Guadalajara 2018: Alanis/III



La protagonista de Alanis (Argentina, 2017), cinta en competencia en la sección oficial de Largometraje Iberoamericano de Ficción, es una prostituta, pero el quinto largometraje de la cineasta argentina Anahí Berneri no tiene en su centro argumental ni dramático la prostitución. O, vaya, no trata solamente de prostitución.
La Alanis del título -que en realidad se llama María- es una muchacha de 25 años que trabaja como prostituta en algún lugar de Buenos Aires. Cierto día, un par de policías se hacen pasar por clientes, entran al departamento donde ella "oficia", cierran el negocio y detienen a la matrona (Dana Basso). María (Sofía Gala, ganadora al premio de Mejor Actriz en San Sebastián 2017) se encuentra de improviso en la calle, sin trabajo, dinero, sin su teléfono celular y... ah, sí, con un hijito de año y medio llamado Dante (Dante Della Paolera, hijo verdadero de la actriz), un encantador chamaco que no hace otra cosa que adorar a su mamita y pedirle "teta". 
María/Alanis es, pues, una prostituta pero también es una madre soltera y también es una mujer que busca trabajar en lo que sabe hacer, que es vender su cuerpo. Berneri -Mejor Directora en San Sebastián 2017- rechaza todo miserabilismo típicamente festivalero para optar por una mirada cálida y solidaria. No juzga la vida de María sino la observa, y lo que ve y muestra es una muchacha que toma decisiones pensando en el hoy. Aunque empieza a trabajar como criada, es obvio que lo que sabe hacer -¿lo que quiere hacer?, ¿lo que no tiene otro remedio de hacer?- es vender su cuerpo. Y eso va a hacer, pésele a quien le pese, incluyendo el espectador.
Es claro el nivel de explotación a la que ella está expuesta -las condiciones de trabajo no son exactamente las ideales, por supuesto-, pero Berneri no está interesada en denunciar estas injusticias que, por lo demás, son obvias y bien conocidas. Su intención es observar a esta muchacha, la relación con su encantador bebito y la forma en la que piensa sobrevivir hoy, en este día, en este momento. 
La escena del desenlace -la mejor de la película, de hecho- es el perfecto punto final para esta meritoria película que va de mucho menos a mucho más: María -o, mejor dicho, Alanis- está en su nueva chamba, rodeada de sus nuevas compañeras que, muy solidarias, se prestan a cuidar a Dante mientras su mamá cumple con sus obligaciones laborales. ¿Quién dice que ese chamaquito no crecerá de la mejor manera, siendo el objeto de tanto amor?

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