¿Quién es el autor detrás de Aventurera (México, 1949), una de las cintas más celebradas del cine mexicano dentro y fuera de nuestro país? ¿Su actriz principal, la fiera, desatada, vulgar, ingobernable bailarina cubana mexicanizada Ninón Sevilla (1921-)? ¿Su director, el artesano de buen oficio Alberto Gout (1913-1966)? ¿O su guionista, el inmigrante español, cinecrítico ocasional y capcioso escritor bajo contrato Álvaro Custodio (1914-1992)?
El consenso general es que este último, Custodio, fue la fuerza intelectual detrás de la que es, acaso, la mejor película de rumberas en la historia del cine mexicano. Después de todo, han alegado tanto Emilio García Riera como Jorge Ayala Blanco en sus respectivos e inevitables textos (Historia Documental del Cine Mexicano y La Aventura del Cine Mexicano, respectivamente), el cine que dirigió Gout sin los guiones de Custodio fue más bien pedestre, mientras que Ninón Sevilla sin Gout y sin Custodio, se perdió -con la excepción de Víctimas del Pecado (Fernández, 1951) y Noches de Carnaval (Hernández, 1984)- en una letanía de películas mediocres. La teoría de que Custodio era el del talento se apuntala un poco cuando se revisa la filmografía completa del intelectual hispano vuelto guionista. Entre sus trabajos para el cine -muy contados en realidad: apenas si llegan a diez- se cuenta la desaforada comedia autoparódica También de Dolor se Canta (Cardona, 1950), con un Pedro Infante anteojudo que llega a la capital a convertirse en estrella de cine. Sin embargo, si exceptuamos esta hilarante comedia, la verdad es que el trabajo de Custodio, sin Ninón y sin Gout, tampoco es muy trascendente que digamos.
Entonces, mejor volvamos a reformular las preguntas iniciales en una sola: ¿No será que, en realidad, el éxito de Aventurera no se debe, en exclusiva a un auteur, es decir, a Gout, Sevilla o Custodio, sino al feliz encuentro de esos tres talentos, sumados a las canciones de Agustín Lara, la fotografía de Alex Phillips, el diseño de producción de Manuel Fontanals? ¿No será que estamos ante una obra de equipo, una gran película industrial realizada por un puñado de auténticos profesionales que de esta manera correteaban y alcanzaban muy dignamente la chuleta?... Ah, que bien se siente descubrir el agua tibia.
La cinta inicia en Chihuahua, en el seno de una idílica familia clasemediera que es destruida cuando la mancornadora madre (Maruja -¿o Piruja?- Grifell) engaña al bondadoso padre de Elena Tejero (Ninón), quien ve cómo su papacito se pega un balazo de pura desesperación. Elena, abandonada por la mamá y huérfana de padre, decide viajar a ese hoyo de perdición que, circa 1949, era Ciudad Juárez (ahora, por supuesto, es otra cosa). La pobre Ninón quiere trabajar decentemente (secretaria, mecanógrafa, mucama), pero su puerquecito tentador (diría Brozo) hace que todo mundo enloquezca por ella. Sin dinero y sin trabajo, Ninón se encuentra con Lucio "el Guapo" Saénz (Tito Junco, muy en su papel), un antiguo pretendiente, que la invita a cenar, la emborracha y la vende a la altiva matrona-madrota Rosaura (Andrea Palma, ajadamente señorial), que regentea un cabaret que funciona también como casa de citas (¿o es al revés?). En una serie de vueltas de tuercas cada vez más absurdamente melodramáticas, Ninón terminará casándose con un abogado pirrurris tapatío (adecuadamente blando Rubén Rojo), cuya madre es, nada menos, que la propia Rosaura, quien en la rancia Guadalajara es conocida como "la viuda de Cervera", una de las doñitas más respetadas de esa conservadora ciudad ultracatólica. La venganza de Ninón será cruel, brutal, y no respetará valor social alguno. Como dice la inmortal canción de Lara, Ninón, esa aventurera, venderá caro su amor... y su revancha.
Cuando Gout dirigió Aventurera, el cineasta ya tenía una sólida trayectoria industrial. Se trata, de hecho, de su décimocuarto largometraje, para el cual fue contratado por la casa Calderón con el fin de hacer un vehículo, uno más, para el lucimiento de su actriz exclusiva Ninón Sevilla, quien había trabajado para los Calderón como actriz secundaria desde Pecadora (Morales y Schlieper, 1947) y a la que habían convertido en protagónica desde Revancha (1948), ya dirigida por Gout, aunque sin guión de Custodio. Aventurera tiene los ingredientes industriales perfectos que amarran a la cinta al género cabaretil/rumbero de los años 40/50 del siglo pasado: cinco intermedios cantados (con las voces de Ana María González, Toña la Negra, Pedro Vargas), tres imposibles números musicales (creador por la propia Ninón, nada menos), una historia emblemática de inocencia mancillada por la perversión y un cuadro actoral que, a esas alturas, ya coqueteaba con la leyenda: Andrea Palma, la prostituta que se convirtió en La Mujer del Puerto (Boytler y Sevilla, 1934), la cabaretera a fuerzas que soñaba con despertar en un Distinto Amanecer (Bracho, 1943), es ahora, ya vieja, una desalmada madrota que se disfraza de madre abnegada y viceversa; Miguel Inclán, un siniestro y violento asesino rengo y mudo que, después de olisquear un pañuelo que Ninón llevaba en su pecho, se transforma de terrible cancerbero en fetichista perrito faldero al que sólo le falta mover la cola; y la propia Ninón Sevilla, que nunca fue una actriz muy sutil que digamos pero vaya que nunca lo necesitó: grita destemplada, pela chicos ojotes, ataca con una botella, patea en el suelo al tipejo que se llevó a su mamá, escupe veneno cada vez que ve a su hipócrita suegrita Rosaura, ve a través de su mamá a la que ni en su lecho de muerte perdona, coquetea salazmente con su cuñado adolescente nomás por joder, baila Frenesí en su propia boda nomás para humillar a toda la alta sociedad tapatía y aparece, destrampada, en números musicales/surreales que pertenecen al mundo de la fantasía y del delirio (esa coreografía en donde Ninón se multiplica por seis, por siete... ¿en donde ocurre?, ¿en el cabaret?, ¿en el mundo del cine sin coartada alguna?, ¿en el sueño húmedo de Gout, Custodio, los productores, el público?).
Lo notable es que los tics genéricos más evidentes del cine de rumberas -es decir, las canciones, los bailes, los actores, la escenografía- son fácilmente identificables en Aventurera y no difieren gran cosa de otras muchas -y olvidables- películas más. Lo que hace trascender este filme es, ya lo han dicho otros, la subversiva inversión de los valores morales que propone, su radical negativa a lanzar una moraleja edificante, su voluntad de ridiculizar el mito fílmico de la madre abnegada (es infiel la mamá de Ninón, su suegra es la madrota que vendió su virginidad) y, last but no least, la magnética presencial sensual/sexual de Ninón Sevilla que volvía locos a todos los hombres que aparecen en el filme y que volvió locos a los cinecríticos franceses de Cahiers du Cinéma, que escribieron algunas de las páginas más ardientes que hayan sido dedicadas a cualquier actriz mexicana en esa revista.
Por ejemplo, un tal Robert Lachenay, en Cahiers..., citado por Ayala Blanco en La Aventura del Cine Mexicano, escribió acerca de Ninón: "Mirada inflamada, boca de incendio, todo se alza en Ninón (la frente, las pestañas, la nariz, el labio superior, la garganta, el tono con que se enfada), las perspectivas huyen por la vertical como otras tantas flechas disparadas, desafíos oblicuos a la moral burguesa, a la cristiana y a las demás". Ah, sí: ese Lachenay tan entusiasta se llamaba, en realidad, Francois Truffaut.
Comentarios
O a fin de cuentas, el cine cabaretero (que luego acabó mutando, como los bichos anaeróbios porcinos, en el Fichero), es sólo una variante lógica de ese añejo y ahora olvidado cine de pecadoras.
Duende: Son dos cosas diferentes. En Santa, la protagonista, por muy puta que siga siendo es, también, una mujer pura en el alma -chin: qué bien me sale: debo empezar a escribir telenovelas. En cambio, con las cabareteras/rumberas de los 50 -y especialmente con Ninón- el asunto es que la mujer disfruta siendo lo que es. Tiene muy pocos remordimientos, baila desaforadamente, destruye vidas, familias, reputaciones... Mastica hombres y luego los escupe. Sí, creo que son diferentes.
Lo que sí no sabía es que la había hecho en cine Irán Eory. Mmmm... me la imagino con pelo negro. Mmmm...
En relación a Rubí, me parece que la historia ha sido mejor explotada en televisón que en cine. Hace no mucho la vi de nuevo en De Película y se me hizo bastante malita, con todo y la presencia de la bellísima Irán Eory, que por cierto nunca me convenció como villana. En cambio, Aldo Monti me resultó el más creíble de todos los que aparecen en ese churrito...
Y si de Rubí de telenovela se trata, me quedo con la que interpretó Fanny Cano, que mujer tan más guapa...
Saludos
FABIO
¡Flor de fango, carne de cabaret, que paguen con diamantes tus pecados!
Ajua.
Mauricio: Saludos y gracias.
Chanoc -> Andrés García
Tzekub -> Ramón Valdés
La burla fue cuando ya Chanoc era uno de los hermanos Gurza, los de los animales amaestrados, el malo de la película era el otro hermano (que son igualitos, por cierto, así que uno se preguntaba si el pleito de Chanoc era con su carnal) y el Tzekub era ese que dices, supongo. La neta no me acuerdo.
Y el que recuerdo entonces fue ese tal "Cobitos". Un viejazo que ni gracia tenía. Entonces sí era Don Ramón...
¿Y qué decir de Chanoc versión Gregorio Casal? Jo.
Gran texto.
Un saludote.
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Lo que dices de González Iñárritu es lo que pensé cuando ví Los Tres Entierros, Ernesto. A mí me gustó lo que evocó el trabajo de Arriaga en otras manos y con otro equipo, cuando Arriaga por Iñárritu en general me ha gustado de poco a nada.
Dicho lo cual, sigo sin ver El Búfalo de la Noche y por supuesto me falta ver El Llano en Llamas.