L'opera-mouffe
Antes de que nuestra admirada Agnès Varda dirigiera su primera obra maestra, Cléo de 5 a 7 (1962), la cineasta realizó el corto de 16 minutos L'opera-mouffe (Francia, 1958) que, según sus propias declaraciones, figura entre sus películas favoritas. Se trata, evidentemente, de un ejercicio vanguardista, al mismo tiempo que un entrañable documental, y una especie de autobiografía espiritual/existencial de la propia Varda, pues ella estaba embarazada al momento de la filmación y mucho de lo que sentía en el ese momento lo traslado a imágenes fílmicas.
Así, siguiendo los acordes musicales de Georges Delerue, la cámara de Sacha Vierny toma con respeto y calidez los rostros de los transeuntes del mercado callejero de la Rue Mouffetard, sea en sus acaloradas pláticas, saliendo trastabillando de una taberna, vendiendo flores a quien se deje, intercambiando sonrisas o miradas desconfiadas... Al mismo tiempo, somos testigos del amor puro casi primitivo de una pareja, que hace el amor en una buhardilla, desnudos, como si estuvieran descubriéndose ellos mismos en cada instante.
Alternando estas líneas visuales vagamente narrativas, vemos también las imágenes de una mujer embarazada, es decir, de la vida encerrada en un vientre, contrastadas con una calabaza partida violentamente, su interior desgarrado, sus semillas expuestas. La metáfora es violenta, pero precisa. En otro momento, se muestra encerrado dentro de una bombilla, atrapado, un pollo. Más adelante, un huevo de donde aparece, precaria, la vida misma. Las imágenes montadas por Janine Vernau provocan, por supuesto, una libre asociación de ideas, al estilo del surrealismo original, y queda como tarea para el espectador su explicación, si es que quiere hacerla. En lo personal, yo prefiero disfrutar de las imágenes. No se puede entender todo. Y no se trata de entenderlo todo.
Así, siguiendo los acordes musicales de Georges Delerue, la cámara de Sacha Vierny toma con respeto y calidez los rostros de los transeuntes del mercado callejero de la Rue Mouffetard, sea en sus acaloradas pláticas, saliendo trastabillando de una taberna, vendiendo flores a quien se deje, intercambiando sonrisas o miradas desconfiadas... Al mismo tiempo, somos testigos del amor puro casi primitivo de una pareja, que hace el amor en una buhardilla, desnudos, como si estuvieran descubriéndose ellos mismos en cada instante.
Alternando estas líneas visuales vagamente narrativas, vemos también las imágenes de una mujer embarazada, es decir, de la vida encerrada en un vientre, contrastadas con una calabaza partida violentamente, su interior desgarrado, sus semillas expuestas. La metáfora es violenta, pero precisa. En otro momento, se muestra encerrado dentro de una bombilla, atrapado, un pollo. Más adelante, un huevo de donde aparece, precaria, la vida misma. Las imágenes montadas por Janine Vernau provocan, por supuesto, una libre asociación de ideas, al estilo del surrealismo original, y queda como tarea para el espectador su explicación, si es que quiere hacerla. En lo personal, yo prefiero disfrutar de las imágenes. No se puede entender todo. Y no se trata de entenderlo todo.
Comentarios
Parece que Guillermo del Toro va llevar al cine una novela de HP Lovecraft, algo de unas montañas en la antártida o algo así...