Tiempo de Morir
Tiempo de morir es una película que me gusta.
Me gusta su tempo, la forma en que maneja a
sus personajes. Ya le he dicho a su padre, que es
productor, que le deje hacer el cine que le gusta.
Aunque lo arruine...
Luis Buñuel, entrevistado sobre Tiempo de Morir,
por Enrique Gómez Vadillo, de El Heraldo, 27/11/1965.
¿Es Tiempo de Morir (México, 1965) el mejor debut fílmico industrial mexicano en el terreno del largometraje? Antes y después de esta notable opera prima dirigida por el júnior de un júnior Arturo Ripstein (vástago del hace poco fallecido productor Alfredo Ripstein júnior, 1916-2007), hubo otros primeros filmes industriales de larga duración dignos de mencionarse. Sin tratar de ser exhaustivo, podemos recordar debuts como el de Julio Bracho con ¡Ay que Tiempos Señor Don Simón! (1942), el de Rogelio A. González con El Gavilán Pollero (1951) o el de Luis Alcoriza con Los Jóvenes (1961). Después de la opera prima ripsteniana, es cierto, tampoco faltaron meritorios primeros filmes, como los de Felipe Cazals (La Manzana de la Discordia, 1969), Paul Leduc (Reed: México Insurgente, 1970), Luis Mandoki (Motel, 1984) o, más recientemente y en bola, los de Francisco Athié (Lolo, 1993), Juan Carlos Rulfo (Del Olvido al No Me Acuerdo, 1999), Armando Casas (Un Mundo Raro, 2001), Carlos Reygadas (Japón, 2002), Julián Hernández (Mil Nubes de Paz Cercan el Cielo, Amor, Jamás Acabarás de Ser Amor, 2003), Fernando Eimbcke (Temporada de Patos, 2004), Ernesto Contreras (Párpados Azules, 2007) o Enrique Begné (Dos Abrazos, 2007). (Y, por supuesto, no hay que olvidar el gran clásico experimental realizado casi al mismo tiempo que Tiempo de Morir: La Fórmula Secreta/1964, opera prima de Rubén Gámez). Sin embargo, todos las primeras cintas mencionadas despúes de Tiempo de Morir fueron realizadas de forma independiente, con financiamiento extranjero, dentro del cine parcialmente estatizado o, incluso, producido por alguna de las dos escuelas de cine de nuestro país (CCC, CUEC). Mi punto es el siguiente: Tiempo de Morir es no sólo una de las más logradas operas primas en la historia del cine mexicano sino la última de su tipo realizada dentro de una industria fílmica nacional que, para mediados de los sesenta, ya estaba francamente moribunda.
Ripstein hijo, educado en los sets cinematográficos de la casa productora de su papi, Alameda Films, decidió ser director de cine después de ver Nazarín (Buñuel, 1959), decisión que no le hizo mucha gracia a su señor padre. Después de matricularse en Derecho nada más por las bondades del horario académico ("el horario era de siete a diez a de la mañana, hora en que salía yo de la Facultad y me podía ir a los estudios a trabajar de asistente"), Ripstein pasó luego al Colegio de México a estudiar historia ("era estudiar de ocho de la mañana a nueve de la noche... Era horrendo") y después, brevemente, a la Ibero, en Historia del Arte ("era una carrera donde había mujeres"). Al final de cuentas, a la tierna edad de 21 años, se acercó a su papá diciéndole: "O hago una película, o me pego un tiro, o te lo pego a ti". Don Alfredo, supongo, accedió a cumplirle el capricho a su júnior de la misma forma que muchos potentados lo hacen con sus ovejas negras. Puso a su disposición los estudios, algo de dinero y cierto grado de libertad que Ripstein aprovecharía a la perfección.
Tiempo de Morir nació de un argumento escrito por el entonces todavía no mundialmente famoso Gabriel García Márquez. La historia estaba ubicada en la la época contemporánea y trataba de un viejo agricultor que regresa a su pueblo después de haber pasado 18 años de cárcel por haber matado a otro hombre. Risptein conocía a García Márquez porque formaba parte del mismo círculo cinematográfico/cinéfilo del México de los años 60 (hay que recordar que el seminal grupo Nuevo Cine nace precisamente en 1961). Ripstein mandó llamar a Carlos Fuentes para que escribiera los diálogos -el argumento estaba en español colombiano, por supuesto- y Don Alfredo Ripstein dio la luz verde para la realización de la cinta con una sola condición: cambiar el escenario rural específico y contemoráneo con el de un abstracto western a la mexicana -el género estaba de moda en el país- y, por lo tanto, había que cambiar los tractores y las camionetas por caballos y espuelas. La lógica comercial de Don Alfredo era simple: si la película resultaba realmente mala, podía venderse como una cinta de caballitos más. Al final de cuentas Tiempo de Morir no resultó ser un fracaso artístico -el filme se sostiente más de 40 años despúes de su realización, además de que fue unánimemente elogiado por la crítica en el momento del estreno- pero sí económico: el público de la época le dio la espalda a un western que -si exceptuamos a Marga López- no tenía estrella alguna y que además, resultaba demasiado lento (what-ever-that-means) para un gran público acostumbrado a otro tipo de narrativa fílmica.
La historia, por lo demás, es emblemática de los westerns crepusculares de los 60/70: Juan Sáyago (Jorge Martínez de Hoyo en el papel de su carrera, al lado del viejo clasemediero de El Cumpleaños del Perro/Hermosillo/1975) cumple con su condena de 18 años por haber matado de frente y de un solo tiro a un tal Raúl Trueba. Así, tranquilo, con una voz suave, con la vista cansada, sobrado de peso, llega a su pueblo, en donde los dos hijos del hombre que asesinó, Julián (pésimo Alfredo Leal, tieso y sin convicción) y Pedro (Enrique Rocha), lo esperan para cumplir una venganza que han soñado desde niños. Por más que todos quieren evitar lo inevitable -el sonriente comisario (Tito Junco), el juicioso boticario (Miguel Maciá), la inocente noviecita de Pedro (Blanca Sánchez), la otoñal exnovia de Juan, Mariana Sampedro (Marga López) y hasta el propio Sáyago, que no quiere disparar de nuevo su arma-, la fatalidad obliga: al final de cuentas, la historia se repetirá, los revólveres volverán a salir de sus fundas y un cuerpo, más bien dos, caerá para ser cubierto por el polvo de la barbarie.
La historia de García Márquez, con todo y lo previsible que resulta, no está mal tramada, los giros verbales mexicanizados por Fuentes nunca llegan al folclorismo barato (los "digo" con los que termina sus reflexiones Juan Sáyago se escuchan naturales) y las frases que sueltan los personajes, aunque suenan a veces inevitablemente literarias -hombre, estamos ante la colaboración de García Márquez y Fuentes, ¿qué podemos esperar?- no dejan de marcar de manera justa el drama que viven todas las criaturas de la película: "Por más caro que sea un hombre, no puede costar más que eso", dice Sáyago después de afirmar que pasó en la cárcel 18 años, "uno detrás de otro" por haber matado a Trueba; "Tienes tanto miedo de matar a ese hombre que lo vas a matar de puro miedo", le espeta el boticario a un enloquecido Julián en busca de venganza; "Yo no vine en plan de pelea, yo nomás vine", le aclara Sáyago al noble hermano menor de los Trueba, Pedro. Los actores, por otra parte, con la excepción ya anotada del torero metido a actor Alfredo Leal, cumplen con justeza, sin aspavientos y sin sobreactuaciones de ningún tipo -otro es el caso de Carlos Jordán en el papel del tullido con pistola en ristre Casildo, pero el énfasis exagerado de Jordán en su personaje es, en realidad, necesario.
Hasta aquí, pues, tenemos un decente ejercicio de estilo: un western mexicano bien escrito, mejor dialogado y, en general, bien interpretado. Nada del otro mundo, es cierto, pero nada mal si se piensa que el director era un joven debutante de apenas 21 años. Sin embargo, lo que hace destacar a esta cinta, más de 40 años después de haberse realizado, es el insólito dominio técnico que mostró, desde un inicio, el ahora tan vilipendiado Arturo Ripstein. Con 90 minutos de duración, la cinta presume una decena de planos secuencia (que van del minuto a los tres minutos cada uno) que, más allá de presumir la competencia técnica que tenía el jovencito Ripstein, realmente funcionan como parte integral de una narrativa que opta muy esporádicamente por el close-up y que privilegia, en contraste, las tomas en las que dos o tres personajes aparecen en el encuadre, intercambiando miradas o diálogos. La gramática del encuadre trabajada por Ripstein se conecta a la perfección con la situación que viven sus criaturas, así que los largos tracking shots por los que seguimos a Marga López, el elegante dolly circular en la cantina cuando se encuentran Juan Sáyago y Pedro Trueba o la extraordinaria escena de tiempo muerto en el que somos testigos de las rutinas carcelarias de Juan, tienen una razón de ser no sólo estilística sino hasta ética. La cámara define a los personajes de la misma forma que lo hacen los diálogos o las decisiones que toman.
Tiempo de Morir es, creo, uno de las cuatro o cinco mejores cintas que ha dirigido Ripstein en su larga y discutida carrera. Sé muy bien que hay mucho cinéfilos -especialmente mexicanos- que no ven una cinta de Ripstein ni aunque fuera la única película exhibida en un cine comercial en estos tiempos de influenza. Estoy convencido que mucha de esta aversión es pose: no pretendo defender lo indefendible -y vaya que mucho del cine de Ripstein no lo defiende ni él mismo-, pero sí subrayar que una filmografía formada por medio centenar de obras durante más de 40 años no puede ser rechazada sin conocer, de verdad y por lo menos, una buena parte de ella... Digo, como diría Juan Sáyago.
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Tiempo de Morir está disponible en un decente DVD de Región 4 que cuenta con el comentario en audio de Ripstein y Enrique Rocha. Fumando y tomándose unos whiskys (no creo que ese ruido de hielos en un vaso sea porque están bebiendo medio litro de Mirinda), Ripsten y Rocha repasan la cinta, sus anécdotas, sus recuerdos. Al inicio, los dos se hacen bolas -se nota que hace tiempo que ninguno de ellos veía la película-, pero luego empiezan a soltar juicios interesantes, en especial Ripstein, quien confiesa sus robos a Kurosawa en ciertas transiciones, reniega de la música ("un arte de bastardía en el cine"), aclara que el papel de Blanca Sánchez estaba destinado a Sonia Infante, alaba sin tapujos a Marga López y señala con severa autocrítica los cortes equivocados, los errores en el manejo de la cámara y todos los defectos de su, insisto, notable debut como cineasta.
Nota: Las citas de Ripstein entrecomilladas fueron obtenidas de una larga entrevista que otorgó el cineasta a la revista española Nosferatu/septiembre de 1996 y la cita de Buñuel aparece en la primera edición de la Historia Documental del Cine Mexicano, tomo 9, de Emilio García Riera.
Comentarios
Pero sí... Es un lugar común.
Y cada año se parece más al 10 de mayo.
Jo.
Joel: No, es producción estatal. Del CCC si mal no recuerdo. Por eso comento que acaso Tiempo de Morir sea la última opera prima notable salida de la industria fílmica mexicana.
Amores Perros, ¿notable? Más bien, notada. Hay diferencia.
Leo
Y se murió Dom DeLuise.
Sobre todo esa última cosa de el carnaval de no sé qué. Verdaderamente de miedo, pero por mala. Brr, me dan escalofríos sólo de pensar en ella.
Pero a ver si un día de estos veo otra vez Cannonball Run; mejor reírme de cosas menos efermas.
Y aunque ahora el cine de Ripstein no me gusta nadita (desde que hace mancuerna con García Diego, siento que veo la misma aburrida película), sí reconozco las buenas películas que hizo (muy contadas): ésta que has comentado,formidable, mi favorita Cadena perpetua y, claro, El lugar sin límites.
¡Saludos!
¿Nadie de los insurrectos, parafernalios y quesque-perredistas-cheguevaristas cineastas mejiquenses, de esos que se rasgan hasta la trusa con tal de que les pongan un micrófono cerca y se inconformen pulcramente contra la censura, el impuesto a favor del cine, la no privatización o industrialización de eso que llaman industria cinematográfica mexicana, la no nominación personal o de un cuate a un premio que sabrá Edmundo para qué sirve, y demás cosas, se aventará la película: Tanto Pedo por una Pinche Gripe: La Historia Real de Tras La Histeria Real (Y Oficial)?
Digo: chance y hasta el peje haga un cameo... Digo, para verlo o leer su nombre a un lado de Gripe Porcina-Humana... Whatever...
Ante la emergencia sanitaria, que afortunadamente no pasó a mayores, una cosa es Juan Domínguez y otra... Ya sabe el resto...
¿Queríamos los mexicanos infectarnos? Perfecto: vamos a un cajero público de cualquier banco a sacar nuestra quincena. Todos llegan, quién sabe cómo, tocan las lindas teclas, estornudan o escupen al cajero... Y uno entra, saca su lana... Y regularmente, a menos que inmediatamente uno vaya a cenar, no se lava las manos... ¿Se tomaron medidas para detener ese foco de infección? Que yo sepa ninguna, a menos que uno, consciente, vaya preparado con gel desinfectante en la bolsa... Pero vamos, cerremos los cines. Huy, el mal está ahí. Todos nos infectaremos viendo a Clint Eastwood hacerla de Mr. Miyagui.
Otra: no sé en otros estados, pero en Sinaloa, el viernes pasado por la mañana, en el mero apogeo de la Alerta Sanitaria que cerró restaurantes, bares, teatros, SEDESOL conglomeró a los clubes de la tercera edad de todo el estado para entregar las consabidas despensas. Dichas despensas, por cierto, eran más grande pues por las elecciones no se darán en los próximos meses. Las señoras de la tercera edad estaban muy lindas, de entre 30 a 40, encerradas o en casa de una o en auditorios municipales. Y no hablo del acto "oficial" que se convocó pero que a la hora de la hora, al ver que aquello "se veía mal", no que "estaba mal" (ese fue el jueves), se canceló a la mera hora de que iba a iniciar (o sea, se juntó a las señoras en auditorios, esperaron un rato y al final salieron con que, noooombre, si es malo estar juntitos, 'amonos, hasta nuevo aviso).
Luego... Se cierra todo, menos los supers. Hay que ver qué lindura: colas y colas de compradores apanicados estornudando en la nuca de que está enfrente ¿Medidas sanitarias oficiales en los supers? Ni guantecitos (esos los dieron hasta hoy), sólo cubrebocas para los empleados (bueno, dizque: eran cubre-cuellos en el mejor de los casos... hay otros que los usaban de diadema), ni nada. Uno podía estornudar de lo lindo sobre el tomate... A fin que el que se lo lleve, lo lavará.
Curiosamente, empresas responsables como las de Slim cerraron justo los días en los que, de haber trabajado, deberían pagarle el triple a los empleados (está por ley, ni modo). Pero hombre, duraron toda la crisis abierta... Pero verá usted que en pleno puente, suspensión oficial, se solidarizan.
Bueno... Y luego de todo eso: loas a los gobernantes, a sus "medidas" (insisto, esto no pasó a mayores simplemente porque no sucedió, no porque se realizó algo "verdaderamente" bueno en esa materia), y los más críticos... Calladitos... Solidarios. Y, bueno... Psss ya empezaron las campañas y Calderón dice que su gobierno, que es del PAN, salvó al mundo... Nomás le falta a los panistas hacer un spot que diga: Vota por los Diputados del Pan, porque te salvamos de la influenza whatever.
Esa tripa se me rompió. Nomás.
leo
Hola, Leo: Es bueno tener gustos eclécticos.
Y bueno, luego, para validar un poco y ser acá, avant garde, dárselo a Vicente Leñero no sé para qué... Porque seguramente se pondrá a llorar luego de leerlo. Y bueno, al final lo grabará Ripstein con su mirada penetrante y su DvCam.
Jo.
http://www.eluniversal.com.mx/notas/596134.html
Jo.
Causan risa algunos comentarios, como el escusarse en la edad para poder denostar o desconocer una obra.
Digo (como dices tu), creo yo, nadie nacimos antes de la filmacion del Acorazado para reconocer su aportación.
y Cronos? no entra como ópera prima?
Saludos