El Grito (1968)
Armado por Leobardo López Aretche después que los alumnos del CUEC documentaron el movimiento estudiantil de julio a octubre de 1968, El Grito (1968) es un tronante desahogo, un grito fílmico contra el gorila de cartón que esos alegres jóvenes sesentayocheros queman en el Zócalo, un exabrupto contra los golpes y la represión diazordacista, un documento político inapreciable, un espléndido documental de principio a fin.
Sin concesiones al formato del documental convencional, sin letreros explicativos ni fechas anotadas en pantalla, sin identificar a quien habla o toma el micrófono, López Aretche recrea el movimiento estudiantil separándolo por meses (julio, agosto, septiembre y octubre) y utilizando, en lugar de la clásica voz en off narrativa, textos de la periodista Oriana Fallaci y del mismo Consejo Nacional de Huelga.
La cámara (o más bien, las cámaras) de Alfredo Joscowicz, Alberto Bojórquez, Federico Weingarsthofer, López Aretche y media docena más, participa en el documental como un testigo nunca neutral, que resiste los embates de los granaderos, que disfruta de la quema del gorila de cartón, que sigue con avidez las palabras escritas en las puertas de Palacio Nacional ("asesinos", "gorilas"), que participa jubilosa en las manifestaciones estudiantiles, que mira impávida los aplausos y los vivas a Díaz Ordaz en su informe presidencial y que termina, recatada, viendo la foto de un niño indígena porque se ha resistido a ver más, porque ya ha visto demasiado, porque después de lo visto es hora de callar.
Sin concesiones al formato del documental convencional, sin letreros explicativos ni fechas anotadas en pantalla, sin identificar a quien habla o toma el micrófono, López Aretche recrea el movimiento estudiantil separándolo por meses (julio, agosto, septiembre y octubre) y utilizando, en lugar de la clásica voz en off narrativa, textos de la periodista Oriana Fallaci y del mismo Consejo Nacional de Huelga.
La cámara (o más bien, las cámaras) de Alfredo Joscowicz, Alberto Bojórquez, Federico Weingarsthofer, López Aretche y media docena más, participa en el documental como un testigo nunca neutral, que resiste los embates de los granaderos, que disfruta de la quema del gorila de cartón, que sigue con avidez las palabras escritas en las puertas de Palacio Nacional ("asesinos", "gorilas"), que participa jubilosa en las manifestaciones estudiantiles, que mira impávida los aplausos y los vivas a Díaz Ordaz en su informe presidencial y que termina, recatada, viendo la foto de un niño indígena porque se ha resistido a ver más, porque ya ha visto demasiado, porque después de lo visto es hora de callar.
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