Estación Zombie: Seúl
A fines del año pasado, se estrenó comercialmente en
México Estación Zombie: Tren a Busán
(2016), cuarto largometraje –pero primero de acción viva- del consolidado
maestro sudcoreano Sang-ho Yeon (notable opera
prima El rey de los cerdos/2011).
Tren a Busán -que, por cierto, ya
está disponible en Netflix- es una emotiva y emocionante película de muertos
vivientes que parece haber sido no solo inspirada sino realizada por el mejor
Steven Spielberg.
Nueve meses después, he aquí la insólita pero
bienvenida exhibición comercial –aunque solo en Cinemex- de Estación Zombie:
Seúl (Seoulyeok, Corea del Sur, 2016), quinto largometraje de Yeon y vigorosa
pieza de acompañamiento de Tren a Busán
que, de hecho, se estrenó en Corea del Sur casi de forma simultánea a la
película anterior: Busán se exhibió
en julio de 2016; Seúl, en agosto.
Se supone que Estación
Zombie: Séul es una precuela animada de los acontecimientos vistos en Busán pero a mi entender estamos ante
una suerte de narración paralela, solo que ubicada en Seúl, no en el tren a
Busán de la otra cinta. Hay otras coincidencias y diferencias notables: aunque
las dos cintas tienen en el centro argumental una difícil relación
paterno-filial, en Busán hay un
grupo extenso de personajes encerrados en un tren en movimiento, mientras que
en Estación Zombie: Seúl seguimos solo
a tres personajes que se mueven de un lugar a otro por una ciudad que empieza a
ser asolada por los zombis.
La protagonista es la adolescente prostituida Hye-sun,
quien después de romper con su inútil novio-padrote, el jovencito anteojudo
Ki-wong, es sorprendida en una estación del metro por una horda de zombis y, en
compañía de un trío de homeless, se
refugia en una estación de policía. Mientras tanto, en otro sitio de la ciudad,
no muy lejos de ahí, el apocado padrote Ki-wong es abordado por el fúrico padre
de Hye-sun, Suk-gyu, quien se ha hecho pasar como un cliente más de la muchacha
para poder encontrar a su hija, a la que no ve hace tiempo.
Así pues, la historia escrita por el propio cineasta
avanza por dos vías paralelas. Por un lado, tenemos a la llorosa Hye-sun que,
entre lágrimas abundantes y gritos histéricos, resulta más correosa de lo que
podríamos haber imaginado; por el otro, tenemos a una extraña pareja/dispareja
que lucha también por sobrevivir: el siempre temeroso aprendiz de padrote
Ki-wong, y su fuerte y decidido “suegro” Suk-gyu.
Al inicio mencioné la influencia de Spielberg en Busán. En Seúl, Yeon abreva de los clásicos. O, mejor dicho, del clásico. En
efecto, a pesar de que sus zombis se mueven más como frenéticos “infectados”
que como los lentos “reanimados” de La
noche de los muertos vivientes (Romero, 1968) y sus secuelas, la realidad
es que en Seúl la influencia del
mejor Romero está presente de principio a fin, y no solo por algunas vueltas de
tuerca de guillotina, tan rápidas como crueles, sino por el discurso
sociopolítico que se vehicula a lo largo de la cinta –ecos de la espléndida La tierra de los muertos (Romero, 2005).
Y es que en una Corea del Sur como la mostrada en la
película, en la que las instituciones no son de gran ayuda –los sistemas de
salud son insuficientes y los de seguridad apáticos- y en la que las
autoridades resultan, por el contrario, ser una amenaza –véase la secuencia de la
represión en contra de los ciudadanos acorralados en un callejón, entre zombis
y policías antimotines-, acaso la transformación en muerto viviente sea el
último (¿o el único?) recurso de los desamparados, de los pobres, de los jodidos,
de los que dieron la vida por su país para no recibir nada a cambio.
Por eso, en el desenlace, tan desencantado como
torcidamente triunfal, un color verde podrido (como si proviniera de una
película de la casa Hammer) invade la animación –hasta ese momento económica,
sencilla, apenas funcional-, como señalando el triunfo ineluctable de la muerte
sobre la vida. Lo más parecido posible a un final feliz.
Comentarios
Hace dos semanas que tuvimos el sismo en la Ciudad de México así me sentí, como en una película de zombies, de un lado para otro en una ciudad en caos.
Verán, debido a que mi oficina se encuentra en el corazón de la colonia Juarez, es decir, muy cerca del centro y de la colonia Condesa y la Roma, todo era un caos por dicha zona. Adicionalmente, no nos dejaron entrar por los coches al estacionamiento, por lo que tuvimos que ver cómo rayos hacerle para regresar a nuestras casas.
Baste decir que hice cuatro horas a la casa, dos de las cuales me la pasé caminando por todo Insurgentes y luego por Avenida Acoxpa, la cual, si no son del ex-DF, deben saber que corre paralela a Brujas, la calle donde se encuentra el Colegio Rebsamen.
Se podrán imaginar mi caminata. Ambulancias, motos, camionetas llenas de gente circulando en sentido contrario, sirenas por todos lados, mas o menos dos kilometros de Insurgentes llenos de cristales rotos de todos los edificios de por ahí, gente corriendo de un lado a otro, gente (civiles) dirigiendo el trafico, gente pidiendo ayuda, caos, todas las tiendas cerradas y uno muriendo de sed, señal del celular intermitente y para colmo yo con 15% de pila (o sea, que si pasa, no es cliché de cine) y para terminar mi viaje, llegando a casa me tocó ver un par de muertos del Walmart que se cayó a unas cuadras de la casa.
Por eso, mejor la ficción que la realidad.