Ambulante 2014/I



¿Cuál es el límite entre el documental y la ficción? Penumbra (México, 2013), segundo largometraje de Eduardo Villanueva (Viaje a Tulum/2011, no vista por mí), filme que se presentó en competencia en Rotterdam 2013 y luego en el FICUNAM del año pasado, provoca la pregunta en voz alta. (Aunque la respuesta más sensata podría ser, acaso, ¿importa saber cuál es ese límite?)
La película, presentada en Ambulante en la sección "Pulsos" es el perfecto ejemplo del tan debatido, llevado y traído, slow-cinema: dos ancianos, Adelelmo Jiménez y su esposa, Carlos Rodríguez (actores no profesionales) viven apartados en alguna casita en la zona rural de Jalisco. Son una pareja bien avenida, aunque no faltan las sombras: el recuerdo de la muerte de su hijo Emiliano, alguna enfermedad que tumba en la cama a Don Adelelmo, un venado que no se deja cazar.
Don Adelelmo practica la caza. No, mejor dicho, es un cazador. Es decir, lo suyo no es un hobbie: caza para vivir. Al inicio vemos cómo se levanta de su cama, sale al campo y mata una chachalaca que Doña Carlota guisa en un caldo que se ve riquísimo. Luego, le cuenta a un tipo una sabrosa anécdota de cuando mató a un tigrillo. Y, al final, vemos como caza y destaza al elusivo venadito.
La cámara de Patrick Ghiringhelli aprovecha al máximo los bellos espacios en exteriores y crea algunas imágenes notables en interiores –la escena en la que Doña Carlota es bañada por rayos de luz, la toma circular del inicio que se sostiene durante tres minutos-, aunque creo que una edición más rigurosa, con una duración más cercana a los 60 minutos, habría sido mejor.
"Pulsos" es la sección que, de acuerdo con el programa de mano de Ambulante, está dedicada a "la más  reciente producción documental en México que promueve obras con voz y visiones originales". En efecto, hay algo de original en programar una docuficción (¿o ficción documentalizada?) como Penumbra en Ambulante.
En contraste, H2Omx (México, 2013), de José Cohen y Lorenzo Hagerman, es un muy convencional filme documental pero esto no lo hace menos valioso. De hecho, creo que vale mucho más la pena que Penumbra.
Estamos ante una muy bien informada cinta documental que nos presenta el ¿irresolube? problema del agua en la ciudad de México. Sin voz narrativa alguna, pero sí con innumerables testimonios en off de diversos especialistas, investigadores, activistas y funcionarios, Cohen y Hagerman nos muestran el callejón sin salida que es llevarle agua a la zona metropolitana de la Ciudad de México, en donde viven 22 millones de personas. 
El problema, por cierto, es más o menos parejo: es cierto que los más ricos acaso no tengan que esperar la pipa del mes como sucede con cierta doñita que vive en Tlalpan, pero también vemos a un gerente de un restaurante de la Condesa que asegura tener broncas similares con el suministro del agua. Y lo peor, que atestiguamos al final: las aguas negras y contaminadas con metales pesados que salen del DF llegan a Hidalgo, en donde son usadas para el riego de las verduras que se comen los capitalinos. Algún agricultor lo dice con todas las letras: "de la ciudad nos mandan caca y nosotros les regresamos alimentos". Peor aún, esos alimentos están contaminados con cantidades criminales de cromo, plomo, estaño, antimonio, cobalto, arsénico, cadmio y el resto de la tabla periódica, y las mediciones no son cualquier cosa: los metales pesados -que han provocado, por ejemplo, una alta incidencia de cáncer en las zonas rurales de Hidalgo- sobrepasan hasta en nueve veces -es el caso del plomo- las cantidades mínimas permitidas. 
Los datos, las imágenes, los testimonios, que presentan Cohen y Hagerman son abrumadores y pareciera que no queda más remedio que la desesperanza o, de plano, la extinción. Pero, por supuesto, esto no es así: desde el inicio del documental, vemos a dos jóvenes, el ingeniero Antonio Capella y el diseñador Enrique Lomnitz, quienes con un entusiasmo hasta sospechoso llegan a Xochimilco a instalar un sistema de recolección de lluvia que puede solucionar el problema del agua de una comunidad entera. 
Claro, el trabajo de estos dos activistas -eso sí, muy prácticos, ¿habrán leído a Gabriel Zaid?- es solo una gota que -ya sé, la metáfora es chambona- se puede perder en ese océano de problemas que es la Ciudad de México y su abasto de agua. Pero son este tipo de acciones, pequeñas pero concretas, las que pueden ir solucionando broncas de esta naturaleza. El valor de este documental dirigido por Cohen y Hagerman es que que no solo muestra todos esos problemas, sino prueba que la solución a ellos es posible. El valor de H2Omx es, pues, muy didáctico, en el mejor sentido del término. 

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