Guadalajara 2013/III



Lo normal es que la migración vaya de Centroamérica hacia Estados Unidos, pasando por México. La Camioneta (EU-Guatemala, 2012), opera prima documental de Mark Kendall, sigue esta misma ruta, pero en sentido contrario. 
La camioneta del título es un camión escolar de cierta escuela pública gringa -de Spotsylvania, Pennsylvania, para ser precisos- que hace el viaje desde América del Norte hasta Guatemala, en donde será pintado y convertido en transporte público para cubrir la peligrosa ruta de Guatemala hacia Ciudad Quetzal. 
El documental de Kendall sigue paso a paso el proceso: la compra en una subasta, el transporte de Estados Unidos a Guatemala en manos del chofer Domingo Lastor, la llegada a Guatemala en donde el importador Gerónimo Requiaq le venderá el camión a plazo a un emocionado hombre llamado Eliodoro, la transformación del transporte en manos del orgulloso pintor/diseñador Mario Enrique Valle y, finalmente, las reflexiones de los futuros choferes del camión, pues en esa violentísima parte del país han muerto asaltados/ejecutados 130 operadores en un año. 
La anécdota podrá parecer mínima, pero Kendall respeta enormemente a sus personas/personajes y la empatía hacia lo que hacen, hacia sus sueños y temores, es más que evidente. Nunca hay un solo dejo de condescendencia en lo que vemos, ni siquiera de ironía. Ahí están los hechos, y la honesta cámara de Mark Kendall para registrarlos.
Tercera Llamada (México, 2012) es el tardío segundo largometraje de Francisco Franco (opera prima Quemar las Naves, 2007). Como Franco es más (re)conocido en el ámbito teatral que en el cinematográfico -aunque ha tenido sus incursiones en la televisión y hasta en la dirección de algún videoclip de Julieta Venegas premiado en MTV-, no sorprende que Tercera Llamada esté ubicada en el mundo teatral y, específicamente, en el montaje de "Calígula, Probablemente", una adaptación de la obra que el propio Franco montó en 1995.
Al salir de la función escuché a más de una persona murmurando y quejándose: "se ve que son puros amigos e hicieron la película para divertirse entre ellos". En efecto, si uno revisa los proyectos teatrales/cinematográficos/televisivos/musicales de Franco, uno encuentra que buena parte del reparto de esta película ha trabajado con anterioridad con el director teatral/cinematográfico -incluyendo, por cierto, Silvia Pinal, pues Franco dirigió algunos episodios de la teleserie "Mujer, Casos de la Vida Real". Sin embargo, el hecho de que Tercera Llamada sea, evidentemente, una reunión de cuates, es más una característica que un defecto. Más bien, por lo menos en este caso, representa una virtud, pues es claro que todos los actores están disfrutando al encarnar  estas versiones/visiones/extensiones de ellos mismos o de personalidades cercanas a ellos. 
La película es una sátira teatral sobre el accidentado montaje del "Calígula" de Camus. La directora Isa (Karina Gidi) cambia de idea a cuatro semanas del estreno -la alegoría fascista del inicio se transforma en un montaje más tradicional-, en un ataque de ira corre a su actor principal que interpretaría a Calígula y lo sustituye con una joven actriz (espléndida Irene Azuela) hija de una leyenda del teatro (Julieta Egurrola), la diseñadora de vestuario (Cecilia Suárez) no hace más que encamarse a uno de los tramoyistas, un anciano actor gay (Ricardo Blume) teme olvidar sus parlamentos, cierta histérica actriz madura (Rebeca Jones) no para de grillar y así, hasta que llega el día del estreno, con todo el elenco y la producción dándose de catorrazos, literalmente, en el escenario.
La farsa funciona razonablemente bien, aunque hay ciertos gags -digamos, la subtrama de "La Rebelión de los Emos"- que no funcionan y algunos cameos -el de Víctor Trujillo como travesti, el de Pinal como lideresa sindical malhablada- que suena más graciosos en el papel que en el pantalla grande. De cualquier manera, la película se sostiene, el reparto es consistentemente eficaz, Irene Azuela se luce de nuevo y Mariana Treviño, en el papel de la sufrida asistente de Isa, es todo un descubrimiento.
Lo mejor del día -y del festival, auguro- fue volver a ver en pantalla grande Ese Oscuro Objeto del Deseo (Cet obscur objet du désir, Francia-España, 1977) que hacía mucho tiempo que no revisaba y, menos aún, en pantalla grande.
Al salir del cine comentaba con Arturo Aguilar que a casi 40 años de haberse estrenado esta película, el testamento fílmico de Buñuel es más audaz, irreverente y politicamente correcto de lo que fue en su tiempo, sin contar que, por las recurrentes escenas de terrorismo o cierta noticias escuchadas en la radio -la aparición de un virus desconocido, por ejemplo-, pareciera que la cinta fue realizada ayer.
La historia y su ejecución es Buñuel en estado puro. La cinta está llena de digresiones curiosas, no falta el signo vacío buñueliano -en este caso, cierto saco que no sabemos qué contiene- y una premisa muy cara al cineasta aragonés mexicanizado: el deseo frustrado de algo que se quiere hacer y no se logra. La historia del burgués pelele Mathieu (formidable Fernando Rey) que no puede vivir sin/con su adorada/elusiva Conchita (Carole Bouquet y Ángela Molina alternando en el papel en otro gran capricho surrealista) es desesperante, provocadora, hilarante y, al final de cuentas, si uno lo piensa un poco, de verdad conmovedora. Los dos se aman tanto que, de seguro, se harán infelices mutuamente el resto de sus vidas... si es que antes no mueren en un bombazo.

Comentarios

Entradas populares