Declaración de Guerra
Declaración de Guerra (La Guerre est Déclarée, Francia, 2011) es el sólido
segundo largometraje de la guapa actriz y ocasional cineasta Valérie Donzelli,
quien también funge aquí como coguionista, junto a su exmarido y actor
coprotagónico Jérémie Elkaïm.
Declaración de Guerra es un filme
rabiosamente personal: Donzelli y Elkaïm fueron pareja hace tiempo y sufrieron
juntos la tragedia de enfrentar una grave enfermedad de su hijo –un raro tumor
cerebral, nada menos- que los llevó a declarar la guerra del título no sólo al
maléfico cáncer infantil, sino a todo lo que conlleva una lucha de esta
naturaleza: problemas económicos, estres constante, soledad, cansancio, rutina…
Y es que Donzelli nos dice que, sí, puede ser que ganes una guerra –la de la
enfermedad- pero, ¿y las otras?
Cuando
se conocen en un bar y experimentan de inmediato un irrefrenable “coupe de foudre”, Romeo (Elkaïm) le
dice a Julieta (Donzelli) que, por sus trágicos
nombres románticos, tendrán que compartir un destino terrible. Y, de alguna
manera, así es: un par de años después, a su hijo Adán (César Desseix), de 18
meses, se le diagnostica un tumor cerebral que resulta, para acabarla de sufrir,
no sólo maligno, sino además, muy raro. Seguirán hospitalizaciones, una
intervención quirúrgica, quimioterapia, radioterapia, más lo que acumule en las
semanas, en los meses, en los años.
No
he visto la opera prima de Donzelli, La
Reine de Pommes (2009), pero ante la evidencia que se muestra en Declaración de Guerra, la guapa actriz
no sólo es una buena cineasta sino que, además, no tiene el mínimo temor de
correr todos los riesgos estilísticos posibles al contar su muy convencional
historia –porque, por más trágica que sea, no deja de ser convencional-, así
que echa mano de todos los recursos habidos y por haber, desde voz en off a la
Truffaut hasta la irrupción del musical a la Demy, pasando por algún juego
mágico-godardiano o las interrupciones abstractas de la narrativa que, cual
desliz a lo Stan Brakhage, nos muestra el ineluctable avance del cáncer en las células del
simpático bebé.
Otro
punto a favor es la ecléctica pero siempre efectiva banda sonora, que saquea
impunemente a Bach, Morricone, Delerue, Offenbach y, en una escena clave y
desgarradora, al invierno (Allegro non molto) de las Cuatro Estaciones de
Vivaldi, en uno de los más grandes momentos fílmicos que sufrí/gocé el año pasado, cuando la cinta fue exhibida en el 16to. Tour de Cine Francés.
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