Lo que el Cielo Nos Da
Lo que el Cielo Nos Da (All that Heaven Allows, EU, 1956) fue el segundo gran melodrama de Douglas Sirk -de un total de seis, dirigidos entre 1954 y 1959-, el cineasta germano de origen danés que había llegado a Hollywood, huyendo de los nazis, a fines de los años 30.
Sirk -conocido en Alemania como Hans Detlef Sierck, aunque había nacido con el nombre danés de Claus Detlev Sierk- había tenido una carrera importante en la UFA alemana, pero en Hollywood estuvo picando piedra en varios estudios -la Warner Bros., Columbia, la MGM, United Artists y algunas compañías menores-, hasta que en 1950 entró a trabajar para la Universal, en donde realizaría la parte más exitosa y celebrada de su filmografía hollywoodense (para revisar la fascinante y accidentada carrera de Sirk, habría que leer la entrada respectiva en el tomo uno del tan plagiado World Film Directors, editado por John Wakeman).
Habría que señalar que, en el momento del estreno, los woman's films de Sirk fueron un gran éxito de público pero no tanto de crítica y mucho menos en el propio establishment hollywoodense: Sirk no sólo nunca recibió una sola nominación al Oscar sino que ni siquiera mereció la estatuilla honoraria que se acostumbra otorgar cuando la Academia se da cuenta que ha regado el tepache de fea manera.
Este ninguneo se debe, en primera instancia, a que los filmes más conocidos de Sirk realizados en Hollywood -porque algunas de sus cintas alemanas no están disponibles y otras de plano se perdieron- son melodramas femeninos de pasiones desatadas, una fórmula que una parte del público y de la crítica desprecia porque es mero "cine de viejas", por sus "ridículas historias telenoveleras", por sus tramas "dignas de Mujer: Casos de la Vida Real", etcétera, etcétera, etcétera...
En segundo lugar, el olvido de Sirk pudo haberse debido, también, a que el cineasta se retiró tempranamente, en 1959, para luego irse a vivir a Alemania, en donde volvió a sus orígenes teatrales -montó varias obras durante durante los 60- y se convirtió en profesor de cine en la Universidad de Munich en los 70. Y aunque a Sirk no le faltaron admiradores -como Rainer Werner Fassbinder, quien llegó a escribir un memorable ensayo sobre sus melodramas y dirigió en 1974 un remake de Lo que el Cielo Nos Da: Alí o el Miedo Devora las Almas -ni tampoco "descubridores/defensores" -los cahieristas, en especial, lo adoptaron como uno de sus cineastas predilectos del viejo Hollywood-, la verdad es que la creciente pero tardía reputación de Sirk no le alcanzó para que Hollywood se disculpara con él. La Academia se lo perdió.
Lo que el Cielo Nos Da es mi filme favorito de Sirk: se trata de una sublime woman's films aparentemente superficial que, de forma apenas embozada, dirige una feroz crítica al fariseísmo pueblerino y a las buenas conciencias de la "gente decente", siempre tan dispuesta a decirle a quien se deje qué debe hacer y cómo debe vivir.
Cary Scott (Jane Wyman) es una afluente viuda que vive en Stoningham, un idílico pueblito de Connecticut. La mujer tiene resuelta su vida: es una de las doñas respetadas del lugar, tiene dos hijos mayores que estudian en la Universidad y sus días los llena con los infaltables desayunos, los cocktailes y el chismorreo. La opresiva zona de confort en la que vive se vendrá abajo cuando se enamore de su jardinero, Ron Kirby (Rock Hudson, actor emblemático de Sirk en este periodo), un hombre mucho menor que ella que, aunque tiene su propio negocio y cierta educación universitaria, vive de acuerdo con sus convicciones, sin importarle lo que piense nadie de él. Aunque al inicio reticente, muy pronto la viuda Scott se entregará al claridoso Ron, lo que provocará el escándalo de todos quienes la rodean, incluyendo sus insoportables hijos egoístas.
La historia contenida en el guión de Peg Fenwick es todo lo convencional que se quiera y el final, más o menos trágico, más o menos feliz, es el que uno podría haber esperado. Lo que hace notable a este filme de Sirk es su calculadísima puesta en imágenes, con todo y las emblemáticas marcas autorales del cineasta: el uso expresionista del color, el experto manejo del encuadre, el papel que juegan los espejos en su narrativa, la música que subraya las desatadas/reprimidas emociones de sus personajes...
Lo que el Cielo Nos Da contiene una de mis escenas favoritas de la obra de Sirk y, de hecho, del cine hollywoodense de la época. Se trata del momento en el que los ojetes hijitos de Cary, después de haberla obligado a renunciar a Ron, le dan el mejor regalo navideño que una mujer "como ella" puede recibir: un enorme televisor en el que, le dice el emocionado vendedor, podrá tener todo al alcance de su mano: drama, amor, emociones... El mejor sustituto para una vida de verdad. La escena termina con un extraordinario encuadre: el televisor colocado frente a Cary y ella viendo su reflejo en la pantalla casera, aprisionada entre esas cuatro paredes, aprisionada dentro del televisor, aprisionada en esas convenciones que son más fuertes que su deseo por vivir.
Poco después vemos un diálogo en que Cary recibe una descarnada lección por parte de su médico personal y amigo de toda la vida, un diálogo que ha sido analizado por Fassbinder de manera desternillante en el ensayo antes citado. En esa escena, Cary, enferma de varios achaques, va con su doctor para ver qué demontres tiene y por qué se siente tan mal. La filípica existencial del médico es memorable: sólo falta que le grite "¡tienes que coger!, ¡por eso estás así!". O, para decirlo de manera, elegante: no renuncies al amor, no renuncies a vivir, no renuncies a la pasión.
Comentarios
---
Por otro lado, ahora veo que no he estado yo tan equivocado en mi terquedad de no ver televisión.
¡Ajúa!
Me encanta esa película.
:D
No la que yo quería, pero al menos esta sí lo merece, no como el innombrable.
Yo creo que alguna de las distribuidoras nacionales estaría interesada en proyectos así, para darle mayor valor a sus ediciones R4.
Sí... Esa edición con esos "ensayos visuales" es hermosa.
Salú por él.
Mi pésame a los gatos y al proyector.