La vida secreta de tus mascotas
La vida secreta de tus
mascotas (The Secret Life
of Pets, EU, 2016), quinto largometraje de Illumination Entertainment (Mi villano favorito/2010 y
secuela/2013, El Lórax en busca de la
trúfula perdida, Minions/2015),
parte de una premisa MUY original: que en cuanto les damos la espalda, nuestras
queridas mascotas peludas (perros, gatos, conejos, cobayos), plumíferas (aves
de distinto tipo) o con escamas (digamos, los peces de acuario), se comportan
de manera diferente. Es decir, se comunican entre sí, tienen intereses propios
y una vida privada que va más allá de nosotros. Haga de cuenta como Woody, Buzz
Lightyear y demás amiguitos de Toy Story
(Lasseter, 1995) y secuelas.
Ok,
ok, claro que La vida secreta de tus
mascotas no es original. De hecho, la originalidad no es un valor en sí
mismo, sino una característica más: que algo sea completamente nuevo, no
significa que sea valioso. El problema del filme dirigido por Chris Renaud y
Yarrow Cheney es que más allá de la premisa atractiva –todos nuestros
animalitos tienen una vida propia a la que nosotros no accedemos- y de algunos
aciertos aislados, la película no es más que una dispareja chase movie que, incluso sin llegar a los 90 minutos de duración, se
siente extendida artificialmente.
Max
(voz desperdiciada de Louis C. K.), un pequeño terrier, vive una cachetona vida,
cual perro chilango en la colonia Condesa, hasta que a su dueña Katie (voz de
Ellie Kemper) se le ocurre llevar a su departamento neoyorkino otro inquilino:
un enorme chucho peludo y café llamado Duke (voz de Eric Stonestreet). Por
supuesto, Max y Duke no se llevan bien al principio –ecos, de nuevo, de Toy Story- pero, como los dos terminan
en la calle –ooootra vez como Toy Story-,
los dos tienen que ingeniárselas para regresar con Katie, seguidos de cerca por
otras mascotas vecinas que quieren ayudarlos –la pomerania blanca Gidget (voz
de Jenny Slate), la gata gorda Chloe (voz de Kate Bell), el fiero halcón
Tiberius (espléndida voz ominosa de Albert Brooks) y otros más-, mientras que
otras vengativas mascotas rechazadas, comandadas por el megalomaniaco conejito
blanco Snowball (voz de Kevin Hart, robándose la película), quieren atraparlos.
Mientras
que hay escenas que están de más –¿para qué Duke va a la casa en donde vivía
antes?, ¿y qué con esa secuencia musical de las salchichas de Duke y Max?-, se
extraña, en contraste, mayor profundidad cómica/dramática en todos los
personajes, incluyendo los protagónicos. Por ejemplo, ¿por qué deberíamos
interesarnos en Duke?: no es particularmente simpático ni está dibujado de tal
forma que parezca atractivo.
De hecho, si exceptuamos al hiperactivo y carismático
villano Snowball, no hay características distintivas en los demás personajes
secundarios. Más aún: como la cinta está construida con una interminable serie
de persecuciones, ninguna de ellas especialmente ingeniosa –recuérdese el
desenlace de la recién estrenada Buscandoa Dory (Stanton y MacLane, 2016)- llega un momento en que todo el asunto se
vuelve monótono.
Ahora
bien, con todo y eso la película aguanta el palomazo: al final de cuentas,
algunas de las actuaciones vocales de la versión original son notables –especialmente
las de Albert Brooks y Kevin Hart-, algunos gags sueltos funcionan –el del french
poodle metalero, que se pudo ver en el trailer-, abundan las referencias
cinefílicas para los adultos –que si Una
Eva y dos Adanes (Wilder, 1959), que si Fiebre de sábado por la noche (Badham, 1977), que si Manhattan (Allen, 1979)-, y, bueno,
peores cosas se pueden ver en el cine esta semana.
Comentarios
Siento que, aunque te explicas, te contradices con lo de la originalidad.
Divierte. Las analogías con Toy Story son ciertas, pero hasta eso en su profundidad temática se separa un poco, creo yo.
Saludos