Solo ante el peligro/V
Cuando vi, en Guadalajara 2009, el tercer largometraje de Gerardo Naranjo, Voy a Explotar (2009), me sentí solo frente a mi falta de entusiasmo ante lo que califiqué como un mero pastiche godardiano (aunque días después, en el mismo festival, algún colega expresó sus reservas ante la cinta de Naranjo de forma tan vehemente que, al final de cuentas, ya no me sentí tan solo). Con la película de Naranjo a punto de estrenarse comercialmente -a la que le deseamos, por cierto, la mejor de las suertes taquilleras-, me di a la tarea de revisar de nuevo la película de Godard con la que Voy a Explotar tiene más similitudes. Es decir, vi de nuevo -por tercera vez, si la memoria no me falla- Pierrot el Loco (Pierrot le Fou, Francia-Italia 1965), el décimo largometraje godardiano y uno de sus más exitosos filmes -aunque, en mi opinión, no el mejor- de su "etapa Karina", llamada así porque de 1960 a 1967 Godard estuvo inspirado por su íntima y fructífera relación personal/laboral con la bellísima actriz Ana Karina, con quien estuvo casado de 1961 a 1964 y quien protagonizó, de hecho, casi toda la obra godardiana de esos años.
En Pierrot el Loco el franco-suizo Godard entrega una energética y caótica puesta en imágenes que resume lo que era (o debería ser) el cine para él en esos momentos: "amor, odio, acción, violencia... En una palabra: emociones". Esta especie de tablas de la Ley del Dios fílmico las recita, frente a pantalla, no Godard, sino el mismísimo Samuel Fuller, en un cameo que sirve como una suerte de apadrinamiento tácito de los desfiguros emocionales/estilísticos que nos receta Godard en las casi dos horas que dura la cinta.
Ferdinand Griffon (Jean-Paul Belmondo en su última colaboración con Godard), un aburrido tipo que se ha casado, se infiere, para dar el braguetazo, se escapa con su guapa niñera, Marianne Renoir (Ana Karina), quien está involucrada, aparentemente, con bandas de terroristas, guerrilleros o delincuentes. La pareja de amantes en fuga improvisarán constantemente sobre la marcha, como inspiraciones de último minuto parecerán las diversas intoxicaciones cinefílicas que veremos en pantalla: una huída de una gasolinera usando cierta técnica aprendida de Laurel y Hardy, deliciosos interludios musicales con una desenvuelta Ana Karina echándose un par de gorgoritos, irritantes citas culteranas recitadas directamente de algún libro por Ferdinand -llamado tercamente Pierrot por Marianne- y hasta algún desfachatado rompimiento de la cuarta pared cinematográfica nomás porque sí.
De todos los cineastas de la nueva ola francesa -Truffaut, Chabrol, Rohmer, Rivette-, Godard es, con mucho, el que menos me interesa. Muy mi problema, pensará el lector, y tendrá toda la razón del mundo. Pero ni modo: si exceptuamos Sin Aliento y esa maravilla romántico-musical que es Una Mujer es una Mujer (1961), el cine de Godard termina, casi siempre, por irritarme. No niego el valor de sus continuas y constantes experimentaciones, ni la honestidad intelectual y estilística de su obra sesentera/setentera, pero su cine siempre me ha provocado un distanciamiento natural con sus personajes y lo que les sucede en la pantalla. Para volver al dictum fulleriano: la obra de Godard no me provoca muchas emociones que digamos. Y acaso ahí está el origen de mi falta de entusiasmo ante la película de Naranjo. Si el original no es mi uno de mis cineastas favoritos, sus imitaciones... Bueno, usted entiende.
Comentarios
La película de Godard que más me gusta es Detective, la que menos, Elogio de amor.
La de Naranjo la veo si llega a mi pueblito.
Slds!
Precisamente algo hay de eso en su propuesta ¿No? Al igual que otros que le han calcado su personalidad (von Trier o el Goku-Haneke), con eso de que el no hace cine, quién sabe qué choco-roll hará... Luego se desdice... Luego se dice... Al final, lo único que quiere es incordiar al respetable al grado de o lo amas o lo odia, pero jamás de dejará ecuánime.
De mi parte, y sigo sin saber la razón, me siento anonadado (en el buen sentido del término, y en el malo también) por Alphaville... Y creo que me noquea con su adaptación del cuento de Cortázar: La Autopista del Sur... Week End... Que siempre me recordará al Discreto Encanto de la Burguesía de Buñuel, aunque la verdad es que tiene mucho del Ángel Exterminador también (igual que el cuento de Cortázar).
Y claro, por esas metareferencias a la cinefilia que empapan Sin Aliento... Buena para entender algo que mi estimado dice regularmente: El que no conoce a Dios, a cualquier pinche barbón (Tarantino) se le hinca, o le prende veladoras, o le hace una capillita... O lo que sea.
Y sobre Mr. Dramamex... Ajúm. Dramamex es hora que no la termino y Voy a Explotar, aunque sí la terminé de ver, no la recuerdo para nada...
Qué mal estoy, carajo.