Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXCII




Un final feliz (Happy End, Francia-Austria-Alemania, 2017), de Michael Haneke. El décimo-segundo largometraje de Haneke es una menor cinta-summa de temas, obsesiones y personajes del cineasta austriaco. Mi crítica en la sección Primera Fila del Reforma del viernes pasado. (**)

La maldición del diablo (Still/Born, Canadá, 2017), de Brandon Christensen. Después de perder a uno de sus gemelos en el parto, la joven pareja formada por Mary (Christie Burke) y Jack (Jesse Moss) empieza a vivir en una enorme caserón de algún adinerado suburbio en una anónima ciudad norteamericana. Sin embargo, desde los primeros días al llegar a su nuevo hogar, a la comprensible depresión post-parto (y al dolor por la muerte al nacer de uno de los dos bebés), Mary le agrega alucinaciones visuales y auditivas que le hacen creer y luego asegurar que alguien quiere llevarse a su hijo recién nacido. Por supuesto, como se trata de una joven mamá inexperta, depresiva e histérica, nadie le cree nada.
La opera prima de Christensen es una entretenida pieza de género que, más allá de las referencias visuales, temáticas y argumentales dejadas caer por aquí y por allá -desde La profecía (Donner, 1976) hasta la saga de Actividad paranormal, pasando por El resplandor (Kubrick, 1980) o la saga nipona Ju-on-, se logra sostener por una sólida ejecución y una convincente interpretación de parte de Miss Burke, que demuestra poseer un amplio rango como actriz. Perfecto como palomazo de fin de semana para los amantes del horror. (*1/2)

Ant-Man and the Wasp (Ídem, EU, 2018), de Peyton Reed. Lo escribí hace tres años por acá cuando se estrenó la presentación de este poco conocido personaje de la Marvel y, ni modo, tuve la razón: echaron a perder todo. Mi crítica in extenso, por acá. (-)

A la deriva (Tjuvheder, Suecia, 2015), de Peter Grönlund. La opera prima de Grönlund -ganadora de una mención especial en la sección de Nuevos Directores en San Sebastián 2015- es un sólido drama femenino centrado en Minna (espléndida Malin Levanon, ganadora del premio de la academia sueca de cine en 2016 por esta actuación), una mujer que, como el titulo en español lo indica, sobrevive como puede y a la deriva -aunque con un gato en ristre- entre nubes de alcohol, dosis de droga, deudas de juego y broncas diversas que la mantienen con un pie de volver a la cárcel.
En una de sus -literalmente- correrías, Minna traba amistad con Katja (Lo Kauppi), una alcohólica que ha perdido el derecho de vivir con su hijo debido a su adicción. Las dos mujeres empiezan a vivir en una suerte de colonia marginal de trailers-park regenteada por el generoso pero enérgico Boris (Tomasz Neuman) hasta que el pasado -y las coincidencias del guion escrito por el propio cineasta debutante- las alcanza.
A la deriva cumple con creces con dos de los elementos básicos de cualquier woman's film que se respete: sus protagonistas sufren -la madre alcohólica Katja lucha por su rehabilitación- y/o se sacrifican -la  decisión que toma al final Minna a favor de Katja, que nos remite a otro melodrama femenino más o menos reciente, Río helado (Hunt, 2008). 
Formalmente hablando, la nerviosa cámara de Staffan Övgard funciona a la perfección para transmitir el precario estado emocional/existencial/socioeconómico de Minna, además de mostrar el rostro (casi) desconocido de la pobreza en Suecia -que, por lo menos visto desde acá, no se compara con la miseria de nuestros países. (**)

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