La Marcha Nupcial
Von Stroheim dándole ideas a los diputados panistas
La Marcha Nupcial (The Wedding March, EU, 1928), séptimo
largometraje de Erich von Stroheim, fue producido fuera de los grandes estudios
después de que el cineasta austriaco había sufrido la mutilación y el fracaso
económico de Avaricia (1924) y haber
gozado del triunfo y el éxito en taquilla de su siguiente filme, La Viuda Alegre (1925) –aunque, a decir
verdad, von Stroheim no ganó mucho dinero con este segundo filme, pues la MGM
le “descontó” las ganancias de La Viuda
Alegre para “abonar” el desastre financiero que resultó Avaricia.
En
todo caso, el éxito de La Viuda Alegre
le permitió a von Stroheim jugar a la producción independiente. Un millonario,
Pat Powers, salió al quite para financiar su siguiente épica cinematográfica:
una historia de amor ambientada en el Imperio Austrohúngaro, en plena Gran
Guerra y que sería estrenada en dos partes de poco menos de dos horas cada una.
Al final de cuentas, fiel al destino fílmico que sufrió von Stroheim durante
toda su carrera, el director austriaco solo pudo realizar la primera parte. La
secuela, titulada The Honeymoon
(1928), fue editada sin su consentimiento sin haber sido terminada, fue
estrenada solo en Europa y desapareció del mapa cuando la única copia existente
se quemó en un incendio ocurrido en la Cinemateca Francesa en 1957.
En
todo caso, más allá de que el proyecto no pudo ser terminado como deseaba von
Stroheim, hay que decir que lo que sobrevivió hasta nuestros días, esta primera
parte titulada La Marcha Nupcial, es
de lo mejor en toda la filmografía del director de Queen Kelly (1929). Incluso, bien podría alegarse que se trata de una
de sus cintas más redondas, ya que su llamada obra maestra, Avaricia, fue mutilada criminalmente y
acaso nunca conoceremos el corte original de 9 horas.
La Marcha Nupcial, escrita por el
propio director en colaboración con Harry Carr, nos ubica en Viena, en 1914, en
los albores de la Gran Guerra. El Príncipe Ottokar von Wildeliebe Rauffenburg
(George Fawcett) y su esposa, la Princesa María (Maude George), pueden tener
todos los títulos nobiliarios posibles –él es Capitán de la Guardia Imperial- y
un apellido “de un kilómetro de largo”, pero no tienen en qué caerse muertos.
Por eso, cuando su indolente hijo único Nicholas (von Stroheim himself) les
pide una lana para sostener su tren de vida, los príncipes le dicen, a voz en
cuello, que “se case con el dinero”.
Y da la
casualidad que, por ahí, queda una soltera codiciada. Es cierto que es tímida, esmirriada y cojea visiblemente, pero Cecelia Schweisser (Zasu
Pitts) es la heredera de un nuevo rico que, en una escena particularmente
grotesca, en medio de una orgía –con trago, mujeres y negros incluidos- negocia
con el Príncipe Ottokar el matrimonio de sus respectivos retoños por un millón
de kronens. Sin embargo, Nicholas –o Nicky, como le gusta ser llamado- se ha
enamorado de una bellísima arpista pobretona, Mitzy (Fay Wray unos años antes
de enamorar a cierto chango gigantesco), a quien le hace la ronda un vulgar y
violento carnicero (Matthew Betz). ¿Qué cree usted que pasará? ¿Triunfarán los
“verdaderos enamorados” a quienes dedica von Stroheim su película? ¿O ganará el
siniestro “Hombre de Hierro”, la fría estatua de metal que domina la vista de
toda Viena?
Además de los
extraordinarios recursos de producción –la Viena de la juventud de von Stroheim
fue reproducida al dedillo en estudios americanos, la secuencia de la procesión
de Corpus Christi fue realizada en un “revolucionario” technicolor-, La Marcha Nupcial se sostiene impecable/implacable por sus
escenas y secuencias genuinamente cinematográficas: el flirteo entre Nicky y
Mitzy descrito a través de sus miradas y sonrisas, la orgía en la que von Stroheim se
atreve a mostrar eyaculaciones de champaña en primer plano, el contraste de la
decadente nobleza en su fiesta digna de diputados panistas frente al amor puro de Nicky y Mitzy, además de esa inolvidable secuencia final –retomada años después
por Kurosawa- que es uno de los desenlaces más crueles en la obra de von
Stroheim. Y esto es ya decir algo.
Comentarios
Una gran premonición de von Stroheim con más de 80 años de anticipáción hacía nuestros políticos. Eso es cine que sobrevive la pruebas del tiempo. Touché!