Festival Cinema Europa 2009/II


En su opera prima, Zift (Ídem, Bulgaria, 2008), el director búlgaro Javor Gardev demuestra que conoce al dedillo sus clásicos. En este derivativo pero compulsivamente visible neo-noir ha tomado prestada la premisa del envenenado condenado a morir de Con las Horas Contadas (Maté, 1950), el expresidiario traicionado por su exmujer de Sin Alma y sin Ley (Siodmak, 1949) y hasta la celebérrima escena en la que Rita Hayworth baila y canta sensualmente en Gilda (Ch. Vidor, 1946), y los ha trasladado, en un riguroso blanco y negro de alto contraste -fotografía del veterano Emil Hristow- a la Sofía comunista de los años 60.
Lev "la palomilla" (estoico Zahary Baharov) abandona la cárcel después de un par de décadas de estar preso, acusado de un crimen que no cometió cuando él, su mujer fatal Ada "la mantis" (Tanya Ilieva) y su compinche "el babosa" (Vladimir Penev), se metieron a una casa a robar un preciado y precioso diamante. No termina de pisar la banqueta fuera de la prisión cuando Lev es llevado a la fuerza a un húmedo sótano en donde "el babosa", convertido en un poderoso apparatchik, lo tortura para que confiese en dónde quedó el diamante del robo. Lev logra escaparse para ir en busca de la femme-fatale Ada, madre del hijo muerto que no conoció y ahora transformada en una castigadora prostituta/cantante de altos vuelos. Pero esa búsqueda está condenada de antemano: "el babosa" ha envenenado a Lev y sólo le dará el antídoto respectivo si le señala el sitio en donde ha guardado el citado McGuffin hitchcockiano.
Todos los elementos del film-noir clásico están ahí: voz en off esclarecedora/escamoteadora de principio a fin, misoginia entomológica nada embozada, escenas carcelarias en donde nuestro héroe aprenderá la filosofía de la supervivencia a través de la enseñanza de un viejo preso endurecido (Mihail Mutafov), complejo pero bien resuelto entramado narrativo que disemina sus flash-backs con precisión, prólogo verboso tarantinesco-escatológico que define uno de los significados del título de la cinta (zift es un chicle negro y duro, un pegamento con el que se une el asfalto y una forma de llamar también a la mierda) que también servirá como fatalista epílogo, y una controladísima puesta en imágenes con un maniático manejo del encuadre y de los movimientos de cámara, sean todoabarcadores travellings paralelos o delicados dollys que se acercan o alejan de los personajes.
Gardev ha realizado un notable ejercicio de estilo: el mejor neo-noir que he visto en varios años. Veamos que dirige a continuación y ánimas que llegue a México su siguiente película.

Zift se exhibe hoy miércoles y mañana jueves en la Cineteca Nacional.

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