Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCLIX y CCLX
Dos por uno de nuevo. Ustedes disculparán pero, estando en Morelia 2014, la cartelera comercial fue la menor de mis preocupaciones. En todo caso, va mi revisión de la cartelera de las últimas dos semanas:
La Dictadura Perfecta (México, 2014), de Luis Estrada. El séptimo largometraje de Estrada es, acaso, la más débil de su interminable saga sobre la endémica corrupción política en México y, sin embargo, dificilmente podría haber llegado a la cartelera en el mejor momento. O sea, en el peor en nuestro país en muchos años. Mi crítica, in extenso, por acá.
Gabrielle: sin Miedo a Vivir (Gabrielle, Canadá, 2013), de Louise Archambault. Insólitamente, la cinta inaugural de Guadalajara 2014 mereció estreno comercial hace dos fines de semana. Se trata de un sensible melodrama de amor entre una pareja con discapacidad intelectual (ella, de verdad; él, un actor). Una historia que se puede prestar al chantaje sentimental más elemental está manejada por la cineasta Archambault con bastante prudencia. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma de hace dos fines de semana.
El Médico Alemán (Wakolda, Argentina-España-Noruega-Francia, 2013), de Lucía Puenzo. Entre el thriller y el melodrama de crecimiento juvenil, he aquí al mismísimo Josef Mengele (Álex Brendemülh, muy bien) llegando a la Argentina de los años 60 para "adoptar" a una niñita (Florencia Bado) que sería perfectamente aria... si no fuera por su baja estatura. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado.
Borgman (Ídem, Bélgica-Holanda-Dinamarca, 2013), de Alex van Warmerdam. Un auténtica extravagancia que toma elementos de Buñuel, Pasolini, Haneke y Wheatley. El resultado nunca deja de ser intrigante. Espero tener tiempo para escribir de esta película en los próximos días.
Las Búsquedas (México, 2013), de José Luis Valle. El caso de José Luis Valle es, por lo menos, curioso. Debutó con un documental interesante pero cuestionable, El Milagro del Papa (2009), pero nadie podría haber previsto que en sus dos siguientes cintas -las dos de ficción- diera un salto cuántico de tal magnitud. Primero fue Workers (2013), una de las mejores películas mexicanas del año pasado y, en el mismo 2013, Las Búsquedas, una pequeña cinta realizada al estilo de la legendaria guerilla-filmmaking. La película, en blanco y negro, fue realizada en siete días por un equipo de cinco personas, con grabadoras de sonido prestadas, con iluminación natural y un presupuesto de 1,500 dólares. El resultado, más allá de esta numeralia, es muy meritorio.
Elvira (Arcelia Ramírez) es una reciente viuda -su marido se suicidó fuera de cuadro en la primera escena de la cinta- que se encuentra con Ulises (Gustavo Sánchez Parra), el tipo que le surte de agua potable en su casa y que, también, arrastra sus propias broncas, sus propias tragedias. UIises perdió a su mujer y a su hija tiempo atrás y lo único que conserva de ellas es una foto que guarda en su cartera. Cierto día, en el metro Pantitlán, un malandrín cualquiera (Gabino Rodríguez) le baja la cartera, por lo que Ulises iniciará la búsqueda de ese ladrón que le robó el único objeto que lo conecta con su pasada vida que, uno supone, era mucho más feliz.
El minimalismo de la historia se conecta con la sencillez de la puesta en imágenes, construida a través de tomas extendidas, sea en tomas fijas o en planos secuencia, y protagonizada por un par de espléndidos actores incapaces de dar una nota falsa. La morosidad que permea en todo el filme se rompe hacia la última parte, en la que Valle es capaz de crear una secuencia de auténtico suspenso con una muy pequeña cantidad de elementos.
Déjenme enmendar la plana: el caso de Valle no es curioso. Es, más bien, esperanzador. El tipo sabe hacer cine. Y con apenas 1,500 dólares.
Elvira (Arcelia Ramírez) es una reciente viuda -su marido se suicidó fuera de cuadro en la primera escena de la cinta- que se encuentra con Ulises (Gustavo Sánchez Parra), el tipo que le surte de agua potable en su casa y que, también, arrastra sus propias broncas, sus propias tragedias. UIises perdió a su mujer y a su hija tiempo atrás y lo único que conserva de ellas es una foto que guarda en su cartera. Cierto día, en el metro Pantitlán, un malandrín cualquiera (Gabino Rodríguez) le baja la cartera, por lo que Ulises iniciará la búsqueda de ese ladrón que le robó el único objeto que lo conecta con su pasada vida que, uno supone, era mucho más feliz.
El minimalismo de la historia se conecta con la sencillez de la puesta en imágenes, construida a través de tomas extendidas, sea en tomas fijas o en planos secuencia, y protagonizada por un par de espléndidos actores incapaces de dar una nota falsa. La morosidad que permea en todo el filme se rompe hacia la última parte, en la que Valle es capaz de crear una secuencia de auténtico suspenso con una muy pequeña cantidad de elementos.
Déjenme enmendar la plana: el caso de Valle no es curioso. Es, más bien, esperanzador. El tipo sabe hacer cine. Y con apenas 1,500 dólares.
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