FICUNAM 2012/VI
Presentada en Sundance 2012 y en la sección Forum de Berlín 2012, Bestiario (Bestiaire, Canadá-Francia, 2012), sexto largometraje -segundo de tipo documental- del canadiense Denis Côté (Curling, 2010), ha sido programado en la sección Trazos del FICUNAM.
Se trata de una demandante cinta contemplativa que en su título y en su escena incial nos ofrece la clave del tono y el objetivo. Estamos ante una colección de bestias tomadas fragmentariamente por la cámara inmóvil de Vincent Biron: un ejercicio de apropiación visual de esos animales que viven para ser observados por los visitantes del Parc Safari de Hemmingford, Québec.
La escena inicial de este documental sin música y sin narración de ningún tipo nos da la clave: cinco estudiantes de arte se concentran viendo y dibujando un pequeño venado disecado. Lo que veremos a continuación, a través de esta cinta concebida por Côté, es algo similar: la mirada del cineasta y su cinefotógrafo dirigida a un grupo de animales en cautiverio.
Algunos de las composiciones son ingeniosas: la cabeza de un avestruz que se asoma por la parte inferior del encuadre, las pequeñas manos de un mamífero (¿una zarigüeya?) que está sosteniendo su comida, un mono araña que no se despega de su peluche... En ocasiones, los animales (¿curiosos?, ¿acusadores?) devuelven la mirada hacia la cámara y nosotros nos convertimos en los observados. Más tarde, cuando vemos a los empleados y veterinarios atender a los animales en sus jaulas, pasamos a observar lo que hacen nuestros compañeros de especie: alimentan, bañan, curan y, de repente, también se pierden observando a esos mismos animales.
Hacia poco más de la mitad del filme, vemos otro ejercicio de apropiación: el profesional trabajo de un taxidermista que toma los cuerpos de innumerables animales -jabalís, patos, venados- para fijarlos en el tiempo y en el espacio. No está claro si eso sucede en algún lugar dentro del propio Parc Safari -supongo que sí- aunque esto es lo de menos: se trata de lo mismo. Es decir, los artistas dibujando un animal, la cámara tomando los animales de un zoológico, un taxidermista conservando sus cuerpos y, al final, vemos centenares de seres humanos que, en verano, visitan el parque, pasean sobre un elefante, le toman fotos a un león dormido, transitan en sus autos mientras unas cebras trotan junto a ellos... No lo podemos evitar: estamos destinados a apropiarnos de una u otra forma de todo eso que no nos pertenece, empezando por las imágenes que nos rodean, terminando con los cuerpos vivos y muertos de esos seres vivos que tanto nos causa gracia ver enjaluados o caminar libremente en un zoológico. Bestias ellos, como nosotros.
Otro tipo de observación ha llevado a cabo Kyzza Terrazas en su opera prima próxima a estrenarse comercialmente El Lenguaje de los Machetes (México, 2011), presentada el año pasado tanto en Venecia 2011 como en Morelia 2011. Producida en parte por Canana -es decir, Gael, Diego, Naranjo-, el guionista de Déficit (García Bernal, 2007) ha dirigido una cinta exasperante pero, creo entender, de eso se trata. Aunque también creo que a Terrazas se le pasó la mano.
Ray y Ramona (Andrés Almeida y Jessy Bulbo) son dos treintañeros militantes de izquierda. Él proviene de una familia burguesa -su mamá es Julieta Egurrola, que no podría encarnar a alguien sin dinero aunque quisiera- y ella es hija de un guerrillero desaparecido en los años 70. El compromiso por las causas populares, sin embargo, no deja de ser muy superficial: ella va y grita en alguna marcha conmemorativa del '68 y él va a Atenco con su camarita de video a tomar la represión policial sobre los celebérrimos macheteros de la época de Fox. Este par de irritantes radical-chic de Región 4 no tiene, pues, oficio ni beneficio: ella canta unas horrendas canciones -compuestas por la propia señorita Bulbo y el cineasta Terrazas-, pero él no hace ni siquiera eso y cuando se reúnen con sus amigos fuman mota, se empolvan la nariz y gritan consignas que se quieren anarquistas/destructivas.
Ramona quiere tener un hijo -para darle resistol a los tres años, dice ella, pero no se asuste: es broma- pero Ray tiene otra idea más trascendente. De eso trata la segunda parte de la cinta, en la que Ray ha decidido pasar a la posteridad haciendo algo que no puede pasar desapercibido: nadie más le va a llamar "güerito" culero o algo así. Él tiene los suficientes pantalones para hacerlo... ¿o no?
Hay que aplaudir a Terrazas la elección del tema y su retrato nada condescendiente de sus dos protagonistas, especialmente en el caso de Ray. Habría que señalar, también, los tropiezos: un juego actoral defectuoso (ni Bulbo ni Almeida están particularmente convincentes), una subtrama a la que le faltó desarrollo -la hermana de Ramona que se encuentra en el psiquiátrico- y una puesta en imágenes mareadora, pues la cámara en mano de Christian Rivera se mueve siempre, para todas partes, para todos lados, aunque a veces no tenga mucho sentido. De todas formas, una opera prima meritoria que merece ser vista y discutida.
El Lenguaje de los Machetes se exhibe hoy a las 15 horas en la sala Julio Bracho. Bestiario, en el mismo sitio, pero a las 20:45 horas.
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