El Hombre sin Pasado
Vi El Hombre sin Pasado (Mies Vailla Menneisyyttä, Finlandia-Alemania-Francia, 2002), décimoquinto largometraje de Aki Kaurismäki, en el momento de su estreno hace casi una década, y aunque recuerdo que me gustó mucho -creo que todavía no he visto la película de Kaurismäki que me haya molestado- no se coló a mi top-ten de ese año. De todas formas, desde entonces no la volvía a ver hasta hace unos días que me topé con ella en un botadero de DVDs. La edición de Zima es, previsiblemente, bastante modesta en cuanto a extras se refiere. No hay queja por ello: sí por los subtítulos que, para decirlo, amablemente, están hecho de una forma muy descuidada. Y no me refiero a la traducción -entre mis gracias no está saber finlandés- sino a la mera redacción de los diálogos: errores de dedo, palabras mal escritas y/o incompletas, horrores ortográficos. Sí, ya sé que los DVDs de Zima son baratos y más en los botaderos, pero no creo que suba demasiado el precio de sus ediciones si cuidan esos "insignifcantes" detalles de forma -que, en realidad, son de fondo. En fin.
En cuanto a la película en sí, ahora que la vi por segunda ocasión, me pareció aún más interesante y lograda. No recordaba la fineza irónica de muchas de las escenas ni, tampoco, algunos regocijantes diálogos montypythonescos. Lo que sí no se me había olvidado es la indeclinable buena voluntad de Kaurismäki con sus personajes de siempre: los excéntricos, los marginados, los distintos, los solitarios, los olvidados...
El hombre sin pasado -y sin nombre- del título (Markku Peltola) es atacado a las afueras de una estación ferroviaria de Helskinki por unos malandrines para robarle lo poco que tiene: unos billetes, algo de ropa y nada más. Golpeado brutalmente, "M" -así se le identifica en los créditos- es llevado a un hospital en donde muere frente a un impávido médico y una enfermera agotada. Sin embargo, no bien acaban ellos de abandonar la sala de emergencias, cuando "M" vuelve milagrosamente a la vida, sale del hospital vendado, semidesnudo, sin memoria y sin dinero. "M" terminará siendo adoptado por la generosidad colectiva de un pequeño grupo de depauperados que vive en unos "containers" ferroviarios improvisados como viviendas. Ahí, entre ellos, "M" recuperará no tanto su memoria sino un motivo para seguir viviendo, para enamorarse, para respetarse a sí mismo.
Contada así, la trama parece haber salido de un telefilme dominguero de Hallmark Entertainment. Sin embargo, Kaurismäki nunca se deja llevar por el sentimentalismo ramplón. A lo largo de la cinta, mientras "M" recupera su vida -la de antes, la que no recuerda, pero también la nueva, que resultará ser mejor que la otra-, Kaurismäki no deja que la sonrisa se borre de nuestro rostro. Su discurso visual-auditivo-moral está matizado por una suave ironía nunca burlesca, siempre generosa, con la trama y sus personajes: irrupción constante de música diegética que acompaña, subrayando/contrastando lo que vemos en pantalla; fiero nombre para un perro quesque terrible ("Hannibal") que resultará ser fiel perrita faldera ("Me engañaron: me la vendieron como macho"); guardia dizque explotador que habla con sentencias evangélicas pero que resultará ser más blando que su perro -digo, perrita- "Hannibal"; hilarante duelo legaloide entre un abogado y un policía que no quiere dejar libre a "M" nomás porque sí; participación de un excéntrico grupo musical rockero, pariente cercano de Los Vaqueros de Leningrado en América (1989), que toca emocionadas canciones de redención religiosa; sabio dictum humanista que no renuncia a la existencia de Dios pero apuesta sabiamente por lo que sucede en este mundo ("La piedad reina en los cielos, pero aquí todos debemos ayudarnos"); re-encuentro final esperado y esperable entre "M" y su keatoniana amada Irma (Kati Outinen), con todo y chaplinesca imagen final caminando hacia el horizonte, cual re-elaboración desvergonzada del desenlace de Tiempos Modernos (Chaplin, 1936). Pero, qué caray, todos tienen derecho a un final feliz. Por lo menos en el cine de Kaurismäki.
En cuanto a la película en sí, ahora que la vi por segunda ocasión, me pareció aún más interesante y lograda. No recordaba la fineza irónica de muchas de las escenas ni, tampoco, algunos regocijantes diálogos montypythonescos. Lo que sí no se me había olvidado es la indeclinable buena voluntad de Kaurismäki con sus personajes de siempre: los excéntricos, los marginados, los distintos, los solitarios, los olvidados...
El hombre sin pasado -y sin nombre- del título (Markku Peltola) es atacado a las afueras de una estación ferroviaria de Helskinki por unos malandrines para robarle lo poco que tiene: unos billetes, algo de ropa y nada más. Golpeado brutalmente, "M" -así se le identifica en los créditos- es llevado a un hospital en donde muere frente a un impávido médico y una enfermera agotada. Sin embargo, no bien acaban ellos de abandonar la sala de emergencias, cuando "M" vuelve milagrosamente a la vida, sale del hospital vendado, semidesnudo, sin memoria y sin dinero. "M" terminará siendo adoptado por la generosidad colectiva de un pequeño grupo de depauperados que vive en unos "containers" ferroviarios improvisados como viviendas. Ahí, entre ellos, "M" recuperará no tanto su memoria sino un motivo para seguir viviendo, para enamorarse, para respetarse a sí mismo.
Contada así, la trama parece haber salido de un telefilme dominguero de Hallmark Entertainment. Sin embargo, Kaurismäki nunca se deja llevar por el sentimentalismo ramplón. A lo largo de la cinta, mientras "M" recupera su vida -la de antes, la que no recuerda, pero también la nueva, que resultará ser mejor que la otra-, Kaurismäki no deja que la sonrisa se borre de nuestro rostro. Su discurso visual-auditivo-moral está matizado por una suave ironía nunca burlesca, siempre generosa, con la trama y sus personajes: irrupción constante de música diegética que acompaña, subrayando/contrastando lo que vemos en pantalla; fiero nombre para un perro quesque terrible ("Hannibal") que resultará ser fiel perrita faldera ("Me engañaron: me la vendieron como macho"); guardia dizque explotador que habla con sentencias evangélicas pero que resultará ser más blando que su perro -digo, perrita- "Hannibal"; hilarante duelo legaloide entre un abogado y un policía que no quiere dejar libre a "M" nomás porque sí; participación de un excéntrico grupo musical rockero, pariente cercano de Los Vaqueros de Leningrado en América (1989), que toca emocionadas canciones de redención religiosa; sabio dictum humanista que no renuncia a la existencia de Dios pero apuesta sabiamente por lo que sucede en este mundo ("La piedad reina en los cielos, pero aquí todos debemos ayudarnos"); re-encuentro final esperado y esperable entre "M" y su keatoniana amada Irma (Kati Outinen), con todo y chaplinesca imagen final caminando hacia el horizonte, cual re-elaboración desvergonzada del desenlace de Tiempos Modernos (Chaplin, 1936). Pero, qué caray, todos tienen derecho a un final feliz. Por lo menos en el cine de Kaurismäki.
Comentarios
Es curioso esto de los hallazgos, yo en viles supermercados me he encontrado con rarezas bastante interesantes, y hasta pequeñas joyas fílmicas, a precios irrisorios.
Saludos
anónimo s.
Por otro lado, no es raro el descuidado de las ediciones en español de la obra de Kaurismaki. Poniendo un caso, los subtítulos de una edición de "Nubes pasajeras" tiene unos horrores ortográficos que qué digo horrores... orrorez. Y qué decir de los box sets que hizo Óptima Films (by the way, se agradece el esfuerzo), que en los estuches tiene unas joyas como no distinguir entre comas y puntos o escribir "Guiónista", etc., etc.
Saludos,
Jorge
Saludos,
Jorge
Cuando conozcas el material vas a ver. Las sinopsis están pobremente escritas y no tienen pies ni cabeza.
Jorge