Cuéntamela otra vez.../V


¿Tenía algún sentido hacer el remake de una sencilla pero vibrante película de policías y ladrones de 1974 que prácticamente nadie recordaba? Por supuesto que tenía sentido. Por lo menos uno: el económico. Al momento de escribir estas líneas, Rescate del Metro 1 2 3 (The Taking of Pelham 1 2 3, EU-GB, 2009), refrito de The Taking of Pelham One Two Three (1974) acaba de recuperar su inversión. La cinta de 2009 costó cien millones de dólares y, según el sitio especializado Box Office Mojo, este fin de semana ha sumado ya 101 millones de billetes verdes. Faltando las exhibiciones en muchos otros países, las consabidas ventas en DVD y la programación en la tele de paga, supongo que las casas Sony/Columbia, que pagaron por este sobre-producido palomazo, pueden sentirse satisfechas. No van a ganar gran cantidad de lana, pero tampoco van a perder un solo dólar.

Pero, la verdad, si hubiera justicia sobre la tierra, los productores de Rescate del Metro 1 2 3 deberían haber perdido dinero. La cinta, dirigida por el disparejísimo destajista Tony Scott (Pasión y Gloria/1986, Días de Trueno/1990, El Fanático/1996, Juego de Espías/2001, Hombre en Llamas/2004), echa boruca al mejor/peor estilo del hermano menor de Ridley Scott. Es decir, no faltan la cámara móvil mareadora, las tomas aéreas nomás porque sí, la edición que se quiere acezante, la banda sonora intrusiva y hasta el absurdo final dizque emocionante, todo ello para que no nos demos cuenta de los enormes boquetes de credibilidad y sentido común que tiene el guión escrito por el oscareado Brian Helgeland, adaptado del mismo libro en el que se basó la película original de 1974 y un telefilme de 1998 que no he visto: la novelita pulp Asalto al Tren Pelham 1-2-3 (Ed. Plaza y Janés), de John Godey.

La premisa es la misma: un cuarteto de malandrines secuestran un vagón del metro neoyorkino con casi una veintena de pasajeros y exigen una cantidad de rescate (un millón de dólares en 1974, diez millones en 2009), so pena de matar un rehén por cada minuto que la ciudad de Nueva York se tarde en pagar. Aquí acaban las similitudes, pues las diferencias son muchas y claves.

En 1974, a quien le toca lidiar con esta amenaza es un malhumorado policía de tránsito, el teniente de origen judío Zachary Garber (formidable Walter Matthau), mientras que el líder de los secuestradores es un mercenario de fuerte acento inglés, Mr. Blue (Robert Shaw, efectivo). En contraste, en 2009, Garber no es un lacónico judío de hombros caídos y cara de lebrel, sino un sufrido afroamericano, casado y padre de dos hijos (Denzel Washington) que, además, no es un policía, sino un ejecutivo del metro que ha sido rebajado a trabajar como controlador de tránsito, pues está siendo investigado por acusaciones de corrupción. En cuanto al malvado se refiere, el del 2009 no es un cortante militar de buenos modales y sonrisa cínica, sino un transa inversionista de Wall Street (¿hay de otros?) que está usando el secuestro del metro como mero distractor, pues su objetivo no son los diez millones del rescate, sino los 300 que puede ganar si hacer caer la bolsa, ya que él tiene todo preparado para aprovecharse del caótico mercado bursátil.

Los cambios en el trabajo y los móviles de los personajes no son menores. The Taking of Pelham One Two Three (1974) –ignoro cuál fue el título en México de la cinta- no quiere ser más que una eficaz y entretenida película de policías y ladrones y eso es precisamente lo que es: una elemental pero bien hechecita heist-movie cuyos personajes centrales –tanto los policías como los ladrones- están bien definidos, mejor interpretados y aún mejor caracterizados y dialogados a través del capcioso guión de Peter Stone.

Así pues, el policía interpretado por Matthau, es un tipo desgarbado, mal vestido, con chillante corbata amarilla, pero también es inteligente, sardónico, profesional. Frente a él –o más bien, al otro lado del micrófono por el que se comunican- está Mr. Blue, un tranquilo exmilitar de finas maneras pero crueldad a flor de piel. Es un tipo que transmite miedo pero también respeto y nadie duda que cumplirá su palabra de matar a todos los rehenes si no le dan lo que pide. Se trata de otro profesional rodeado de tres delincuentes con personalidades propias e inconfundibles: el gripiento Mr. Green (Martin Balsam), el tartamudo Mr. Brown (Earl Hidman) y el psicopático Mr. Grey (un muy joven Héctor Elizondo). (Por cierto, ¿de aquí sacó Tarantino los apodos de los ladrones de Perro de Reserva/1992?: supongo que sí).

Más aún: independientemente de que la heist-movie funciona como tal, la película dirigida por el buen artesano Joseph Sargent nos ofrece una fascinante galería de tipologías neoyorkinas raciales: el sarcástico policía judío, el comandante policial negro, el gritón sargento irlandés, el mezquino alcalde con influenza, su pragmático asistente político (“Estamos gobernando una ciudad, no una democracia”) y, por supuesto, los rehenes, con sus propias particularidades étnicas: el negro bocón, la latina rezadora, la WASP hippiosa, la prostituta desafiante, el anciano trajeado y así sucesivamente. Los neoyorkinos retratados en esta cinta son muchos, son diferentes, gritan a todo momento y expresan sus neurosis a la primera provocación… Viven en una enorme y complicada ciudad, así que un secuestro en el metro no puede ser tan grave.


En contraste, en Rescate del Metro 1 2 3, versión 2009, los compañeros del maléfico Ryder, encarnado por un sobreactuado John Travolta, no se distinguen en lo más mínimo unos de otros; los rehenes no tienen individualidades reconocibles; y aunque el alcalde, bien interpretado por James Galdolfini, tiene un papel más extendido, tampoco tiene mucho más que hacer al final de cuentas. Más aún: el humor, bien dosificado en la cinta de 1974, aquí desaparece casi por completo, pues la trama no se interesa tanto en la ciudad y sus tensiones raciales –un tema común del cine estadounidense de los años sesenta y setenta-, sino en la historia de redención del corrupto pero noble controlador del metro interpretado por Denzel Washington quien, para rizar el rizo, es castigado con un amelcochado e inmerecido acompañamiento musical. Una prueba del talento y la personalidad de Mr. Washington es que el actor termina sobreviviendo a su esquemático personaje increíble y a esa molesta banda sonora.

Pero terminemos: lo que en 1974 era una sencilla, divertida, bien tramada y bien actuada heist-movie hawksiana, Tony Scott la convirtió en un (dizque) portentoso melodrama viril en el cual un buen padre de familia que cometió un “pequeño” error tendrá la oportunidad de redimirse haciéndola de héroe citadino. ¿Quedó claro con que versión me quedo?

Comentarios

Joel Meza dijo…
... un sobreactuado John Travolta... es pleonasmo.
Lo correcto, en todo caso y por lo que leo de tu opinión del refrito, sería decir que en esta ocasión resulta molesto el trabajo de Travolta (sí, sus sobreactuaciones son disfrutables y agregan valor en ciertas películas).
Por otro lado, desde hace años me hace pensar mucho Denzel Washington; como dices, gran talento y personalidad. No recuerdo haberlo visto hundirse por más churro que sea su entorno.
Hace ya tiempo, unos 15 años, Film Comment le dedicó un ensayo apuntando que Washington podía ser lo más cercano a Paul Newman: un tipo discreto en su vida privada, talentoso en la pantalla, generoso con sus compañeros, imposible de hundir por más churro que sea su entorno... Seguramente se exagera: Washington, creo, no tendrá nunca la estatura mítica de Newman, pero sí es un actor muy confiable y siempre visible.

En cuanto a Travolta... Llega el momento, sobre todo al inicio, que parece estar imitando al peor Nicholas Cage. Hasta pela los ojotes igual.
Hey... Swordfish es el show de Travolta imitando a Nick Cage... Como no veré esta ¿Anda por esas lindes?
¿Uh? ¿Y qué pasó con el fin de semana? ¿No viste nada?
Ahora en la noche va la nota sobre la cartelera. Sorry, a lot of work...
Tampoco había nada por ver, Paxton. Sólo Cobrador: In God We Trust y esa la pasaron en la televisión. Ya tengo mi película del año... Jo...
Duende: No vi Swordfish... Parece que por fortuna.
Pues qué caray, ya sé qué regalarle: Swordfish. La tienen en todos lados en la compra de un chicle motita. Qué mejor regalo.

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