Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXCVI y CCXCVII




La Princesa de Francia (Argentina, 2014), de Matías Piñeiro. El más reciente filme de Piñeiro  se ubica de nuevo, como en las anteriores y superiores Rosalinda (2011) y Viola (2012), alrededor de una troupe de jóvenes actores que están montando una obra de Shakespeare. En este caso, se trata de Trabajos de Amores Perdidos (1595-1596), adaptada por el director/productor Víctor (Julián Larquier Tallarini) a la radio. 
El tal Víctor acaba de llegar de México, en donde estuvo viviendo un año, y se encuentra con cinco mujeres con las que tuvo alguna relación: su actual novia, su exnovia, su amante, un faje ocasional y una amiga, con quienes busca montar la citada pieza shakespeariana.
Por qué todas estas mujeres están tan interesadas en el opaco Víctor es un misterio que Piñeiro no se interesa en resolver. Lo suyo son las iteraciones dramáticas –cierta escena se repite en tres ocasiones con diferentes personajes femeninos- y los juegos formales –esa espléndida escena inicial que empieza con un paneo en plano general alejado en el que vemos un futbolito de salón- que, a estas alturas, después de ver las cuatro anteriores cintas del joven director bonaerense, me empiezan a cansar.
Abundan los encuentros, desencuentros, caprichos y la alusiones a la fidelidad (real o imaginada), muy al tono de las propias comedias shakespearianas homenajeadas/fagocitadas por Piñeiro que, con La Princesa de Francia ha realizado otro de sus caprichosos ensayos sobre la (in)consistencia del amor. Nada del otro mundo: ya lo había hecho antes y, sobre todo, mejor.

Viento Aparte(México, 2013), de Alejandro Gerber. Dos adolescentes, Omar y Karina (Sebastián Cobos y Valentina Buzzurro), de vacaciones con sus papás en alguna playa de Oaxaca, tiene que tomar la carretera ellos solos después de que su madre (Úrsula Pruneda) es llevada de emergencia a un hospital debido a una fulminante embolia. Así pues, con unos cuantos pesos en la bolsa, los muchachos atraviesan el país rumbo a Paquimé, Chihuahua, donde vive su abuela. En el camino, previsiblemente, se encontrarán con el México dividido y violento -pero también generoso y solidario- que este tipo de cintas obliga. No hay nada que distinga de manera especial a esta película aunque también es cierto que se deja ver sin mayor problema.

Respira (Respire, Francia, 2014), de Mélanie Laurent. El segundo largometraje como directora de la actriz Laurent es un sólido thriller femenino, influido por las tensiones sexuales y de clase de la mejor Patricia Highsmith. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes 19 de julio.

En los Jardines del Rey (A Little Chaos, GB, 2014), de Alan Rickman. Impecablemente producida y bien interpretada esta cinta de época sobre la construcción de los jardines reales en el Versalles de Luix XIV (el director Rickman) no me podría haber interesado menos. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado.

Maidán (Maidan, Ucrania-Holanda, 2014), de Sergei Loznitsa. El sexto largometraje -cuarto documental- del cineasta bieolorruso Loznitsa es una necesaria crónica visual de la sangrienta represión que ocurrió en enero-febrero de 2014 en la plaza ucraniana de Maidán, ordenada por el régimen pro-ruso de Yanukovich. 
Por desgracia, cinematográficamente hablando, la película nunca deja de ser precisamente eso: una crónica visual captada por un encuadre casi siempre fijo y distante. Esta estrategia en la puesta en imágenes y en la edición de Loznitsa puede tener sentido y ser todo lo democrática que se quiera -no nos enfocamos en los líderes sino en la ¿noble? masa (des)organizada-, pero dramáticamente hablando se vuelve nebulosa y repetitiva. 

Ant-Man: El Hombre Hormiga (Ant-Man, EU, 2015), de Peyton Reed. Como suele suceder con las entregas iniciales de la Marvel -pasó con Iron Man (Favreau, 2008), Capitán América: el Primer Vengador (Johnston, 2011), y Thor (Brannagh, 2011)- esta primera entrega de El Hombre Hormiga logra presentarnos al nuevo personaje de forma ligera y divertida. Seguramente en las secuelas, Marvel echará a perder todo.

Fango (Argentina, 2012), de José Celestino Campusano. El quinto largometraje del prácticamente desconocido en México Campusano es un verdadero descubrimiento. Estamos ante una cinta hecha al margen y sobre la marginalidad argentina: en algún barrio bajo que más parece ámbito rural que urbano, un par de músicos, El Brujo y El Indio, tratan de levantar una banda de "Tango-Trash" mientras, al mismo tiempo, la esposa de El Brujo, Beatriz, tiene sus quereres con un tal Rubén, un hombre casado y mujeriego. La esposa de Rubén le pide a su prima, Nadia, una brava expresidiaria y lesbiana, que le pegue un susto a la mancornadora, así que Nadia, muy obediente, secuestra a Beatriz.
Años luz del pesado cine festivalero argentino -ese que se hace para ganar premios en Europa y hacer delirar a sus publicistas/programadores-, Fango desecha la inercia contemplativa tan de moda para entregar un relato sucio pero vibrante, con personajes que hablan, discuten, pelean y siempre están tomando decisiones. Sin duda, las actuaciones son disparejas y la puesta en imágenes descuidada, pero la historia, sus personajes y el pulso narrativo del director nos obliga a no dejar de ver la pantalla. 

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