MICGénero 2012/IV



Hacia la mitad de Polisse (Ídem, Francia, 2011), tercer largometraje como cineasta de la guapa actriz larguirucha de labios sensuales Maïwenn, me di cuenta que lo que estaba viendo es una suerte de re-elaboración francesa, a fascinantes trompicones y a golpes de viñetazo limpio, de la gran teleserie urbano/policial estadounidense The Wire (2002-2008).
La cinta ganadora del Premio del Jurado en Cannes 2011 nos entrega la fragmentada crónica de un París desconocido, en el que la Brigada de Protección de Menores en el barrio bravo y multicultural de Belleville, hace lo que puede -a veces mucho, a veces poco, a veces nada- para proteger a los niños de los abusos a los que están expuestos. Lo terrible es que, por lo general, el abusador es el pariente más cercano -el padre, el abuelo, la mamá, el tío- o el maestro más querido y admirado -el dedicado profesor de gimnasia, por ejemplo.
El guión escrito por la propia actriz/director Maïwenn -en colaboración con otra actriz de la película, Emanuelle Bercot- no explota morbosamente el tema del abuso infantil. De hecho, éste es uno de los dos grandes asuntos que trata el filme, que se muestra igual de preocupado en retratar los infiernos cotidianos/hogareños que algunos niños pueden sufrir, así como en hacer la puntillosa crónica de la manera en la que trabajan esta docena de policías, sus procedimientos, sus encuentros/desencuentros, sus grillas internas, sus broncas familiares y los límites que tienen su propia acción, como queda claro en la subtrama en la que se nos sugiere que un detestable pedófilo (Louis-Do de Lencquesaing) que había abusado de su propia hija, puede ser que evite ir a la cárcel porque tiene mucho dinero y muchas palancas. 
En otras ocasiones, por fortuna, se saborea el triunfo -un bebé de 6 meses es rescatado de su madre prostituta y drogadicta, quien lo había secuestrado- y vale la pena ir a un antro para bailar, tomar, festejar, presumir que su vida y su trabajo tienen sentido. Y a veces, qué remedio, la victoria sabe a derrota, como cuando encuentran albergue para un niño y no para la madre que, desde el principio, entendía que venía a la delegación policial a "dejar" a su hijo para siempre.
El montaje de Laure Gardette -mejor edición en el César 2012- logra que no perdamos el hilo conductor en las dos decenas (¿o más?) de viñetas con las que está conformada la película: los distintos interrogatorios -sea de los niños/niñas víctimas, de sus abusivos victimarios (el abuelo reluctante, el papá cínico, la mamá desconcertada) o de algunos adolescentes que han cometido barbaridad sexual y media nomás "por un iphone"-, las múltiples interacciones que suceden en la oficina, los choques político/burocráticos para conseguir otro automóvil más para la Brigada, las conflictivas vidas familiares/personales de (casi) todos los cuicos/cuicas del Departamento y, por supuesto, el rostro de una Ciudad Luz que tiene una faceta siniestra y oscura en el hogar, en la escuela, en la calle. 
Maïwenn logra notables actuaciones del extendido reparto -ella misma aparece en un papel inicialmente discreto que crece para mal, como una fotógrafa que sigue a los policías de la Brigada durante varios días-, la realización es sostenidamente energética y no hay salidas dramáticas facilonas ni en falso... hasta que llega el desenlace, abrupto, sacado de la manga, incluso hasta ridículo. El malhadado final es el único reproche serio que le puedo lanzar a un notable filme que, como anotaba al inicio, podría entenderse como la respuesta cinematográfico-francesa a The Wire: en dos apretadas y trepidantes horas, entendemos un ecosistema policial/criminal, de cima a sima. Podríamos estar hablando de una obra mayor, pero ese desenlace, horas después de haberlo visto, nomás no me convence.

Polisse se exhibe este martes 4 de septiembre a las 16 horas en el Museo de Arte Carrillo Gil.

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