En línea: Demon
En la creciente oferta cinéfila en línea, destaca por
su novedad y por su especialización, el sitio de Purga (purga.tv), que ofrece
para el cinéfilo que gusta del cine de horror una serie de películas de muy
distintos orígenes: cintas orientales, obras clásicas, cine indie americano,
gore-movies con vísceras regadas incluidas y otras linduras genéricas por el
estilo.
Explorando
Purga.tv me encontré con una auténtica curiosidad, de la cual había leído
algún texto muy elogioso, escrito por el colega español José Luis Losa. Me
refiero a Demon (Ídem,
Polonia-Israel, 2015), tercer largometraje del malogrado cineasta polaco Marcin
Wrona, quien se quitó la vida en un cuarto de hotel cuando estaba presentando
esta película en un festival local en su natal Polonia.
Más
allá de la trágica anécdota que rodea a Demon
y a su director, estamos ante una provocadora mixtura de cine de horror y
comedia de costumbres. Piotr (Itay Tiran, extraordinario) llega a algún lugar
del interior polaco a casarse con su novia, Zaneta (Agnieszka Zulewska), y de
pasada, a conocer a su inminente familia política. Mientras se prepara para
casarse, Piotr es dejado en la vieja granja familiar en cuyo granero será la pachanga
a la que todo el pueblo de seguro asistirá. Planeando los arreglos que hará en ese
sitio que, se entiende, se convertirá en su nuevo hogar, Piotr encuentra unos
restos humanos que, en un impulso inexplicable, los entierra de nuevo.
Al día siguiente, cuando la fiesta está en todo su
apogeo, aparece el gorrón que no falta en cualquier boda. El problema es que no
es un gorrón común y corriente: se trata de un espíritu. Un dybbuk, para ser
precisos. Es decir, un fantasma judío. Pero, ¿qué quiere un fantasma hebreo en
una boda católica? Si usted sabe algo de la historia de Polonia en el siglo XX,
creo que ya habrá adivinado el sentido alegórico del filme.
Wrona
le impone a la película un tono directo, natural, que no deja de ser extraño
(la imagen de la motoconformadora que atraviesa el pueblo al inicio) ni ominoso
(la mujer histérica que ve Piotr en el río). Los atisbos de lo sobrenatural
aparecen y desaparecen frente a nuestro protagonista en un parpadeo,
elípticamente, para después salirse de madre en la pentagruélica boda a la que
no le falta gente, vodka, música, bailes… y el ya citado dybbuk.
Tampoco
faltan los recuerdos, por cierto, especialmente de los más viejos del pueblo,
como el anciano profesor de escuela a quien nadie pela y que, acaso, tiene alguna idea de lo qué
sucedió en esa granja en la que ahora se ha organizado esa fiesta. Es obvio que
muchos más lo saben o lo intuyen, pero no les interesa recordar. Otros, acaso,
no saben nada y, ¿peor aún?, no les importa mucho.
Como
dice el preocupado padre de la novia (Andrzej Grabowski), cuando ve el desastre
en el que se ha convertido la pachanga que con tanto cuidado organizó, “acaso
es mejor olvidar que nos vimos aquí”. Conociendo la historia de Polonia, es
probable que los invitados le hagan caso.
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