El Buen Amigo Gigante
No han pasado
quince minutos desde el inicio de El
buen amigo gigante (The BFG, EU-GB-Canadá, 2016) y el espectador ya tiene
claro quiénes son los dos personajes centrales del filme y, más aún, cuál es el
tono visual y narrativo del vigésimo-noveno largometraje de Steven Spielberg.
A la notable economía contenida
en el guion escrito por la recién fallecida Melissa Mathison –sobre la clásica novela
infantil de Roald Dahl publicada en 1982- hay que sumarle la emotiva música del
habitual John Williams, el virtuosismo de la captura de movimiento a través de
la cual vemos a Mark Rylance interpretar al BAG (o Buen Amigo Gigante) y,
finalmente, la bienvenida presencia de la casi debutante doceañera Ruby
Barnhill, quien interpreta a la perfección a uno de los protagonistas
dahlianos/spielbergianos por excelencia: el infante huérfano, solitario, pero
con una inagotable capacidad de supervivencia.
La Sophie de Miss Barnhill es
una precoz niña huérfana que, sufriendo de insomnio, se levanta a la hora de
las brujas –las tres de la mañana, para ser exactos-, se asoma por la ventana
de su dickensiano orfanatorio y, en lo más negro de la noche, ve a una figura
enorme, de siete metros de altura, deambulando por la calle. Cuando ese
siniestro ente la ve, secuestra a Sophie y, corriendo, saltando, casi volando,
la lleva a la tierra de gigantes donde la criatura vive, acaso con la intención
de comérsela.
Por supuesto, cuando Sophie
logra verlo con claridad y, luego, platicar con él, resulta obvio que el Buen
Amigo Gigante no es ninguna amenaza para ella, pero sí lo son los nueve
gigantes que viven al lado –todos ellos muchos más grandes que el BAG-, por lo
que el enorme papá adoptivo de Sophie tendrá que hacerse cargo de ella:
cuidarla, protegerla y, más importante aún, alimentar y alentar sus sueños.
Porque esa es la chamba del BAG –y de cualquier madre/padre que se precie de
serlo-: tratar que cada una de nuestras Sophies puedan salir adelante. No se trata
de ocultarles que en la vida también hay fracasos y sinsabores sino, como le
dice el BAG a Sophie en cierta escena clave hacia el final del filme, hay que
entender que eso forma parte de la vida misma.
Spielberg se apropia del relato
fantástico/infantil de Dahl para imbuirlo de auténtica melancolía: esa plática
ya citada entre el BAG y Sophie acerca de sus sueños –es decir, del futuro de
ella- resulta esperanzadora, sí, pero hay también en ella un cierto grado de
advertencia. La vida no siempre es lo que uno quiere, lo que uno imagina, lo
que uno sueña.
Spielberg ha logrado una cinta
notable en un género dizque menor: el divertimento infantil. Pero no haya nada
menor en cómo plantea y desarrolla la historia de principio a fin, no hay nada
menor en su impecable puesta en imágenes –fotografía del gran Janusz Kaminski-,
no hay nada menor en la ejecución de la más gozosa vulgaridad llevada al límite
–la hilarante y escatológica escena en el Palacio de Buckingham-, no hay nada
menor, finalmente, en cómo logra transmitir el más genuino asombro infantil.
Mejor dicho: en cómo logra provocar que uno, como espectador, recupere la
capacidad de asombro infantil.
Spielberg es –ya lo dijo Stuart
Klawans en su magnífica crítica publicada en The Nation-, una especie de BAG cinematográfico, un generoso
creador de sueños y pesadillas, lo mismo de E.T. el Extraterrestre (1982) que de Tiburón (1975): el Buen Amigo Spielberg.
Comentarios
Tiene sus buenos momentos, y el casting de la niña es genial... pero el ritmo desespera. Distraen enormemente los efectos CGI, sobretodo con los personajes secundarios de los otros gigantes, y es el problema creo yo con quienes hacían cine comercial en el pasado es que pareciera que se engolosinan con los efectos visuales que quieren apoyarse totalmente de ellos.
Entiendo que el Buen Amigo Gigante esté basado en un cuento para niños y su audiencia sean los niños, pero para un adulto el humor es simplón, y la historia termina de interesarte en los primeros magistrales 15-20 minutos de la película.
Mientras veía la película pensaba además "qué buenos tiempos cuando John Williams hacía mancuerna con Spielberg" y oh sorpresa, en los créditos finales cuando veo que efectivamente está como él como compositor. Sin pena ni gloria el soundtrack.
Para una renta o un cuevanaso. No vale las palomitas.
Es lo malo, el cinefilo promedio odiara tanta lentitud..., de ahi que los papas terminaran llevando a sus hijos a ver otra vez a Dory y la cinta se haya convertido en un fracaso de taquilla y la pelicula menos valorada de la temporada, quiza en una epoca navideña hubiera funcionado mejor...
Tanto leer que si fracaso, que si no es para niños, que si lenta, que si...
Ayer la volví a ver en un horario "normal", la 1a vez la ví a las 11 am, con la sala sola; ayer a las 5:15, sala si no llena con muy buena entrada, publico familiar - infantil, y una respuesta inusual, los niños festejando sonriendo y participando, interviniendo en los diálogos, metidos en la peli.
No entiendo eso de que no es para niños y que se aburren, yo vi lo contrario.
Creo que lo mas bello es esa escena donde se sumergen en el lago alrededor del árbol de los sueños, no solo bella, chingona.
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