935), que trata de la sed de fama del alto mando de Francia en la Primera Guerra Mundial y que causó tantas muertes innecesarias. Stanley me dijo que había fracasado en sus intentos de filmarla, pero que le gustaría mostrarme el guión. Lo leí y me enamoré de él.

-Stanley-le dije-, no creo que esta película dé un céntimo, pero tenemos que hacerla.

Traté de conseguir que la financiaran. No fue fácil. El proyecto había sido rechazado en todas partes. Yo tenía buenas relaciones con United Artists. Les hice picar el anzuelo diciendo que estaba en negociaciones con MGM y que si no querían hacerla me lo hicieran saber de inmediato. Por último decidieron rodarla, con un presupuesto limitado de unos tres millones de dólares.

(...)

Stanely Kubrick y su socio, James Harris, el hombre que reunió el dinero para desarrollar el guión, partieron hacia Alemania para los preparativos de Paths of Glory. Cuando llegué al hotel Vierjahrzeiten de Munich, fui recibido por Stanley y un guión vuelto a escribir de pe a pa. Lo había corregido él con Jim Thompson. Era catastrófico, una versión barata de lo que a mí me había parecido un guión soberbio. Los diálogos eran atroces...

(...)

Llamé a Stanley y a Harris a mi habitación.

-¿Tú has escrito esto, Stanley?

-Sí -Kubrick siempre mantenía la calma. Nunca lo oí levantar la voz, ni exaltarse ni evidenciar nada. Siempre se limitaba a mirarte con sus enormes ojos.

-¿Por qué lo has hecho, Stanley?

Muy serenamente respondió:

-Para volverla comercial. Necesito ganar dinero.

Empece a subirme por las paredes. Le solté todos los insultos que se me pasaron por la cabeza.

-Me mostraste un guión escrito por otros. Se basaba en un libro. Me encanta ese guión. Te advertí que no creía que fuese comercial, pero que de cualquier manera quería llevarlo al cine. Dejaste en mis manos la posibilidad de hacer la película. Conseguí el dinero basada en ese guión. ¡No en esta mierda! -arrojé de nuevo el guión por el aire-. Volveremos al original o no haremos la película.

A Stanley no se le movió un pelo. Rodamos el guión original. Creo que la película es un clásico, una de las más importantes -probablemente la más importante- que haya hecho Stanley Kubrick.

Stanely puede ser exasperante, pero tiene talento. Y un ego inmenso. Esto no tiene nada de malo. Un buen ego, si uno no se excede, es saludable. A mí lo único que me importa es el talento.


Fragmento del capítulo 23 de la autobiografía de Kirk Douglas, El Hijo del Trapero (Ediciones B, 1988).

Comentarios

Christian dijo…
Señor Kubrick, esté donde esté, ante usted también me quito el sombrero!!!

Por cierto, aquí dejo una confesión verdadera de mi parte: mi película favorita de todos los tiempos, forever and ever, es: Naranja Mecánica.

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