Dorothy Mills: el Exorcismo
Si bien Dorothy Mills: el Exorcismo (Dorothy Mills, Irlanda-Francia, 2008), tardío tercer largometraje de Agnès Merlet (Les Fils du Requin/1993, desconocida por mí y la muy académica biopic Artemisa/1997, exhibida en la lejana XXXI Muestra Internacional de Cine y reseñada por un servidor en el momento del estreno) no es más que un apto recalentado de la cult-movie británica setentera The Wicker Man (Hardy, 1973), la realidad es que esta suerte de thriller pueblerino y película de fantasmas se eleva muy por encima de sus múltiples servidumbres gracias a la presencia de la extraordinaria debutante, Jenn Murray, la joven actriz que encarna a al multifacética Dorothy Mills del título.
La psiquiatra Jane Morton (Carice van Houten) es enviada desde Dublín a una pequeña comunidad que se encuentra en una islita tan alejada, que el ferry que la comunica con Irlanda sólo llega cada tres días. El caso que Jane ha ido a investigar es el de una adolescente llamada Dorothy Mills (Miss Murray) que, trabajando como niñera, estuvo a punto de estrangular a un bebé de pocos meses de nacido. Dorothy parece sufrir de personalidad múltiple: jura que no recuerda nada de lo acontecido y muy pronto la psiquiatra descubrirá las distintas personas que habitan el frágil cuerpo de la muchacha: una niña de tres años, un adolescente violento, una promiscua muchacha, otro adolescente lloroso, más lo que se acumule en la semana, pues la pobre de Dorothy tiene un edificio de departamentos en su cabeza… ¿O será que hay algo más detrás de ese aparente trastorno mental de la desafortunada jovencita?
No voy a escribir más sobre la trama para no echar a perder las vueltas de tuerca que tiene la historia escrita por la propia cineasta en colaboración con Juliette Sales, pero baste decir que, con todo y sus varias incongruencias -que no mencionaré porque tendría que discutir elementos claves de la trama-, la cinta se deja ver sin mayor problema. Sin duda, Dorothy Mills: el Exorcismo, le debe más de un guiño a esa obrita maestra ya mencionada, The Wicker Man, acerca del extraño citadino que llega a perturbar la “paz” de una enclaustrada comunidad isleña, pero habría que aceptar que la directora Merlet le echa todos los kilos estilísticos posibles a su conocida historia: efectivo prólogo a través del cual caemos en cuenta que toda la película resultará ser un larguísimo flash-back tramposo, un experto manejo del encuadre con todo e inteligente uso de los espejos en varias escenas, y hasta una elegante elipsis de raigambre claramente wellesiana.
Sin embargo, lo mejor de la película es el debut fílmico de Jenn Murray, una jovencita que logra encarnar a su difícil personaje enfermo/poseído/atormentado con una convicción realmente admirable. Cada vez que Dorothy cambia de personalidad, Murray, en efecto, cambia de piel. No sólo su voz se transforma sino también sus ademanes, su manera de moverse, hasta su mirada. A menos que su trabajo haya sido una chiripa, bien podríamos estar ante el nacimiento de una notable carrera interpretativa. Ojalá así sea.
Comentarios
veo que los amigos, a veces, también lo hacen. Así, yo también compararía la caja, a pesar de que ni dinero tengo. Dos, 'eso de Delta' es una pelicula húngara que pasó en la Muestra pasada y que, por cierto, está pasando en estos dias en la Cineteca Nacional. Tres, sobre los remakes con Nicolas Csge yo si, ni modo, estoy esperando el de Herzog. Como sea.
Saludos compuestos(como si fuera torta compuesta, pues) en este comentario
Saludos
Más que bienvenido el asunto de La Condición Humana
Y bueno,¿vale la pena el exorcismo?
Qué pena de lo que pudo haber sido. Se me pone la piel chinita fantaseando qué hubieran hecho Christian Petzold o Hans-Christian Schmidt con el material.
La disfruté a secas.