El Apando
En estos días se está exhibiendo en la Cineteca Nacional un ciclo de cine dedicado al José Revueltas guionista. En ese sentido, El Apando, basado en una novela del propio Revueltas, es una cinta emblemática y personal, en más de un sentido. Acá abajo rescato un texto escrito por mí hace una década, con algunos pequeños cambios.
Felipe
Cazals, fundador del grupo Cine Independiente a fines de los 60 al lado de
otras entonces jóvenes promesas como Arturo Ripstein y Rafael Castanedo,
terminó por entrar a la industria con
sendos filmes históricos que hoy por hoy apenas pueden ser vistos como mera
curiosidad -entre ellas, por cierto,
habrían de destacar, por lo fallidas, Emiliano Zapata (1970) y Aquellos Años (1972). Sin embargo, pagado el derecho de piso, Cazals realizaría
a continuación un rosario de tres impactantes cintas sobre la violencia en
México, trilogía patrocinada por el Estado: Canoa (1975), El Apando (1975) y
Las Poquianchis (1976).
Para esta época –finales del sexenio
echeverrista- el Estado era el productor más importante de cine en México:
poseía los Estudios Churubusco y América, distribuía su cine a través de
Películas Mexicanas, lo promocionaba con la compañía Procinemex, lo exhibía en
la desaparecida Operadora de Teatros y producía a través de CONACINE, CONACITE
I y CONACITE II. Además, algunos éxitos de taquilla (con Canoa y El Apando), el aplauso de un buen sector de la crítica nacional a todas las decisiones
tomadas por el gobierno, aunado a sendos triunfos internacionales en Festivales
como Berlín (Oso de Plata para Canoa y Los Albañiles/Fons/1976) y en la propia
entrega del Oscar (nominación para Actas de Marusia/Littin/1975) entregaban a propios
y extraños una imagen inmejorable del cine mexicano de esos tiempos.
Por ello es lógico entender porqué Cazals defendía y
sigue defendiendo a capa y espada el sexenio echeverrista al grado de
bautizarlo como la auténtica Época de Oro del cine nacional: bajo este periodo
el director de Rigo es Amor (1980) haría su obra más lograda, interesante y
consistente. De hecho, visto en perspectiva, el Cazals de Canoa y el Ripstein
de Cadena Perpetua (1978) fueron los cineastas que mejor aprovecharon la famosa Apertura
de los sexenios de Echeverría y López Portillo. Cazals, incluso, apenas
llegaría a rozar años después el vigor narrativo de este periodo con Bajo la
Metralla (1982) y Los Motivos de Luz (1985), y con la virtualmente inédita Las
Inocentes (1986).
En cuanto a El Apando se refiere, la película no ha perdido su
poder expresivo. Viaje al infierno del sistema carcelario mexicano a través de
una novela de José Revueltas adaptada por él mismo y José Agustín, la película
narra en un tono perverso y amoral la vida de tres presos en el penal de
Lecumberri -el Carajo (antológico José Carlos Ruiz), Polonio (Manuel Ojeda) y
Albino (Salvador Sánchez)-, las tensas relaciones entre ellos, las de ellos
con los otros presos y la autoridad, y el fallido intento de recibir un
cargamento de droga escondida en los genitales de la madre del Carajo, la
anciana Doña Luz (impresionante Luz Cortázar).
Película-bofetada, película-provocación,
película-sublimación de la violencia, la sangre, el sexo y las malas palabras,
El Apando es uno de los filmes más excesivos e insoportables del cine mexicano.
Su regodeo en la violencia física –el clímax, con los 3 presos siendo golpeados
e inmovilizados entre los barrotes de un pasillo se puede contar como una de
las secuencias más impactantes del cine nacional-, su determinación por mostrar
lo más podrido del ser humano sin detenerse ante nada, su desafiante
amoralidad, su estilo brutal y directo en los diálogos, en las actuaciones, en
el montaje, en la sórdidamente expresionista fotografía de Alex Phillips Jr., convirtieron a El
Apando en uno de los filmes más inquietantes en la historia del cine mexicano.
Si Cazals realizó la película con la idea de
provocar en su público un sentimiento idéntico al de un golpe en el estómago,
entonces no hay duda alguna que logró su cometido. La película sigue causando
lo mismo 40 años después.
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