El Paciente Interno
El anciano llega al albergue masculino "Coruña". Pequeño, encorvado, barba rala, ojos pequeños y desconfiados. Acepta las reglas del albergue, firma su ingreso, tiene una junta con el director y el resto del personal que atiende ese sitio en el que se refugian jóvenes y viejos desamparados, "en situación de calle", con algún problema físico y/o mental o, simplemente pobres. El hombre se llama Carlos Castañeda de la Fuente, nació en 1941, no se despega de su deshojada Biblia de bolsillo y sabemos que vive en la calle desde hace tiempo. Un taquero dice conocerlo bien: el viejo pide dinero, nunca comida, y es bastante quisquilloso: en cierta ocasión le quiso regalar una camiseta pero Castañeda la rechazó, alegando que "olía a tacos".
SIn embargo, muy pronto nos damos cuenta que Carlos Castañeda, el protagonista del filme documental El Paciente Interno (México, 2012), opera prima del egresado del CUEC Alejandro Solar Luna, no es un anciano "en situación de calle" cualquiera. No sólo estuvo recluido en el Hospital Mental Dr. Samuel Ramírez Moreno durante 23 años -de 1970 a 1993- sino que, además, fue internado ahí sin cumplir los trámites legales requeridos. Así que cuando llega la abogada Norma Ibáñez a hacer una investigación sobre los internos con más tiempo en ese sitio, se encuentra que no hay papel alguno que justifique la reclusión de Castañeda, a no ser la leyenda de que ese hombre pequeñito, inofensivo,repetitivo, atentó contra la vida de Gustavo Díaz Ordaz un 5 de febrero de 1970.
Y en efecto, así fue: fanático católico en su juventud, abrumado por la represión estudiantil de 1968, imbuido por el deseo de venganza, Castañeda se hizo de una Luger calibre 38, se enteró que el 5 de febrero Díaz Ordaz estaría en el Monumento a la Revolución para celebrar la Constitución Mexicana -chiste cruel, ya sé-, se colocó cerca de la comitiva del Presidente y disparó... hacia el auto en el que iba el Secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán. Detenido, aislado y torturado -por el mismísimo Miguel Nazar Haro, de la extinta Dirección Federal de Seguridad-, Castañeda fue enviado al Hospital Samuel Ramírez Moreno así nomás, sin juicio alguno, sin legalidad de ninguna especie, nomás porque sí, porque podían -¿y podrán, a partir del 1 de diciembre?- hacerlo.
El documental de Solar Luna tiene una estructura clásica, académica: cabezas parlantes bien editada por el cineasta Ernesto Contreras; imágenes diversas de archivos televisivos-cinematográficos-fotográficos; el testimonio clave del periodista Gustavo Castillo, quien fue el que dio a conocer el caso de Castañeda en La Jornada; las versiones del propio Castañeda y de su hermano; y, por supuesto, entrevistas con los médicos y un enfermero que atendieron en su momento al "famoso" paciente interno que, por su actitud pacífica y su obsesión religiosa, era conocido en el Hospital como "el padrecito".
Aunque la personalidad y el diagnóstico de Castañeda permanecen elusivos -¿simple fanatismo religioso?, ¿esquizofrenia?, ¿efectos de haber sido enclaustrado y medicado durante más de dos décadas?-, lo que sí aparece, claro y transparente, es el abuso de poder del Estado mexicano burocrático-priísta: la construcción de un pabellón especial -el número 6- exclusivamente para él, en el que estuvo recluido, en completa soledad, durante cuatro años; traslado posterior al Pabellón 5 del mismo hospital, en los que sólo estaban los pacientes peligrosos -un apacible ancianito, Fulgencio, dice que mató a otro a puñaladas porque le quiso arrebatar su comida-; congelamiento de la "recomendación" médica de darlo de alta en 1978 -Castañeda estaría ahí 15 años más sin justificación alguna-; y, por supuesto, absoluta impunidad. ¿Quién decidió llevarlo ahí? ¿En dónde está el dictamen médico? ¿Quién dio la orden para construir un pabellón especial para tener como único paciente a Castañeda? Nadie sabe, nadie supo.
Al final, no es de extrañar que Castañeda se niegue a dejar la calle. Sabemos que estuvo un tiempo viviendo con su hermano, lo vimos llegar al albergue "Coruña" y aceptar las condiciones de sus directivos -"tiene que dormir aquí, tiene que llegar todos los días a las cinco de la tarde, tiene que seguir las reglas"- pero, al final, nos enteramos que al momento de estar terminando el documental, el 18 de febrero de 2010, Castañeda había regresado a vivir a la calle. Después de 23 años recluido, ¿podemos reprochárselo?
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momo