Guadalajara 2009/Día cuatro
El General (México-EU, 2009), segundo largometraje documental de la cineasta de origen sinaloense Natalia Almada (Al Otro Lado, 2006), terminó siendo una leve decepción. Por su notable opera prima y por el tema que este documental trata, yo esperaba mucho más del filme. No está nada mal y nunca deja de ser interesante, pero queda la sensación que Almada no pudo nunca hacer embonar el análisis de la figura familiar e histórica del General Plutarco Elías Calles -bisabuelo de la señorita Almada- con el México del presente. La puerta de entrada al filme son una serie de audios que grabó la abuela de Almada e hija de Calles, Alicia, en junio de 1978. La idea de la mujer, fallecida en 1989, era escribir una biografía personal de su padre, algo que nunca hizo. Veinte años después, su nieta escucha los testimonios de esa muy articulada señora que puede ser elusiva y vaga cuando le conviene. La voz narrativa de Almada contrapuntea los audios de Doña Alicia, mientras en la pantalla vemos imágenes públicas y privadas del General Calles, el político y el hombre de familia. Al mismo tiempo, la cineasta entrevista a gente común sobre su situación, su forma de vida, sus trabajos, sus tradiciones. En algún momento, Natalia Almada se pregunta, con diáfana sinceridad, si su bisabuelo fue uno de esos "parásitos" -o sea uno de esos políticos- que todo mexicano bien nacido odia a muerte. Se agradece la voluntad personal de sacudir dudas familiares en público, el buen humor a flor de piel durante toda la cinta y el irrebatible ingenio del montaje. Sin embargo, insisto, la impresión es que Almada no quiso -o no pudo- penetrar más en la personalidad de su bisabuelo. Pero, bueno, no debe ser fácil ser bisnieta de uno de los creadores del sistema político mexicano.
En 1956 (México, 2008), corto de 20 minutos de Joseph Hensami, un detective privado sigue a una bellísima mujer por órdenes de su celoso marido. El título señala la fecha en la que está ambientada esta historia que le debe demasiado a esa obrita maestra de Wong Kar-wai The Follow (2001). La película está correctamente realizada y la producción, para tratarse de un cortometraje, es impecable.
Otro cortito razonablemente bien hecho pero también inocultablemente derivativo es Buenas Intenciones (México, 2008), de Iván Lomelí. El cortometraje de 18 minutos está dividido -y numerado- en doce segmentos que muestran el torbellino en el que se mete un pobre muchacho cuando acepta tomar la pistola inservible de un amigo. Su mala suerte parece cósmica y el desenlace nos remite al memorable corto anticlerical Barbacoa de Chivo de la cinta colectiva Cero y Van Cuatro (2004).
Lo mejor del día llegó, contra todos mis pronósticos, con Crónicas Chilangas (México, 2008), opera prima de Carlos Enderle. La película tiene un inicio flojo y no carece de una que otra laguna lógica pero, hasta el momento, es la mejor y más redonda cinta mexicana de ficción que he visto. Estamos ante una ágil película de género -mezcla de thriller y comedia urbana- que cruza los destinos de un joven delincuente paranoico que cree en los extraterrestre, una gordaza fanática de la pornografía y un anciano jubilado con una hipoteca imposible de pagar y una hija enferma postrada en la cama. El fallido auto-secuestro de un junior hará que todos estos personajes se encuentren, con resultados más o menos previsibles pero, eso sí, nunca aburridos. Para decirlo de otra forma: si hubiera pagado 60 pesos por ver esta película, no me hubiera sentido estafado. El debutante Enderle sabe contar historias y lo hace de forma genuinamente divertida. Usted dirá que no exigo mucho, pero ya sabe: este su blog conformista y de confianza.
En cuanto a Marea de Arena (México-Argentina, 2008), tardío segundo largometraje del exdirector del Centro de Capacitación Cinematográfica Gustavo Montiel, sólo un par de cosas. Aunque se nota que tasajearon la película -su edición es, por lo menos, errática-, la puesta en imágenes es, en contraste, muy buena. Por desgracia, no hay otra cosa positiva que decir de la cinta: la trama tarda muchísimo en iniciar y cuando empieza a desarrollarse, no logra capturar el mínimo interés, ni siquiera cuando empiezan a aparecer cadáveres (nomás dos, en realidad), acaso con la noble intención de despertar al respetable. La histora está centrada en un obsesivo fotógrafo argentino que vive en las costas de la Patagonia. El tipo se acaba de separar de su bella mujer mexicana y hará todo lo posible para que ella no lo abandone ni se lleve a su adorado hijito. Ajummm.
No me dormí, pero podría haberlo hecho. Me refiero a Venado (México, 2008), largometraje documental de Pablo Fulgueira sobre un grupo de chamanes huicholes que recorren miles de kilómetros en el centro de México. Los indígenas (brujos, cantadores, curanderos) caminan, bromean, recogen peyote y siguen una fiesta que parece interminable. Fuera del retrato etnográfico, que en sí mismo puede ser valioso para los estudiantes de antropología, no parece haber otra intención en la película del señor Fulgueira. Cuando había transcurrido la mitad de la cinta, decidí salirme. Mi primer -y espero que único- walkout del Festival.
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