DOCSDF 2011/I
El día de ayer se inauguró el Sexto Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (DOCSDF 2011) y hoy viernes inician las funciones en casi una decena de sedes. Aquí daremos cuenta de una buena cantidad de filmes que hemos podido ver y, sin más preámbulos, iniciamos.
Ch'ulel/Esencia (México, 2011), compitiendo en la Sección Oficial de Mejor Documental Mexicano, se presenta en los créditos como "una película de Cinema Estudio". Interesante: no es la cinta "de fulanito", sino de un equipo formado por el director Jorge Creuheras Orozco, los cinefotógrafos Rodrigo López Joseph y Juan Pablo Rojas Guerrero -quien además es el responsable del montaje- y el músico y diseñador de sonido Pedro Martínez-Negrete Schultz. Hay que recordar estos nombres porque, más allá de mis reproches a la cinta, el trabajo técnico que se muestra en Ch'ulel -su música, su sonido, su trabajo de cámara, su edición- merece todos los halagos posibles.
Ch'ulel muestra, en sus 70 minutos de duración, no más que una serie de escenarios, personas y acciones, sin voz en off informativa de ninguna especie, sin contextualización alguna. Filmada a lo largo y ancho de Chiapas -la lista de locaciones del final es enorme: Zinacantán, Chapultenango, Najá, Lacanjá, San Juan Chamula, Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal las Casas, Simojovel, Chipas de Corzo y muchos otros lugares más-, el equipo dirigido por Crehueras toma imágenes y captura sonidos de/en los paisajes en los que niños, mujeres, jóvenes, ancianos, persisten en su vida cotidiana, en el campo y en la ciudad, tranquila y ajetreada. Unas mujeres pelan unos pollos, otras fabrican ollas, un hombre trabaja artesanalmente la madera, aquellos laboran en un aserradero, esta doñita hace tortillas en un comal y, luego, pasamos a un mercado repleto de personas, de colores, de intercambio de miradas y dinero, vemos las calles de Tuxtla Gutiérrez desde los aires y desde un taxi que serpentea en el asfalto, asistimos a una celebración de Semana Santa (¿San Juan Chamula?) en la que el sincretismo -máscaras de Blue Demon, Coca Cola como ofrenda, música indígena, Virgen de Guadalupe- domina y, por supuesto, somos partícipes de una fiesta en la que, al ritmo de la música de Pedro Martínez-Negrete, la gente, la cámara y el montaje bailan desaforados.
Técnicamente la cinta es irreprochable y presume segmentos extraordinarios -el concierto conformado por el montaje de varios individuos trabajando con la madera, la colorida secuencia del mercado- y uno que otro hallazgo visual/moral -la imagen de la anciana mendiga buscando botes en la basura al fondo mientras vemos unos turistas europeos o americanos que se atraviesan en el encuadre-, pero también es cierto que a Creuheras y a su equipo se le pasa la mano con las tomas abiertas de escenarios naturales, de tal forma que a ratos parece que estamos viendo algún comercial cervecero o un promocional de las bellezas naturales del estado de Chiapas pagado por el gobierno o algún grupo turístico -no por nada uno de los coproductores es el Grupo Aeropuertario del Sureste, de hecho.
Alguien dirá que me contradigo -alabo el filme por su belleza pero también le reprocho eso mismo-, pero supongo que mi sempiterna inclinación por un cine más claramente narrativo, evita que me entusiasme más por Ch'ulel que, de todas formas, merece la revisión cinéfila y en pantalla grande.
Menos interesante me resultó Lecciones para Zafirah (México, 2011), exhibida también en la sección de Mejor Documental Mexicano y dirigida a cuatro manos por el matrimonio formado por Carolina Rivas y Daoud Sarhandi. Dividido en seis segmentos con nombres bíblicos -"El Diluvio", "El Arca", "Los Migrantes Salen del Arca", "La Cacería", "Los Efectos del Diluvio" y El Gesto de Ofrecer"-, se trata de un proyecto personalísimo, familiar: Rivas -que aparece continuamente en el encuadre y funge como narradora en off, a la manera de Michael Moore- y Sarhandi -que además de codirigir es el encargado de la cámara y el montaje- han hecho esta película para darle las lecciones del título a Zafirah, su pequeña hija que está viendo las mismas imágenes que nosotros, sentada frente a la pantalla de una computadora, con su mamá cineasta por un lado.
El tema son los migrantes centroamericanos y quienes los ayudan a sobrevivir cuando pasan por nuestro territorio: me refiero a personas de la estatura moral del famoso Padre Alejandro Solalinde -fundador del "Albergue Hermanos en el Camino"- y de otras personas menos conocidas, como Norma Romero -de la asociación veracruzana "Las Mujeres de la Patrona"- u Olga Sánchez -del "Albergue Jesús el Buen Pastor". Cuando Lecciones para Zafirah permanece con estas personas y con los migrantes a los que atienden, la película mantiene el interés. Sin embargo, Rivas cae en la tentación no sólo de la militancia -que es lo de menos- sino en el protagonismo, cuando se erige, por ejemplo, en movilizadora de conciencias en un mitin improvisado en un hospital de Tapachula. Antes, esta misma inclinación militante provoca que Rivas muestre un evento -un supuesto abuso policial- que no termina en nada.
Aclaro: no tengo nada en contra de los documentalistas que se colocan frente a la cámara como los protagonistas del filme que ellos mismos están haciendo, pero Rivas lo hace de manera sentenciosa, sin el relajo ni el humor de, digamos, un Michael Moore o un Morgan Spurlock. Usted dirá que el tema de los migrantes y los abusos que sufren no es asuntos para tomarlo a broma, pero yo diría que tampoco era necesaria esta solemnidad literalmente bíblica. Eso sí: Solalinde, Romero y Sánchez emocionan, electrizan: con ellos en pantalla uno recupera, aunque sea fugazmente, la fe en el ser humano.
Una fe que luego se pierde rápidamente al ver Agnus Dei: Cordero de Dios (México-Francia, 2010), de Alejandra Sánchez, también en la sección oficial de documental mexicano y ganadora de una mención especial en Guadalajara 2011, en donde pude ver esta película a inicios del año.
El filme nos muestra el caso del abuso sexual cometido por el sacerdote Carlos López Valdez al niño de once años Jesús Colín. Jesús ya es un adulto, está casado, tiene una niña, pero quiere buscar a López Valdez para encararlo. Lo necesita, dice él, para empezar a sanar una parte extremadamente dañada de él mismo. Lo necesita para empezar a vivir de otra manera.
Formalmente hablando, Agnus Dei es más que notable; como denuncia, es más que pertinente; como retrato de la posición institucional de la iglesia católica frente a la pederastia, interesante... Pero también está el retrato del propio Jesús Colín, quien accedió a contar todo frente a cámara, a describir todo, a mostrar todo -incluyendo ciertas fotos que, la verdad, no sé si deben mostrarse- y, en este sentido, me pregunto sobre la validez ética de la secuencia final de la película. ¿Era necesario mostrar esas fotos? ¿Se tenía que llevar tan lejos la escena climática en la que Jesús encuentra finalmente a López Valdez? En lo personal, creo que no.
Ch'ulel se exhibe hoy a las 17:45 en el Cine Lido; Lecciones para Zafirah, a las 19:45, también en el Cine Lido y Agnus Dei: Cordero de Dios, a las 21:30, en la sala 1 de Lumiere Reforma.
Comentarios
¿Cómo era? Ah, sí:
WOOHOOO!!! (O algo así.)