Jerusalén 2015/III



El Festival de Jerusalén, entre los 200 filmes que presenta a lo largo de más de una semana, guarda varios espacios para el cine documental. Una de las secciones, Jewish Experience, está destinada a filmes que, como el nombre lo indica, muestra algunos de los elementos de la experiencia judía y, por supuesto, no necesariamente en Israel. 
En Every Face Has a Name (Suecia, 2015), el veterano documentalista Magnus Gertten se da a la tarea de mostrarnos una serie de imágenes cinematográficas de archivo en las que vemos llegar al puerto de Malmö, en abril de 1945, varios contingentes de prisioneros judíos recién liberados de los campos de concentración de Auswichtz o Ravensbrück. Las imágenes y los rostros de este noticiero documental obsesionan al cineasta, quien se pregunta: ¿quiénes son esas personas?, ¿qué sucedió con ellas?, ¿a dónde se fueron a vivir? 
Para responder a estas preguntas, Gerten viajó por buena parte del mundo, de Toronto a Tel Aviv, pasando por Florida, Nueva York, Noruega, París, Suecia o Polonia, encontrando a algunos de los sobrevivientes que, 70 años después, accedieron a ver esas imágenes para reconocerse en ellas y para recordar a sus amigos, compañeros, padres, hermanos. Así pues, pasamos de ciudad en ciudad, de escenario en escenario, y de algún anciano de pocas palabras a una viejita francamente nostálgica -sí, porque también fue posible, para algunos, encontrar al amor de la vida en pleno Holocausto.
Gertten intercala, a lo largo del filme, media docena de tomas en el puerto de Pozzalo, en Sicilia, en donde llega otro barco repleto de refugiados de otra naturaleza: algunos huyen de la guerra en Siria, otros de las difíciles condiciones de vida en África. Aunque el objetivo moral es obvio -trazar un paralelo entre los sobrevivientes del Holocausto y los nuevos refugiados que tratan de llegar a Europa-, las imágenes documentales recientes distraen y, al final de cuentas, las sentí un tanto cuanto forzadas. En todo caso, se trata de un problema menor.
Para planteamientos realmente problemáticos, está Pennies (Israel, 2015), un mediometraje de 50 minutos dirigido por el debutante Badran Badran y que está programado como parte de la competencia oficial documental israelí. 
Yichia y Hamam son dos carismáticos niños palestinos que viven en la Ribera Occidental del Jordán, en Tul Karem, bajo la Autoridad Palestina. Como el papá no tiene trabajo, ha enviado a Hamam a Wadi Ara, Israel, a pedir limosna, siguiendo el camino del hermano mayor Yichia, quien ya tiene varios años en esa chamba.
Es evidente que Badran ha tenido acceso durante varios años al par de chamacos y a su familia y, sin duda, el documental ha sido realizado con todas las buenas intenciones del mundo. Sin embargo, ese mismo acercamiento de Badran a Yichia y Hamam es lo que hace más problemático, éticamente hablando, al filme: vemos la cámara seguir al alegre Hamam a pedir limosna entre los autos, atestiguamos su discusión con otro niño que lo amenaza porque está pidiendo dinero en su crucero y cuando Hamam se rebela y escapa de la tutela de Yichia, ¿qué hicieron los realizadores del documental? ¿Se quedaron esperando a ver hasta que apareció Hamam, como en efecto sucedió?
Es decir, ¿en qué momento es válido que el documentalista sea un simple testigo ante las serias tribulaciones de Yichia, Hamam y su familia? ¿No están usando a estos niños como instrumento para lanzar el típico "mensaje" bien pensante? No dudo, insisto, que todo haya sido realizado con la mejor buena voluntad del mundo, pero este documental tiene un tufo miserabilista que Yichia y Hamam no merecen. ¿O será que, acaso, es imposible hacer este tipo de filmes sin caer en la franca explotación de la pobreza? 
Von Caligari zu Hitler (Alemania, 2014), del crítico de cine aventurándose como cineasta Rudiger Suschland, se ha programado en la sección Cinemania, dedicada a la cinefilia. En el caso de este documental, estamos ante la puesta en imágenes de los planteamientos del canónico libro "De Caligari a Hitler, una Historia Psicológica del Cine Alemán", publicado por el crítico alemán emigrado a Estados Unidos Sigfried Kracauer en 1947.
Si usted ya leyó el libro -y si no lo ha hecho, ¿qué espera?-, el documental no es más que una muy competente ilustración, vía fragmentos fílmicos muy bien elegidos, de las tesis de Kracauer, quien en ese seminal ensayo hizo la crónica de la fallida República de Weimar (1919-1933) a través de su cine, iniciando con la obra cumbre expresionista El Gabinete del Dr. Caligari (Wiene, 1920) y terminando con el ascenso de Hitler al poder, marcado, entre otras cosas, por la aparición de las películas de montañismo protagonizadas por Leni Riefenstahl.
Por supuesto que el libro es más complejo que este planteamiento y este documental tiene, también, sus propios intereses: por más que sigue de forma general las ideas de Kracauer, el guionista/cineasta debutante Suschland profundiza en algunos elementos que obviamente le importan más, como la comparación de temperamentos e ideas sobre el cine que tuvieron dos autores centrales de la época (Lang vs. Murnau), así como la confrontación de dos tipos diferentes de mujeres fatales a la alemana (Dietrich vs. Brooks). 
Von Caligari zu Hitler no descubrirá nada que no sepa el cinéfilo más avezado pero puede ser una magnífica puerta de entrada al cine alemán de Weimar, sobre todo en los géneros menos conocidos, como el musical o el neorrealismo avant-la-letre germano, pues como queda claro en el propio libro de Kracauer, en los 20/30 hubo mucho más que expresionismo en el cine alemán de la época. 

Comentarios

Joel Meza dijo…
Lo que dices de Pennies me recuerda esa caricatura de Mafalda, donde Susanita dice que cuando sea grande organizará fabulosas y elegantísimas fiestas con deliciosos manajares, a donde acudirá lo mejor de la sociedad, para recabar fondos con los que comprarán fideos y esas cosas que les gusta comer a los pobres.
Joel: Sí, hay algo de eso. A lo mejor no, pero esa sensación queda.

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