Morelia 2014/III



¿Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero (México, 2014), segundo largometraje del crítico vuelto cineasta Gustavo Moheno, tenía que ser exhibida en la sección oficial como sucedió? No me malinterprete: la cinta es, la mayor parte del tiempo, un regocijante palomazo pero, vaya, si el año pasado Guten Tag, Ramón (Ramírez Suárez, 2013) se exhibió fuera de concurso, no encuentro mayores méritos en el filme de Moheno que en la película de Ramírez Suárez. Lo que sí veo es que puede tener potencial taquillero, tanto por su reparto, como por su fluida ejecución. 
El Eddie Reynolds del título -en realidad, Eduardo Reynoso- fue vocalista de "Los Ángeles de Acero", un grupo de rockeros que tuvieron sus 15 minutos de gloria hace más de 30 años, con el sencillo "Cheve en la Fiesta". Por supuesto, lo que tenía que pasar, pasó: el ego del vocalista emergió, el guitarrista estrella Santos (Arturo Ríos) se dedicó al trago y a las drogas, y el grupo se separó de mala manera. Sin embargo, he aquí que el mismísimo Bono escucha "Cheve en la Fiesta" y quiere grabarla. Es la oportunidad de Eddie (Damián Alcázar) de dejar de cantar "El Venao" en las bodas, del bajista Fernando (Jorge Zárate) de decirle no a los palenques y a Gloria Trevi, y del baterista Ulises (Álvaro Guerrero) de olvidarse un momento de la farmacia en la que trabaja, solo que hay que encontrar a Santos para que acceda a firmar la cesión de derechos de la citada canción y, ya entrados en gastos, para volver a reunir a la banda.
Alcázar está impecable como siempre, Guerrero está muy gracioso, la jovencita Vico Escorcia es un auténtico descubrimiento, pero el guión no deja ningún cliché sin usar, mientras aparecen algunas las referencias cinefílicas de rigor (que si la historia de amor a lo Manhattan/Allen/1979, que cierto encuadre idéntico a El Resplandor/Kubrick/1980), mientras que abundan los chistoretes de chile, dulce y de manteca: los hay escatológicos ("Eructo es el pedo nulo que por flojera no llegó al culo"), los hay ñoños ("Lázaro, levántate") y los hay hilarantes (el mantra que Lucía/Vico Escorcia les enseña a los ruckeros: "Me ven y se mojan"). Ah, las rolas, por cierto, no están mal.
En cuanto a Retratos de una Búsqueda (México, 2014), opera prima de Alicia Calderón, no hay duda que sí debe estar en la competencia oficial del documental mexicano. Centrada en tres madres que han visto desaparecer a sus respectivos hijos en el sexenio pasado, Calderón se acerca a estas tres mujeres, cuya vida cambió abruptamente cuando la hija de una de ellas fue secuestrada aparentemente por malandrines -o policías, da lo mismo-, el hijo de otra desapareció cuando salió de su casa manejando una camioneta, y la hija de la tercera desapareció con todo y marido cuando los dos iban hacia Estados Unidos.
Los testimonios de las tres madres se alternan con la contextualización de la tragedia nacional de los desaparecidos -solo en el sexenio de Felipe Calderón hubo 26 mil casos- y con su valiente y conmovedora lucha para que el Estado mexicano las escuche. La directora ha sido periodista durante 15 años en Guadalajara y eso se nota en el manejo de un lenguaje directo y reporteril, pero Calderón ha elegido bien su historia y mejor aún a sus tres Madres Corajes. Ya con eso está del otro lado. Del lado correcto, quiero decir.
Plan Sexenal (México, 2014), otra opera prima, pero esta de ficción, es producida por Gerardo Naranjo. El hombre orquesta Santiago Cendejas -director/guionista/editor/músico/coproductor- ha debutado con una auténtica curiosidad, no del todo lograda, pero por lo menos bastante interesante.
Estamos en el DF, en momentos de caos. Hay golpe de Estado, levantamiento popular, toque de queda, el Corona Capital o todos los anteriores. No hay energía eléctrica tampoco, así que la gente se esconde en sus casas y se duerme temprano. Menos Juan y Mercedes (Harold Torres y Edwarda Gurrola), que gracias a "un inventito", no solo tiene luz en su casa sino que, además, organizan una pachanga que, de todas formas, tienen que cancelar cuando un policía (Noé Hernández) llega a su puerta a advertirles que están molestando a los vecinos. 
La noche se torna ominosa por las amenazas apenas embozadas del cuico, porque hay un misterioso vagabundo que se aparece frente a la casa y no se quiere ir, porque alguien rompe el cristal de la ventana con un tabique y porque, además, parece que hay bronquitas no resueltas entre Juan y Mercedes. Sin embargo, cuando uno cree que está viendo la versión nacional de La Noche de la Expiación (De Monaco, 2013) o algo por el estilo, el filme toma un camino claramente dostoiveskiano, y no agregaré nada más para no echar a perder la sorpresa que, para ser francos, resulta lo más interesante de la película, pues la ejecución no le hace tanta justicia a la idea. 

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