MICGénero 2012/V
Estamos en el Nueva York sucio, violento, oscuro y peligroso de los años 70. En esa enorme ciudad vive Max Jerry Horowitz, un hombrón solitario de 44 años que pesa 159 kilos, sufre de crisis de ansiedad, visita semanalmente a su psiquiatra y habita un pequeño departamento en el que, descontando a un amigo imaginario que se la pasa leyendo libros de auto-ayuda, no tiene más compañía que su colección de mascotas: un viejo perico, un gato tuerto y un pez dorado al que tiene que sustituir cada rato porque tiene la mala costumbre de morirse.
Al otro lado del planeta, en Australia, en el pueblito macuarro de Monte Waverly, vive Mary Daisy Dinkle, quien tiene ocho años de edad, ni un solo amigo en el mundo, un defecto de nacimiento -una horrenda mancha en su frente-, una mamá alcohólica adicta al jerez y un papá silencioso y distante que, después de salir de su rutinario trabajo, se encierra en un cuarto a disecar pájaros.
Ellos son los protagonistas de Mary y Max (Mary and Max, Australia, 2009), primer largometraje del australiano Adam Elliot (ganador del Oscar al Mejor Cortometraje Animado por Harvie Krumpet/2003, no visto aún por mí), un genial filme animado en stop-motion y con plastilina (claymation, le llaman en inglés) que, por azares e injusticias de nuestra distribución cinematográfica nunca vimos comercialmente en México. Una lástima porque se trata de una de las mejores películas del año... de cualquier año, de hecho.
Con las voces de Philip Seymour Hoffman (Max), Toni Collete (Mary adulta) y la autoritaria entonación del narrador omnisciente Barry Humphries, Elliot nos entrega una a veces deprimente, a veces divertida y, al final de cuentas, conmovedora historia de amistad entre dos seres solitarios y separados por miles de kilómetros. La forma en la que el cuarentón y obeso mórbido Max y la chamaca tímida de 8 años Mary entran en contacto es por un mero impulso de la niña: ve un directorio telefónico de Nueva York, elige un nombre al azar y luego le escribe una carta a ese tal Max Horowitz que no conoce para preguntarle, por ejemplo, de dónde salen los niños allá en América, pues en Australia le han dicho que salen de los tarros de cerveza. Como gesto de amabilidad, Mary agrega una barra de chocolate para ese lejano amigo por correspondencia. Cuando Max recibe la carta, la lee tres o cuatro veces y, luego, decide contestarla. Después de todo, si alguien le escribió, tiene que responder. Es lo lógico, se dice a sí mismo Max quien, luego sabremos, tiene el síndrome de Asperger, por lo que el comportamiento humano "normal" es para él un completo misterio. Así que Max responde la carta y así inicia una amistad por correspondencia que se alargará hasta que Mary cumpla los 25 años de edad, después de haberse graduado de psicología y haber escrito un libro sobre enfermedades mentales como la que padece su gordazo amigo al que nunca ha visto en persona.
Supuestamente basado en un hecho real -aunque, claro, hasta Abraham Lincoln vs. el Chupacabras presume de eso-, Mary y Max es una maravilla por partida doble. Por un lado está el detalle con el que el oscareado Elliot trabaja la técnica del claymation. El cuidado en la realización se nota desde el inicio con el título del filme -Mary escrito de manera manuscrita; Max, en máquina de escribir: esas eran las formas de comunicarse de los dos personajes-, sigue durante toda la cinta en el claro contraste de los dos mundos en los que viven él (un Nueva York gris, oscuro, desprovisto de colores cálidos) y ella (una Australia más colorida, más optimista, más alegre), pasando por los innumerables detalles humorísticos en la creación de los personajes: la alcohólica mamá ladrona de Mary, la casi ciega vecina de Max, el anciano vecino mutilado y agorafóbico de Mary, o los idiosincráticos animales -el gallo de Mary, las mascotas de Max- que aparecen en todo momento.
El segundo elemento notable es la forma en la que el Elliot guionista lidia con los problemas de sus personajes. A lo largo del filme vemos los estragos causados por el alcoholismo (la madre de Mary), la depresión (Mary adulta), la soledad (todos los personajes) o la discapacidad mental permanente (Max que, a veces, parece el más sensato de todos). Elliot no dulcifica ninguna de estas situaciones, pero tampoco hay explotación miserabilista o chantaje de ningún tipo: en cada momento el Elliot animador encuentra la forma de agregar un elemento de humor absurdo en lo que vemos y eso nos lleva a la carcajada liberadora. Elliot permanece fiel a sus personajes y a su historia hasta en el mismo desenlace, en el que hay frustración, dolor y, también, una sonrisa abierta, generosa. Una película extraordinaria.
Mary y Max se exhibe el 11 de septiembre en el Museo Carrillo Gil a las 18 horas, el 13 de septiembre en el Museo de la Mujer a las 14 horas y en el Centro Cultural España ese mismo día a las 17 horas. Finalmente, en el CCU Tlatelolco, el 18 de septiembre a las 18 horas.
Comentarios
Y lo mejor de todo es que por primera vez los astros se alinearon y la voy a poder ver. Hoy en el Carrillo Gil, ahi estaré
:)
Que maravilla, al rato comento.
En lo particular me sacó lagrimas una escena, cuando Mary tiene un dia de perros y le escribe a Max y al final le dice que ya le va parar porque sus lagrimas van a borrar la tinta snif!
Y que gusto ver que no soy el unico loco en este planeta que pone Pd1, Pd2, Pd3 y asi jajaja
Se cuela directo a mi Top del año.
Saludos
No tengo nada más que agregar a la reseña, salvo el hecho de que al buen Adam Elliot le interesa mucho el tema de la discapacidad neuronal, siendo que toda su obra esta basada en su experiencia personal y familiar (según Wikipedia, padece de tics nerviosos, y su trilogía de cortos previos está inspirada en historias familiares).
Ayer tuve ocasión de ver en YouTube sus cortos Harvey Klumpet y Brother, y confirmo con ellos que Elliot es un gran cineasta y animador. No hay que perderle la huella.
Voy a ver ahora sus demás cortos, Uncle y Cousin. Ya les platicaré qué tal. Les recomiendo que hagan lo mismo, valen mucho la pena. Saludos.
Podemos debatir si es mejor Up o Mary & Max (yo me quedaría con esta ultima), hubiera sido una reñida premiacion, pero al parecer para los que hicieron la selección fue mucho mejor la Princesa y el Sapo.
Lo que nos lleva a preguntarnos por que? La habrán considerado ofensiva? con poco valor cinematográfico? Tal vez necesitaban que fuera una película a la cual se le pudiera explotar mas con el merchandise? o quizá hay una regla no escrita que para ganar un oscar tiene que ser una película apta para toda la familia? Acaso no la quisieron poner a competir con Up? Up también estaba nominada para mejor película, suponiendo que Mary & Max ganara mejor Animación, que excusa hubieran tenido para poner a Up en mejor película? Nunca se sabrá.
Hipócritamente hay quienes están haciendo todo lo posible para que una animación se lleve un Oscar a mejor película, ya hasta están recibiendo nominaciones, me atrevería a decir es que esas mismas personas solo buscan que SU animación y la de nadie mas sea que se lleve el tan anhelado premio.
Ya es insultante que la princesa y el sapo siguiera adelante sobre una película de mayor merito, (y no por que este reclamando el oscar) lo peor del caso (y lo que da coraje) es que estando en la terna final la película hubiera recibido una gran exposición. Hoy en día Up aun sigue engrosando las arcas de Disney mientras Mary & Max se pierde en el olvido.
Lo reconfortante del caso, es saber que hay gente que escucha el perpetuum mobile de la Penguin Cafe Orchestra y que mágicamente en sus cabezas aparecen dos nombres: Mary & Max
Es bueno volver a leerlo (no había tenido acceso a internet en un tiempo). Saludos!
saludos
'perame, al final no se los comio el chupacabras...
Buscare esta pelicula.
Max: Shit happens, diría el filósofo. Y sí, creo que esta cinta es superior a Up. Y a todas las de esa terna con la excepcíon, acaso, de Mr. Fox. Pero, bueno, así fue. La explicación, seguramente, tiene que ver con organización y dinero. Disney estrenó su película en todos lados, y Eliott pues no. Y si a esto le suma los screeners que seguramente mandó Disney a la casa de cada votante del Oscar, para recordarle de lo grandioso de la cinta, pues ya tienes la explicación. Qué remedio.