Los enredos de Allen



En una reciente conversación tuitera con Mauricio González Lara, anotaba que, a raíz del juicio moral hollywoodense (más hipócrita que justo) en contra de Woody Allen, habría que revisitar Los enredos de Harry que, por lo menos desde esta trinchera, es la última obra maestra definitiva alleniana (sí, hay obras mayores posteriores: Medianoche en París, Blue Jasmine, la reciente La rueda de las maravillas; pero creo que ninguna tiene la audacia estilística, estructural y temática de Los enredos de Harry). Mauricio se queda con Maridos y esposas. Y acaso tiene razón. Por lo pronto, mientras rescato lo que escribí en su estreno de Maridos y esposas, acá abajo está la crítica que escribí hace 20 años de Los enredos de Harry y que publiqué en alguna revista cultural sinaloense ya desaparecida. 



Sin duda cansado de ver su vida privada narrada, deformada e interpretada por los tabloides y los talk-shows, Woody Allen ha lanzado un bravo e insensato desafío a todos sus críticos, tanto los que analizan (analizamos, mejor dicho) su cine, como los que moralizan a costa de su vida amorosa. Se trata de Los enredos de Harry (Deconstructing Harry, EU, 1997), su largometraje número 27, el más audaz y fascinante de sus filmes de los noventa y sin duda una de las cuatro o cinco obras maestras que ha realizado Allen desde la ya lejana Annie Hall: Dos Extraños Amantes (1977).
"Si todos han decidido que soy un monstruo, un inmoral, una basura, no voy a argumentar nada en contra", parece decir Allen a través de esta cinta, "es más, les voy a dar aún más armas para que me ataquen". Así pues, he aquí al más intragable de los personajes masculinos creados por Allen en toda su carrera: el insufrible pero muy talentoso escritor judío Harry Block (Allen), quien explota su propia vida, sus neurosis, fracasos, miedos y perversiones, "para convertirlos en oro". Por supuesto, llegado el momento, ninguna de sus tres ex-esposas, casi ninguno de sus amigos, ni su propia hermana, se sentirán obligados a compartir con él la gloria de cierto premio que le ha otorgado la misma universidad que años atrás lo había expulsado. Block es un pobre diablo patético, "junkie", alcohólico, masoquista, solitario, malhablado, vulgar, ávido de prostitutas que lo amarren, lo golpeen y le hagan el sexo oral... "y en ese orden".
Sin embargo, este odioso personaje, mitad el típico "schmeleil" torpe e inseguro que ha construido Allen en toda su carrera, mitad el personaje maligno que han creado los tabloides saqueando la vida del verdadero Allen, será el irritante centro de esta audaz película que lanza sus tentáculos postmodernos hacia múltiples direcciones, permitiendo una multitud de lecturas, todas ellas incluyentes y hasta complementarias.
Por supuesto, aunque la trama general -el escritor que sale de su ciudad para recibir un importante premio- nos remite de inmediato al clásico bergmaniano Fresas silvestres (1957), y el estilo de montaje a saltos es deudor de Godard y la nueva ola francesa (montaje, por cierto, funcional: nada mejor para mostrar la confusión, el caos y el desorden en la vida de Harry que esta puesta en imágenes), a pesar de lo anterior, decíamos, Los enredos de Harry mantiene una serie de vasos comunicantes entre los propios niveles narrativos de la cinta, y de ésta con la obra fílmica de Allen, su vida privada, su literatura y la cultura pop de fines del siglo.
De esta forma, a lo largo de la película vemos los esfuerzos de Block por llegar a recibir su premio junto a una prostituta negra (Hazelle Goodman), un amigo cardiaco (Bob Balaban) y su hijo secuestrado (Eric Lloyd), mientras escenas reales de su vida vienen a su memoria y se (con)funden con fragmentos de sus propios cuentos o novelas, de tal manera que vemos secuencias enteras en las que dos actores encarnan un personaje (Judy Davis/Julia-Louis Dreyfuss, Woody Allen/Richard Benjamin), o escenas en las que los personajes de la ficción literaria de Block (Demi Moore, Benjamin otra vez) se acercan a su creador para aconsejarle o sacudirle.
Las referencias son múltiples, laberínticas: algunos de los relatos literarios de Block (el de la pareja judía que, casada 30 años, guarda un secreto terrible) parece haber salido de Todo lo que usted quería saber sobre el sexo (1972), los triángulos amorosos provienen de Hannah y sus hermanas (1986), el retrato del artista como monstruo sale de Balas sobre Nueva York (1994), la interacción de la ficción y la realidad nace en Sueños de un seductor (Ross/1972, con guión de Allen) y La Rosa Púrpura del Cairo (1985)... Los propios relatos de Block (el episodio del infierno, por supuesto) no se distinguen en mucho a los cuentos de Allen (en Cuentos sin plumas y demás) y el propio Harry y sus aventuras se parecen a la literatura y a la persona del escritor judío Philip Roth, que para mayor amplitud de lecturas paralelas, se rumora que es la nueva pareja sentimental de Mia Farrow.
Por último dos detalles que no pueden olvidarse: el sagaz casting, que usa conocidas estrellas televisivas (Julia-Louis Dreyfuss, Kirstie Allie) y a una superestrella hollywoodense (Demi Moore) para papeles impensables fuera de esta película, logrando de ellas las mejores actuaciones de sus carreras (honestamente, ¿creía usted que Demi Moore podía ser tan chistosa?). Y, en segundo lugar, el genial gag del actor "fuera de foco" (Robin Williams), un segmento que por sí solo vale por toda la película y que es la última demostración del genio de Allen.
Al final, cuando Harry ha aprendido a aceptar que "funciona mejor en el arte que en la vida", Block se "desbloquea" y empieza, furiosamente, a trabajar. Se ve que tiene pasión por lo que hace. Casi tanto como Woody Allen.

Comentarios

Teo Calderón dijo…
Para los admiradores de Woody Allen tal vez resulte innecesario, por evidente, decir que cada nuevo film de este cineasta es un paso más en territorio conocido por el autor, pero un paso hacia adelante. Por eso, su puesta en escena resulta innovadora y brillante pero nunca pretenciosa al estar siempre al servicio de lo que cuenta. Y lo contado en “DECONTRUCTING HARRY”, con la consabida dosis de egocentrismo analítico, es de una inusitada acidez, sobre todo si compa­ramos el implacable (y a veces cruel) retrato de personajes y comportamientos de ésta con la bonhomía, musicalidad y relajada felicidad que rezumaba su trabajo inmediatamente anterior “TODOS DICEN I LOVE YOU”. Aún así, por encima de su tono acerado, estamos ante una de sus films más divertidos y ocurrentes.
Joel Meza dijo…
Mi chiste favorito: el diablo (Billy Crystal) dice "El sexo con las ciegas es el mejor: son reteagradecidas..."
Teo: En efecto, algo que se olvida en ocasiones es que Allen no solo ha sido prolífico sino experimental y siempre está dispuesto a cambiar de piel, dentro de sus mismos temas. Eso de que hace siempre el mismo cine es un mito... o un prejuicio que nace del desconocimiento de su cine, en todo caso.

Joel: Jjaajajaja... Acaso el chiste más políticamente incorrecto de toda la cinta. No me acordaba de él.
Anónimo dijo…
Match point me parece la obra mayor del Allen reciente. Por encima de Blue jazmín, wonder wheel y midnight in paris.

¿Realmente le quita tantos puntos el ser una reinterpretación de una obra anterior del propio Allen (crimenes y pecados)?
Champy dijo…
A lo mejor me tachan de insensible o de coolaid, puequesi, pero en caso como el de Woody, en que es tanto el cariño que se le profesa (sin demeritar sus alcances cinematográficos), que podrán decir misa... Sus logros están por encima de todos sus errores, sus defectos y sus perversiones (a chinga todo en uno?).
Algo mas o menos similar a lo que genera Roman...

Mientras que al Tarantino, al Spacey y toda esa bola de pervertidos malnacidos hijos de su perca...ojalá se pudran en el infierno! Dios los mande a Sodoma!!!

2046
Anónimo: Es lo bueno de la obra de Allen. Se puede argumentar sobre mucho de su cine. Por ejemplo, Match Point tiene una sensualidad insólita en la obra de Allen. Como que la presencia de ScarJo terminó imponiéndose en la cinta.

Champy: Jajajajaja...

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