Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCL
La Castración (México, 2011), de Iván Löwenberg. La opera prima de Löwenberg es un sencillo estudio
de un personaje femenino en el límite de la represión/frustración
sexual/existencial. Lourdes (Victoria Santaella, todo un descubrimiento)
tiene 24 años y parece que su destino en esta vida es servir a alguien
más: es asistente/secretaria en una empresa de casting, atiende a su
papá inválido cuando éste quiere ir al baño, le cuida su bebé a
una vecina cuando ella sale a darle vuelo a la hilacha y cuando regresa
su mamá (Paloma Woolchir) al departamento -ella los abandonó hace tiempo
por un affaire amoroso- la vida le aprieta las tuercas aún más porque,
al parecer, Lourdes tendrá que hacerse cargo de su señora madre también.
Por lo menos durante algún tiempo.
Todo
esto parece bastante deprimente, pero no lo es tanto. Con todo y que no
le faltan algunos problemitas menores, Löwenberg demuestra tener buena
mano para crear algunas situaciones graciosas, el rapport cómico entre
Santaella y Keyla Wood -quien encarna a su mejor amiga Victoria-
funciona muy bien, y la señorita Santaella, con un rostro muy
particular, termina apoderándose de la película con la mano en la
cintura.
Lluvia de Luna (México, 2010),
de Maryse Sistach. El más reciente largometraje de la señora Sistach, presentado en Guadalajara 2011, está centrado
en una cantante que, luego de la trágica muerte de su hija, no puede
volver a cantar. La Luna interviene para, mágicamente, devolverle a su
hija. Lo único notable de esta película es la espléndida fotografía submarina
de María José Secco. Y, por supuesto, la belleza de las jovencitas que
aparecen en traje de baño durante todo el fime. En cuanto a la trama
-escrita por la señora Sistach- y su ejecución, es tan fallida que
prefiero autocensurarme. Es obvio que la película trata, oblicuamente,
sobre la propia muerte de la hija de la directora, atropellada en 2003
("en memoría de Pía", dice la dedicatoria que aparece al inicio y ese
era el nombre de la desafortunada jovencita) y ya no diré más.
Juego de Niños (México, 2012), de Makinov. Había leído tantos juicios tan negativos de la opera prima del misterioso cineasta Makinov -¿es Gerardo Naranjo, como me han asegurado, jurado y perjurado dos colegas?- que, después de ver esta película de horror, debo confesar que no me pareció tan abismalmente fallida. En todo caso, sí resulta un remake innecesario de la muy perturbadora cult-movie ¿Quién Puede Matar a un Niño? (Ibañez Serrador, 1976).
Diente por Diente (México, 2011), de Miguel Bonilla. Kransky (Alfonso Borbolla) es el apocado editor de “Alarido”, un
alarmesco tabloide de capa caída. Después de que unos anónimos cacos le
vaciaran la casa y empujado por un extrovertido e impertinente
compañero de trabajo (Darío Ripoll), Kransky se agencia una matona.
Cuando, en cierta noche, un par de vagos quieren quitarle unos pesos,
Kransky saca chico pistolón y mata a uno de ellos. A
partir de ese momento, “El Vengador Anónimo” –así se bautiza a sí mismo
en el “Alarido” del día siguiente- empieza su labor de limpiar de
lacras las calles de la ciudad de México. El problema es que se le pasa
la mano y empieza a matar a cuanto homeless se encuentra en la noche.
La cinta inicia muy bien aunque muy pronto se le acaba el gas. En todo caso, aguanta el palomazo. El fallecido Carlos Cobos, efectivo como siempre, hace un cameo
extendido como un pomposo policía, Vanessa Cianguerotti aparece muy
guapa –y muy cómica- como una promiscua secretaria y Ripoll se roba cada
escena en la que aparece. Pero Ximena Ayala está desperdiciada, la
comicidad es muy esporádica y la realización, apenas funcional.
75 Habitantes, 20 Casas, 300 Vacas (Argentina, 2011), de Fernando Domínguez. La opera prima de Domínguez es una suerte de
diario personal/profesional del pintor catalán radicado en Argentina
Nicolás Rubió. Huyendo de la Guerra Civil, Rubió llegó con su familia al
pequeño villorrio de Vielles, en Auvergne, Francia, con apenas 11 años
de edad. Ahí pasó su última niñez y su primera juventud antes de cambiar
su residencia e irse a vivir a Argentina. Cierto día, Rubió inicia un
cuadro sobre la casa en la que vivió esos años claves de su vida y se da
cuenta que se ha olvidado cuántas ventanas tenía. ¿Eran tres? ¿Cuatro?
¿Cinco?
A través de una exploración visual de sus cuadros y la voz en off
narrativa/reflexiva del propio Rubió, Domínguez nos lleva de la mano
por los recuerdos del artista y cómo se ha alimentado de ellos para
crear una vasta obra figurativa -600 cuadros, nada menos- basados en ese
pueblito de los años 30/40 que tenía 75 habitantes, 20 casas y 300
vacas. La fotografía de Natalia de la Vega se concentra en los cuadros
que, en ocasiones, cobran cierta vida: se mueven los contornos de las
figuras, parpadean los colores, se mueven los personajes. Los recuerdos
están vivos. Un documental encantador.
César Debe Morir (Cesare Deve Morire, Italia, 2012), de Paolo y Vittorio Taviani. Gran cinta de los veteranos hermanos Taviani de la cual acabo de escribir por acá.
¿Quién *&$%! son los Miller? (We're the Millers, EU, 2013), de Rawson Marshall Thurber. Una premisa que podría haber resultado por lo menos palomera se echa a perder por la incompetencia de Thurber para montar una sola escena genuinamente cómica que vaya más allá del más rutinario sitcom. Mi crítica en el Primera Fila del Reforma del viernes pasado.
Comentarios
En cierta parte de la cinta un personaje le dice a Jean Renoir: "¿para qué quieres hacer películas? a los franceses ni nos gusta el cine"
En ese momento la sala suelta una pequeña risa.
Ya. Es todo lo interesante de esa película jo
Es aburrida como ostra, algunas de las actuaciones son francamente malas (sobre todo la de la modelo) y para colmo no hay un solo atisbo de algo que haya inspirado a Jean Renor a hacer películas, ya saben, un pequeño guiño al cinefilo para que éste pueda decir "wow de ahí salió cierta escena de La Gran Ilusión" o "wow de ahí salió tal situación en La Regla del Juego" o "wow de ahí sacó tal cosa para La Bestia Humana".
Pero no, desafortunadamente al director todo se le va en montar unas escenas muy bonitas en pequeños rios y lagos arbolados con mujeres con sombrillitas, cual si fueran cuadros impresionistas pero nada mas. Todo el resto de la película es muy aburrido y con muy poco nulo humor.
Con excepción de ese pequeño chiste que conté al principio.
En fin. Veré la de Ozon, me han hablado bien de ella...
saludos :)
pd: para curarme el sabor amargo al siguiente puse el glorioso bluray Criterion de La Regla del Juego. Que obra maestra qué barbaro! Que gusto re-descubrir cosas en cada nueva revisión.
Esa secuencia de la fiesta en el castillo. Se me hace que Tati sacó ideas e inspiración de por ahí...