Santa (1931)


Santa (México, 1931) es considerada, erróneamente, como la primera película sonora mexicana. En todo caso, esta cinta dirigida por Antonio Moreno es la primera en haberse grabado con sonido directo y óptico y, también, el primer filme sonoro más o menos logrado que se hizo en nuestro país.

La novela de Federico Gamboa ya había sido adaptada con anterioridad, en el cine silente mexicano. Luis G. Peredo había dirigido en 1917 la primera versión de Santa con Elenita Sánchez Valenzuela en el papel de la prostituta de Chimalistac y la cinta se había estrenado con inusitado éxito taquillero en julio de 1918.

En cuanto a esta versión de 1931, estamos ante un melodrama trágico sobre las desgracias de Santa (Lupita Tovar), una joven y virginal muchachita campirana de Chimalistac, que es engañada en su pueblo por el militar Marcelino (Donald Reed), expulsada de su casa por sus ofendidos hermanos (Antonio R. Frausto y Joaquín Busquets) y, luego, convertida en prostituta por la enérgica matrona doña Elvira (la legendaria Mimí Derba). Ahí, en el burdel, se enamora de ella un pianista ciego, Hipólito (Carlos Orellana), quien le compone la canción que da título a la película (canción, por supuesto, de Agustín Lara, quien aparece en los créditos como el autor de la música del filme). Finalmente, Santa, arrepentida de todos sus pecados, muere de cáncer. Hipólito la entierra en el paraíso de Chimalistac, por fin recobrado por Santa.

El primer éxito mexicano en el cine sonoro es, pues, la historia de una prostituta. Como ha dicho Ayala Blanco en el canónico libro de ensayos La Aventura del Cine Mexicano, esta imagen femenina, la de la puta, acompañará a nuestro cine para siempre. La mujer mexicana es la prostitura que baila en paños menores frente a la cámara (Santa, en una de las mejores escenas de la cinta) o es la virginal jovencita toda inocencia (Santa antes de ser engañada) o es la mártir con todo y aureola a lo Griffith (Santa en el final).

La cinta funciona en el nivel más elemental si se quiere, pues Antonio Moreno, el director, sabía su negocio. Dividida casi en cuadros independientes, como si fuera cine mudo, la película avanza no sin algunas dificultades y tropiezos. Moreno era un director con una muy limitada creatividad pero conocía al dedillo "lo que convierte al cine en una industria" (García Riera dixit). Es decir, Moreno era un artesano más o menos competente, no un artista original. No obstante, este artesano se da el lujo de crear una bellísima imagen-resumen de la cinta: las pezuñas de los caballos de la soldadesca comandada por Marcelino pisan las flores frescas, bellas, recién cortadas, que hacía un momento traía en sus manos Santa: la inocencia mancillada por la brutalidad y el abuso.

Comentarios

Unknown dijo…
Sabes donde pueda descargarla desde un servidor la pelicula mi correo es robmag825@hotmail.com
Lo siento, José Roberto. No tengo idea.

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