Nuestro tiempo



Hacia la última parte de Nuestro tiempo (México-Francia-Alemania-Dinamarca-Suecia, 2018), quinto largometraje del multipremiado cineasta mexicano favorito de Cannes Carlos Reygadas (Japón/2002, Batalla en el cielo/2005, obra maestra Luz silenciosa/2007, notable Post Tenebras Lux/2012), un amigo (Andrés Loewe) le reclama al poeta-ranchero Juan (el propio Reygadas debutando como actor protagónico) que siempre ha sido un soberbio insoportable. Juan le responde con alguna grosería, aunque no refuta por completo el juicio de su claridoso camarada.


Esto me hizo recordar la primera vez que vi a Reygadas, en la conferencia de prensa que siguió a la presentación de su opera prima Japón en el festival de Guadalajara del 2003. Seguro de sí mismo, con un dejo de arrogancia, toreó preguntas incómodas y hasta reclamos de algunos de los periodistas cinematográficos ahí presentes. Este recuerdo me llevó a otro momento, cuando Reygadas ganó el premio a Mejor Director en Cannes 2012 por Post Tenebras Lux cuando, de forma irónica, agradeció a la prensa por “todos sus elogios” –la presentación de esa cinta frente a la crítica había terminado, días antes, entre ruidosos abucheos.


Es decir, cuando su amigo le dice a Reygadas, entre trago y trago, que él es un soberbio, ¿se lo dice al personaje que interpreta en Nuestro tiempo o se lo dice al cineasta? Esta es una de las razones por las cuales más de un colega, dentro y fuera de México, se ha preguntado si lo que vemos a lo largo del filme no es más que una suerte de doloroso auto-retrato confesional. Aunque el director ha declarado que la historia de Nuestro tiempo no tiene nada que ver con él, le pregunto, vía correo electrónico, si no fue un riesgo hacer un filme que, al ser protagonizado por él mismo y su esposa, algunos lo entenderían como reflejo de su vida privada. “Fue un riesgo que temí”, contesta, “pero sabiendo que no pasará mucho tiempo de esta etapa donde los críticos tienen cierta incidencia en la película... Me parece un asunto trivial”.

Reygadas, en su debut como actor, interpreta a un laureado poeta que vive con su esposa Ester (Natalia López) y sus tres hijos (los dos más pequeños, Eleazar y Rut, los auténticos retoños de la pareja), en algún rancho de Tlaxcala. El matrimonio de 15 años de Juan y Ester se tambalea –aunque, ¿cuán sólido era en realidad?- cuando ella inicia un affaire con Phil (Phil Burgers), un gringo domador de caballos. Aunque luego sabremos que Juan y Ester tienen un matrimonio abierto –el tipo de la escena descrita al inicio fue alguna vez, con la venia de Juan, amante de Ester; en otra escena, Juan y Ester platican sobre la posibilidad de encamarse con sus invitados-, lo cierto es que en esta ocasión Juan no toma a la ligera la aventura de Ester y se comporta como un patético y humillado marido cornudo, que le reprocha pasiva/agresivamente a su mujer su traición y se dedica a acosarla en todo momento (-“Nunca me habías espiado”, le reclama ella; -“Nunca me habías mentido”, se justifica él).


Reygadas no recuerda con exactitud de dónde surgió la idea de la cinta. Cuando le comento que pareciera, a bote pronto, que Nuestro tiempo surge de la escena sexual en el baño turco de Post Tenebras Lux, responde: “No sé con exactitud de donde surgió... Hay en ella gran variedad de temas: animales, comunicación, vanidad, deseo, fracaso, fe... Tu pregunta se enfoca en otro más, que es el tema de la sexualidad. Siempre me ha intrigado la naturaleza del amor de pareja. ¿Cuál es su especificidad en oposición, por ejemplo, al amor por los bosques o los hijos? ¿La sexualidad, acaso? ¿Y qué pasa si no la hay? ¿En tal caso, es el amor imposible? ¿Es la exclusividad sexual parte del mismo? Me parece que la respuesta es parecida a la que podemos dar a la de la naturaleza del ser humano. Es decir, no es ni bueno como quería Aristóteles, ni egoísta o incluso malvado como han querido señalar corrientes que luchan por una normatividad moral que ponga límites al frenesí humano. Creo que somos diferentes todos y cada quién establece su propia moral (cuyo único límite es la libertad del prójimo)”.


Y, ¿por qué decidió protagonizarla él mismo con su esposa, en lugar de usar actores, profesionales o no? Reygadas dice que la razón es muy simple: “era lo más práctico”. Luego elabora: “Ruedo muchos meses y priorizo el clima y elementos no controlables como los celos de los animales. Quiero evitar a toda costa convertir a la producción en un fin en sí mismo, incluso por arriba de la película, como sucede demasiado a menudo”. Comenta que, en el caso de su esposa, descubrió “su talento para sentir sin necesidad de contexto general mientras me ayudaba dándole réplicas a los actores con los que hice casting”. Al final de cuentas, agrega el cineasta, “quiénes son las personas que encarnan a los personajes en mis películas es, en última instancia, una trivialidad. Una vez filmados y grabados se transmutan en materia fílmica y es irrelevante su procedencia”.


(Nota adicional: el mismo día en que publiqué este mismo texto en Patreon, apareció la entrevista que Xavier Velasco otorgó a Luis Beauregard, de El País, describiendo los diez fallidos días de rodaje con Reygadas. Lo que dice Velasco en la entrevista termina dándole la razón al cineasta: si al final de cuentas él, Reygadas, terminó haciendo el papel principal no se debió a un mero capricho, sino a que el actor elegido, Xavier Velasco, no pudo con la tarea. Así de simple).


En cuanto al doble reto de estar detrás y frente a la cámara, como director y actor, Reygadas acepta que fue una situación nueva para él. “Efectivamente la atención tenía que enfocarse en todas partes”, dice. “Yo creo que la mente es expansiva y que cuanto más activa sea, más efectiva se vuelve. Fue un gran descubrimiento para mí entender que el director puede incidir a un punto inimaginable desde la escena (el cuadro, mejor dicho). Podía yo acelerar, elevar el tono, pausar o sus contrarios, sin la interposición de otros seres. Descubrí cuánta lógica puede tener que el director esté frente a la cámara como lo hacían Chaplin, Keaton o Tati”. Cuando lo cuestiono si está satisfecho de su trabajo como actor, responde con otra pregunta: “¿qué relevancia puede tener para el lector si estoy satisfecho como actor?”.


Y a todo esto, ¿qué tanto funciona el filme como un todo? Creo que la excesiva duración de la película, que ronda las tres horas, diluye buena parte de su discurso argumental aunque, eso sí, visual y auditivamente hablando, Nuestro tiempo es una maravilla. En su primera colaboración con el cinefotógrafo Diego García, Reygadas construye una fluida puesta en imágenes en espacios abiertos, con tomas de cuatro, cinco o seis minutos, con los personajes hablando, discutiendo y moviéndose de un lado para el otro, como en la escena en la que Ester acaba de regresar de la Ciudad de México después de su primera aventura con Phil, momento clave que no funciona, creo, tan bien como debería porque Reygadas, el actor, no está al mismo nivel de Reygadas, el cineasta.


Cuando le pregunto acerca de su experiencia de trabajo con Diego García y qué tan responsable fue el fotógrafo de la puesta en imágenes ahora que él, Carlos Reygadas, estuvo buena parte del tiempo como actor, puntualiza: “Los fotógrafos con los que trabajo son artistas con los que nos vemos en un espejo mutuamente. Los necesito y sin ellos no podría lograr lo que hago. Pero yo soy un cineasta de lenguaje y el responsable inicial y último de todo lo que ves y oyes: desde el encuadre y la operación de la cámara hasta la fabricación de los VFX y la corrección de color (en el tema de imagen, y en sonido otro tanto)”.


Nuestro tiempo pasó por Venecia 2018 y San Sebastián 2018 con las manos vacías y un juicio dividido, más adverso que positivo, de parte de la crítica. Cuando le pregunto, finalmente, qué espera de la recepción de su nueva cinta, Reygadas se define: “No soy un entretenedor, ni un MC, ni un cirquero. No tengo intenciones específicas. Me basta con compartir presentando. Como los árboles que se presentan nada más, sin decirte cuando reír o tener miedo. Hago continentes y dejo espacio al espectador para depositar en ellos su propio contenido. Dejarlos vacíos incluso, si prefieren”.


En cuanto a los premios, los define como “absurdos en sí mismos”. Luego se pregunta: “¿Cómo poner a competir cosas distintas por definición? Y, peor aún, ¿quién decide los premios?”. Sin embargo, también aclara que los agradece “como señales de empatía. Y si te preguntas por qué participo de algo tan absurdo, te diré que es necesario participar en festivales para que la película pueda ser vista y vendida en muchas partes de la tierra”.

Sea cual sea el resultado obtenido con Nuestro tiempo, tengo la sensación que a Reygadas nunca le ha preocupado mucho la posibilidad del fracaso. En más de una ocasión ha declarado que la recepción de su cine lo tiene sin cuidado y, de hecho, en una entrevista otorgada al The New York Times (26/abril/2013) después del estreno de Post Tenebras Lux, el cineasta llegó a citar a Séneca, quien escribió alguna vez que entre mejor sea una pieza de arte, más rechazada será por sus contemporáneos. ¿Suena soberbio? Sin duda alguna. ¿Tiene razones para serlo? La mayor parte del tiempo, sí.


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