Retrospectiva Masahiro Shinoda/III



Considerada dentro de Japón como su obra maestra -en lo personal prefiero, de lejos, Asesinato (1964)- y ganadora de los prestigiados premios Kinema Junpo a Mejor Película, Mejor Actriz, Mejor Dirección de Arte y Mejor Director, Doble Suicidio (Shinjû: Ten no amijima, Japón, 1969), décimo-quinto largometraje del maestro Masahiro Shinoda, está basada fielmente en una obra tradicional de marionetas o bunraku escrita por el inevitable Monzaemon Chikamatsu, cuyas obras han sido adaptadas una docena de veces a la pantalla grande, de forma memorable por Mizoguchi en Los Amantes Crucificados (1954) y por Shinoda en esta arriesgada/modernizada relectura cinematográfica.
La cinta inicia con la troupe de kurokos -es decir, los manejadores de marionetas que aparecen vestidos de negro dentro en el escenario manipulando los muñecos-, preparándose para la obra.  Mientras esto sucede, la voz en off de alguien -se supone que es de Shinoda- habla con una tal señorita Tomioka acerca de las dudas que tiene sobre la escena del suicidio, las locaciones adecuadas, los diálogos y hasta el estilo de filmación. Es decir, de inmediato queda claro el distanciamiento modernista: lo que estamos viendo es una película sobre una obra bunraku. A continuación, vemos los créditos y, luego, ya en el Japón del siglo XVIII, los cadáveres de un hombre y una mujer que descansan bajo un puente, siendo cuidados/observados por los silenciosos kurokos, quienes seguirán apareciendo a lo largo de la cinta. Por supuesto, las acciones no serán ejecutadas por marionetas, sino por actores de carne y hueso; en este sentido, los kurokos aparecerán en toda la película, ayudando a los personajes acercándoles una espada o abriendo un cajón, fungiendo como testigos mudos de los acontecimientos y, en cierto momento, comentando lo que vemos en pantalla. La tentación es comparar a los kurokos con el coro griego clásico, aunque me queda la sensación que su papel en esta cinta es un poco más complejo.
La trama, como es costumbre en las obras de Chikamatzu, está anegada en el fatalismo. Los personajes están condenados de antemano, atrapados por su sentido del honor, por el deber hacia los demás -y hacia la propia comunidad- y por la ausencia de dinero, que hace imposible cumplir los sueños de cada quien. El título de la película y la imagen inicial de los cuerpos no deja lugar a dudas: los amantes malditos de este filme, el modesto comerciante de papel Jihei (Kichiemon Nakamura) y la atractiva geisha Koharu (Shima Iwashita, ya entonces esposa de Shinoda), saben -y nosotros con ellos- que no pueden escapar de su destino. Hay otra víctima: la fiel y sufrida esposa de Jihei, Osan (Iwashita de nuevo, en una actuación completamente diferente a la de Koharu), que no puede evitar ser parte de la desgracia que cae sobre su familia, su esposo, sus hijos, ella misma.
Aunque ante ojos occidentales esta cinta de Shinoda puede, acaso, desconcertar -¿está usted acostumbrado a ver muchas bunrakus y, además, sin marionetas?- y su fatalismo puede resultar asfixiante, la controladísima puesta en imágenes de Shinoda y su cinefotógrafo Toishiro Narushima atrapa de principio a fin. Filmada en sólo 20 tomas -algunas de ellas con 5 ó 6 minutos de duración-, Shinoda privilegia las tomas de conjunto, con la cámara movil y personajes nunca hiératicos de tal forma que cuando aparece algún close-up -por ejemplo, el rostro lloroso de Jihei, descubierto por Osan- el impacto dramático es devastador. En algunos momentos, por el intrincado manejo de la cámara, Shinoda nos remite a Mizoguchi -otro de sus maestros más admirados- aunque, a diferencia del director de Ugetsu Monogatari (1953), Shinoda no tiene empacho en usar recursos narrativos y visuales más arriegados -el ralenti, el freeze-frame- que rompen con el tema y la puesta en imágenes clasicista. Sin olvidar, claro, el recurso ya mencionado de mostrar a los kurokos de principio a fin que, por supuesto, es mucho más que una subversión del bunraku: se trata de subrayar cómo estos personajes son manipulados por fuezas sociales/económicas/culturales que no pueden ni quieren enfrentar. El fatalismo de Chikamatsu encontró a uno de sus mejores traductores en el pesimista y desencantado Shinoda.

Doble Suicidio se exhibe hoy a las 17 horas en la Cineteca Nacional.

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