Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXLIV
Cementerio de esplendor (Rak ti Kohn Kaen, GB-Francia-Alemania-Malasia-Tailandia, 2015), de Apichatpong Weerasethakul. Cuando se presentó esta película en Cannes 2015 hace más de un año, mas de un colega anotó que el más reciente largometraje de "Joe" deja al espectador en estado de trance. Si por trance se refiere que nos transporta al mundo de los sueños, está en lo correcto. Y es que, la verdad, es difícil mantener los ojos abiertos mientras el encuadre fijo se mantiene un buen tiempo sobre un grupo de hombres profundamente dormidos. El contagio es inevitable.
La cinta funciona como una sostenida invitación a echarse un coyotito, más aún cuando la historia está ubicada en un hospital donde atienden a un grupo de soldados que sufren de narcolepsia. La ama de casa madura Jen (Jenjira Pongpas), voluntaria en ese hospital, hace migas con uno de los soldados, Itt (Banlop Lomnoi), mientras entabla amistad con una jovencita vidente que puede saber qué sueñan los enfermitos y hasta puede ver el pasado de cada uno de ellos.
"Joe" logra algunos momentos genuinamente mágicos -por ejemplo, cierta disolvencia encadenada en la que dos espacios distintos se unen, tiene mucho de arte visual en estado puro-, pero el discurso místico-espiritual del cineasta es algo que nunca he podido apreciar. Es un problema mío, no de "Joe", por supuesto. (* 3/4)
Me estás matando, Susana (México-Canadá, 2016), de Roberto Sneider. Sobre la novela Ciudades desiertas (1982) de José Agustín, el director/adaptador Sneider y su estrella Gael García Bernal nos entregan una jocosa y patética radiografía del machismo nacional a través del protagonista interpretado por Gael, un actor de medio pelo que va en pos de la Susana del título, su mancornadora mujer que lo abandonó y sin avisarle. ¿La mejor cinta de Sneider hasta el momento? Probablemente sí. Mi crítica en los próximos días en este mismo blog. (***)
El plan de Maggie (Maggie's Plan, EU, 2015), de Rebeca Miller. Una suerte de re-marriage comedy de los años 30/40 nomás que ubicada en un escenario intelectual neoyorkino digno del Woody Allen de Manhattan (1979) y con una insumergible Greta Gerwig en el papel central. Diálogos ingeniosos, una filosa mirada satírica y un reparto intachable. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado. (**1/2)
El apóstata (Uruguay-España-Francia, 2015), de Federico Veiroj. Gonzalo (Álvaro Ogalla), un indolente estudiante de filosofía a punto de graduarse, decide un buen día desligarse por completo de la iglesia católica y no como muchos lo hemos hecho -nomás dejamos de ir y ya-, sino que se declara en apostasía y exige que se revoque su fe de bautismo, ya que él no dio su consentimiento para ser bautizado. Por supuesto, ya se imaginará usted que eso no será tan fácil: por algo la Iglesia Católica es la burocracia más antigua del mundo.
La premisa es sin duda curiosa pero, por lo menos desde esta esquina, el guion -basado en una idea del propio cineasta y de su actor central Ogalla- no da para sostener el interés ni siquiera en los 80 minutos de duración de la cinta. Igual y mis colegas del jurado FIPRESCI en San Sebastián 2015 pensaron muy distinto, pues le otorgaron el premio a la mejor película en aquel festival. (+)
Epitafio (México, 2015), de Yulene Olaizola y Rubén Imaz. El primer largometraje dirigido a cuatro manos por Imaz y Olaizola -tercero en la cuenta de él, cuarto en la de ella- es una insólita propuesta, por donde se le quiera ver.
Estamos en 1519, poco antes de la caída de México-Tenochtitlan, en las faldas del Popocatépetl. El capitán Diego de Ordaz (Xabier Coronado, muy convincente), el escribano Gonzalo de Monovar (Martín Román) y el soldado Pedro (Carlos Triviño), suben hasta las alturas del Popo en busca de una fuente natural de azufre para la fabricación de la pólvora que necesitaban las fuerzas de Hernán Cortés para conquistar al imperio azteca y, también, con el fin de encontrar algún camino -el luego llamado Paso de Cortés- por el cual llegar sin ser vistos a México-Tenochtitlan.
Basado en varios testimonios de la época -entre ellos los del propio conquistador Diego de Ordaz-, Olaizola e Imaz se adentran en una etapa histórica casi inédita en el cine mexicano. Sea por lo que sea -acaso por la dificultad de proponer un punto de vista en un tema que sigue siendo pasto en el debate histórico nacional, acaso porque el hacer un filme de esta naturaleza casi demanda una ejecución épica que no es común en el cine mexicano-, la llegada de los españoles al Anáhuac ha sido tratada muy ocasionalmente en nuestra cinematografía y cuando lo ha sido, si exceptuamos la obra maestra Cabeza de Vaca (Echavarría, 1991), los resultados han sido más bien decepcionantes.
Inteligentemente, los cineastas constriñen su película a este pequeño episodio en la Conquista de México, épico sin duda alguna, pero minúsculo frente a lo que vendría después, con Cortés y sus huestes entrando a México-Tenochtitlan. Imaz y Olaizola nos presentan a Ordaz como una suerte de enloquecido conquistador -precursor del herzogiano Lope de Aguirre- al que no le importa arriesgar su vida -ni la de sus acompañantes- si logra la fama, la fortuna y la inmortalidad. ¡Lo que sea por la Corona y por la verdadera religión, a fe mía!
Con recursos mínimos pero impecables -la fotografía deslavada y en tonos grises de Emiliano Fernández, la música original de Alejandro Otaola y Pascual Reyes, el propio escenario imponente del Popo (o del Pico de Orizaba como sustituto)-, Epitafio se sostiene como una propuesta ejemplar y en más de un sentido: por tocar un tema poco tratado en nuestro cine, por su muy profesional ejecución en todos los niveles y porque demuestra que se puede hacer cine épico con muchas ideas y poco dinero. (**)
Comentarios
Vi el trailer extendido de Epitafio y de inmediato me remitió a una suerte de Aguirre la Ira de Dios mezclado con Valhalla Rising ¿si es más o menos así?
Otra más del club de, Qué Bonito es lo Bonito.
Travsam: Exactamente el final de la novela. Y, de hecho, creo que fiel a los personajes.