Sed de Sangre
Al inicio de Dos Extraños Amantes (Allen, 1977), Woody Allen cuenta el conocido chiste de las dos ancianas que se quejaban en un restaurante de la pésima comida que ahí servían. "Y, además, en porciones demasiado pequeñas", dice la punch-line. De eso me acordé cuando pensé en una de las objeciones que tengo frente al octavo largometraje de Chan-wook Park, Sed de Sangre (Bakjwi, Corea del Sur-EU, 2009): la película me pareció demasiado larga y, además, creo que le faltó tiempo para desarrollar de manera más convincente a sus personajes.
Parece un contrasentido, pero no lo es: creo que la cinta sí es demasiado larga -es cuestión personal: cada vez tengo le tengo menos paciencia a las películas de más de dos horas: tienen que ser extraordinarias para sostener mi completa atención- pero, además, esa larga duración está desperdiciada en personajes mal escritos o de plano inútiles y, especialmente en su segunda parte, en una orgía de excesos de todo tipo: visuales, temáticos y dramáticos. Por supuesto, si uno conoce la filmografía de Park -sobre todo la trilogía formada por Señor Venganza (2002), Cinco Días para Vengarse (2003) y Señora Vengaza (2005), una de las más grandes trilogías del cine contemporáneo-, el barroquismo visual/narrativo es de esperarse. Pero también es de esperarse disciplina y concentración. No son los excesos los que llegan a hartar: es su falta de sentido.
La cinta tiene un inicio prometedor: el práctico y muy terrenal sacerdote católico Sang-hyeon (el astro Kang-ho Song) decide servir de conejillo de indias para un tratamiento experimental que busca curar una grave enfermedad viral. Después de seis meses de tratamiento, Sang-hyeon muere lleno de pústulas y vomitando sangre pero, instantes después de su supuesto último suspiro, el hombre regresa a la vida completamente curado. Aunque con un pequeño efecto secundario: se ha convertido en vampiro.
Durante la primera parte, Sed de Sangre nos muestra a un vampiro dizque muy original y atípico: uno que no quiere matar a nadie para alimentarse. Esto, en realidad, no es nada novedoso: algunos de los vampiros de Ann Rice -y de su subvalorada adaptación Entrevista con el Vampiro (1994)- ya mostraban ciertos escrúpulos en chupar sangre humana, rasgo que comparten algunos chupasangre de la dispareja teleserie True Blood (2008), para no hablar de los vampiros veganistas de la saga Crepúsculo o del hilarante Conde Pátula, protagonista de la inolvidable serie animada ochentera del mismo nombre, quien además de ser pato, era pacificista y vegetariano.
El problema, por supuesto, es que un vampiro que no sea depredador termina siendo muy aburrido (a menos que sea El Conde Pátula, insisto). Así que durante la segunda parte de la cinta, Sed de Sangre se transforma, sin decir agua va, en El Vampiro Siempre Llama Dos Veces: Sang-hyeon empieza a visitar la casa de un viejo amigo de la infancia, el enfermizo Kang-woo (Ha-kyun Shin), casado con su hermana de crianza, Tae-ju (Ok-bin Kim), quien fue recogida de la calle siendo una niña por la correosa mamá de Kango-woo, la señora Ra (Hae-sook Kim). Muy pronto, el vampiro con sentimiento de culpa Sang-hyeon, que se alimenta por las noches de la sangre de un gordazo comatoso, descubrirá que no sólo tiene ganas de tomar hemoglobina, sino también le urge algo de acción. Y no me refiero a jugar mahjong. Tae-ju siente las mismas urgencias sexosas, pero ahí están Kang-woo y la señora Ra -en realidad Raquin, pues esta parte de la trama está basada en la novela de Emile Zola, Thérèse Raquin- como estorbos...
En esta segunda parte, la cinta se sale de madre: la transformación de Tae-ju en una femme-fatale vampiresa y depredadora no está justificada dramáticamente, las escenas en la que los dos vuelan y saltan entre los edificios roza la parodia genérica, una de las imágenes finales -el mar convertido en un oceáno de sangre- se ve como de portada de disco de rock ochentero, y algunos diálogos son simplemente ridículos sin llegar a ser nunca ingeniosos ni, mucho menos, graciosos ("Olvida las reglas, olvida El Vaticano", le dice Sang-hyeon al viejo cura ciego que le sirve de confesor y alimento ocasional).
Sin embargo, sería una mezquindad negar la grandeza de Park incluso en esta cinta excesiva, desbordada, quebrada y -qué remedio: lo voy a escribir- fallida. Algunos momentos, algunas escenas, algunas imágenes, quitan el aliento. Puede ser que estemos ante una película menor de Chan-wook Park, pero el coreano sigue siendo, qué duda cabe, un gran cineasta.
Recuérdese, por ejemplo, el primer encuentro nocturno, en plena calle, entre Tae-ju y Sang-hyeon. Ella corre descalza, huyendo de su marido, de su madre/suegra, de la vida misma. Sang-hyeon la ve en la oscuridad, la levanta grácilmente y al mismo tiempo que él se quita sus zapatos, hace que Tae-ju se los calce, con una delicadeza conmovedora, casi de fetichismo buñueliano. O recuérdese la larga escena del coito en el hospital, con la cámara de Chung-hoon Chung flotando sobre los cuerpos desnudos de Tae-ju y Sang-hyeon sin corte alguno durante más de dos minutos. O la perturbadora -y esa sí, graciosa- secuencia de la presencia constante de cierto fantasma que no los deja en paz ni siquiera al momento de hacer el amor (¿y, a todo esto, qué pasó con ese fantasma?). O el enfrentamiento entre Tae-ju y Sang-hyeon, atestiguado por la señora Ra, quien pela chicos ojotes cual mamá muda y sufridora de Nosotros los Pobres (Rodríguez, 1947). O, por supuesto, la imagen final de dos zapatos cayendo al piso. Si los zapatos fue el primer vínculo de su amor, los zapatos serán el último vestigio de ello.
Parece un contrasentido, pero no lo es: creo que la cinta sí es demasiado larga -es cuestión personal: cada vez tengo le tengo menos paciencia a las películas de más de dos horas: tienen que ser extraordinarias para sostener mi completa atención- pero, además, esa larga duración está desperdiciada en personajes mal escritos o de plano inútiles y, especialmente en su segunda parte, en una orgía de excesos de todo tipo: visuales, temáticos y dramáticos. Por supuesto, si uno conoce la filmografía de Park -sobre todo la trilogía formada por Señor Venganza (2002), Cinco Días para Vengarse (2003) y Señora Vengaza (2005), una de las más grandes trilogías del cine contemporáneo-, el barroquismo visual/narrativo es de esperarse. Pero también es de esperarse disciplina y concentración. No son los excesos los que llegan a hartar: es su falta de sentido.
La cinta tiene un inicio prometedor: el práctico y muy terrenal sacerdote católico Sang-hyeon (el astro Kang-ho Song) decide servir de conejillo de indias para un tratamiento experimental que busca curar una grave enfermedad viral. Después de seis meses de tratamiento, Sang-hyeon muere lleno de pústulas y vomitando sangre pero, instantes después de su supuesto último suspiro, el hombre regresa a la vida completamente curado. Aunque con un pequeño efecto secundario: se ha convertido en vampiro.
Durante la primera parte, Sed de Sangre nos muestra a un vampiro dizque muy original y atípico: uno que no quiere matar a nadie para alimentarse. Esto, en realidad, no es nada novedoso: algunos de los vampiros de Ann Rice -y de su subvalorada adaptación Entrevista con el Vampiro (1994)- ya mostraban ciertos escrúpulos en chupar sangre humana, rasgo que comparten algunos chupasangre de la dispareja teleserie True Blood (2008), para no hablar de los vampiros veganistas de la saga Crepúsculo o del hilarante Conde Pátula, protagonista de la inolvidable serie animada ochentera del mismo nombre, quien además de ser pato, era pacificista y vegetariano.
El problema, por supuesto, es que un vampiro que no sea depredador termina siendo muy aburrido (a menos que sea El Conde Pátula, insisto). Así que durante la segunda parte de la cinta, Sed de Sangre se transforma, sin decir agua va, en El Vampiro Siempre Llama Dos Veces: Sang-hyeon empieza a visitar la casa de un viejo amigo de la infancia, el enfermizo Kang-woo (Ha-kyun Shin), casado con su hermana de crianza, Tae-ju (Ok-bin Kim), quien fue recogida de la calle siendo una niña por la correosa mamá de Kango-woo, la señora Ra (Hae-sook Kim). Muy pronto, el vampiro con sentimiento de culpa Sang-hyeon, que se alimenta por las noches de la sangre de un gordazo comatoso, descubrirá que no sólo tiene ganas de tomar hemoglobina, sino también le urge algo de acción. Y no me refiero a jugar mahjong. Tae-ju siente las mismas urgencias sexosas, pero ahí están Kang-woo y la señora Ra -en realidad Raquin, pues esta parte de la trama está basada en la novela de Emile Zola, Thérèse Raquin- como estorbos...
En esta segunda parte, la cinta se sale de madre: la transformación de Tae-ju en una femme-fatale vampiresa y depredadora no está justificada dramáticamente, las escenas en la que los dos vuelan y saltan entre los edificios roza la parodia genérica, una de las imágenes finales -el mar convertido en un oceáno de sangre- se ve como de portada de disco de rock ochentero, y algunos diálogos son simplemente ridículos sin llegar a ser nunca ingeniosos ni, mucho menos, graciosos ("Olvida las reglas, olvida El Vaticano", le dice Sang-hyeon al viejo cura ciego que le sirve de confesor y alimento ocasional).
Sin embargo, sería una mezquindad negar la grandeza de Park incluso en esta cinta excesiva, desbordada, quebrada y -qué remedio: lo voy a escribir- fallida. Algunos momentos, algunas escenas, algunas imágenes, quitan el aliento. Puede ser que estemos ante una película menor de Chan-wook Park, pero el coreano sigue siendo, qué duda cabe, un gran cineasta.
Recuérdese, por ejemplo, el primer encuentro nocturno, en plena calle, entre Tae-ju y Sang-hyeon. Ella corre descalza, huyendo de su marido, de su madre/suegra, de la vida misma. Sang-hyeon la ve en la oscuridad, la levanta grácilmente y al mismo tiempo que él se quita sus zapatos, hace que Tae-ju se los calce, con una delicadeza conmovedora, casi de fetichismo buñueliano. O recuérdese la larga escena del coito en el hospital, con la cámara de Chung-hoon Chung flotando sobre los cuerpos desnudos de Tae-ju y Sang-hyeon sin corte alguno durante más de dos minutos. O la perturbadora -y esa sí, graciosa- secuencia de la presencia constante de cierto fantasma que no los deja en paz ni siquiera al momento de hacer el amor (¿y, a todo esto, qué pasó con ese fantasma?). O el enfrentamiento entre Tae-ju y Sang-hyeon, atestiguado por la señora Ra, quien pela chicos ojotes cual mamá muda y sufridora de Nosotros los Pobres (Rodríguez, 1947). O, por supuesto, la imagen final de dos zapatos cayendo al piso. Si los zapatos fue el primer vínculo de su amor, los zapatos serán el último vestigio de ello.
Comentarios
Y sí, la de Jordan está subvalorada.
A mi por ejemplo me parece una joya La danza de los vampiros de Polanski o Martin de George Romero, o el Nosferatu de Herzog. Pero hay opiniones en la red que las ven como muuuy menores. El mismo Nosferatu de Murnau no es tan bien visto como pareciera.
Park no hizo una gran película, claro, peropara mi hizo una muy buena Peli de vampiros.
Saludos
Cuales son tus 10 pelis de vampiros favoritas ?
Saludos
PS. Esa de la lista de vampiros me parece bien para una entrada. Para mañana.
El vampirismo jamás ha sido mejor "revalorado" que en aquella muy citada pero, cada día que pasa lo siento más de esa forma, pocas veces leída novela "I am Legend".
Diré la razón.
Nadie ha decidido, quizá sólo Romero, aunque él se fue más por el lado sexual del asunto y, claro, por la ruta planteada por Matheson, hablar del vampirismo en el contexto moderno. Y en ese contexto, el vampiro simplemente deberá ser "una raya más del tigre", no el centro de nuestra atención. Además de algo deliciosamente especial, algo que malogradamente películas como The Hamiltons, The Reflecting Skin y tantas más, han intentado hacer y que sería interesantísimo plantear: ¿Es el vampirismo un síntoma de una enfermedad física o mental?
Y entrar en esa linde es regresar a Matheson, claro.
Lo "grande" de la película cuyo título en spanish es como de canción de Maná, es que logra todo eso que dije. Lo "grande" de Entrevista con Brad Pitt es que logra "nivelar" la tradición vieja con la nueva. Lo "infumable" de esta cosa de Park es que no logra nada que no sea demostrar que el cineasta no tiene huevos.
Obviamente, su película no trata de vampiros. Error sería discutir eso: los vampiros son un simple McGuffin... Como dijo Joel con Harry Potter al decir: quítenle la magia, póngalos como aprendices de abogados ¿Cambia la historia? Agarren esta película, quiten al vampiro, pongan al curita a experimentos psicológicos y aunque no vuele, seguirá siendo la mismo. es más, puede que hasta sea mejor.
Sed de Sangre o como quieran llamarla, es, simplemente, una muy velada y hasta mezquina crítica-burla-mofa a la iglesia. Y me molesta no porque vaya todos los domingos a misa, sino porque simplemente por ¿miedoso? ¿cómodo? Dejó ir toda oportunidad por apelar al "escándalo".
El "vampirismo" aquí no es más que una alegoría sobre el "vampirismo" de la iglesia católica (válgame la redundancia redundante empleada), pero sin gracia. Nada más escandaloso que un cura fornicando. Pos ahí va... Y miren, se alimenta de sus feligreses que cieguitos, le piden milagritos sin ver al monstruo... Eso explica la "vampirazación expontanea" de varios personajes ¿Quería eso? Pos repito: con huevos, carajo... Historias "vampíricas" sobre la institución sobran, más en tiempos modernos, para qué disfrazarla románticamente ¿Apelando a un género? Nombre, no lo hace. Ni estéticamente ni temáticamente. Es como hacer ciencia ficción basándose en que si la historia es en el futuro ya estuvo. No porque chupe sangre, vuele, salga de noche es vampiro, pues. Y ahí está el desatino, la sobrevaloración, la pena.
¿Meterla como película de vampiros? Nombre. Primero me lavo con lejía los ojos... Sólo es una mala película de un one (three) hit wonder. Es todo.
Ahora por culpa de tu brillante análisis ya me dio curiosidad y tendré que ver está película, lo cual para mi será un martirio porque no trago al Chan Wok Park o como se llame el susodicho director...
The Crespo Il Ano (o sea, la primera) es Orgullo y Prejuicio con todo y su Mr. Darcy de pelo parado y piel lozana.
Luego viene Romeo y Julieta con el inicio de triángulo amoroso adolescente-zoofílico sacado de...
¡Claro! Cumbres Borrascosas, que es la que "acaban de estrenar", con un Headcliff que se hace perro y que metieron en el mundo de Rome y Julieta sin final triste.
Además, la tal saguita presenta un regreso al amor cortés que está causando furor en los adolescentes norteamericanos (y quién sabe si de otros lados): ve que el Eduardo Cullen quiere casarse para desvirginar a su noviecita, y tiene que aguantar el ataque hormonal de la fémina de forma estoica. Vaya ¿Cómo no va a tener éxito eso?
Ahora, por otro lado, regresamos a Thirst, Sed de no sé qué o Bakjwi. No es película de vampiros, es película de un cura que fornica y vuela y pela los ojos y chupa sangre, cargada de chistes malos y con un director que se siente Lars von Trier. Para verdadera película de vampiros polémica, me quedo con Capote de Bennett Miller. O de plano, me quedo con la película original, también malograda, pero "arty": Trouble Every Day de Claire Denis.