Hablando en el cine


Joel Meza me informa de una pregunta enviada a Roger Ebert por parte de un lector californiano y la respuesta del veterano cinecrítico. Vale la pena compartirla con ustedes.


Q. My sister-in-law just informed me of a movie theater in Boston that people go to because talking is allowed and encouraged. It is the best place to see a stupid movie because the comments are often the best part. It is awesome she says. Should these kinds of theaters be set up everywhere? They would (1) give us a reason to potentially enjoy bad movies, and more important (2) provide a place for all the rude, inconsiderate folk to go. Justin Francis, San Jose, CA.


A. I am especially in favor of option No 2. I hope they also encourage cell phone use.


¿No sería buena idea abrir esos cines en México? En la época porfiriana, había varias funciones de la misma película, diferenciadas únicamente por el costo del boleto. Al subir el costo al entonces estratosférico precio de un peso por función, los lagartijos porfirianos se aseguraban de que no entraran "pelados" junto a la "gente decente". La bronca es que en el México de hoy, la (dizque) gente decente es, muchas veces, la más grosera, la más "pelada".

A lo mejor funciona como una especie de curiosa promoción: "para poder disfrutar de este churro, es necesario traer amigos para echar relajo y agarrar cotorreo. Se permite tirar palomitas a la pantalla".

Comentarios

Dímelo a mí. El público provincianito que asiste a este festival (prensa, estudiantes, élite, snobs izquierdosos; nadie se salva) ha sido el peor que me ha tocado EN MI VIDA.

Nunca más me quejaré de los gatos parlanchines del DF. Los quiero.
Anónimo dijo…
Aqui ya hay de esos cines, estan dentro de los "malls" Tambien lei que hay cines donde se esta prohibiendo la venta de palomitas. Eso me hace especialmente feliz pues el olor a mantequilla quimica me da nauseas.
Leo
Joel Meza dijo…
¿Cómo iba aquella canción de Fernando Delgadillo sobre lo amena que se puso una función con un bodriazo en pantalla pero amenizada por las guerras de dulces, cacahuates y palomitas de maíz?
A mí el peor público que me ha tocado fue en unos multicinemas en uno de los ranchitos al este de Los Angeles, donde media sala (chamacos chicanos y negros, por cierto) tenía un permanente diálogo entre sí y con la pantalla. Particularmente notorio el diálogo con la pantalla y las consecuentes carcajadas del resto de los asistentes.
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Aunque recuerdo que cuando ví en cine una de esas películas de asteroides que chocan con la Tierra (la que no es con Bruce Willis), llegó un momento en que TODA la sala, hasta yo, estábamos platicando con nuestros acompañantes entre escena y escena. Cuando me dí cuenta, analicé un poquito la situación (pláticas entre escena y escena, e incluso pláticas durante ciertas escenas flojas) y llegué a la conclusión de que estaba ante una película hecha originalmente para la tele pero que terminó en la gran pantalla, para colgarse del muertito, precisamente, de la de Bruce Willis.
El público estadounidense es muy dado a esas demostraciones. Para muestra, digo, si no les ha tocado, dos DVDs... El primero, el de los Ghostbusters, que trae en siluetas al público y sus reacciones corporales (se levantan, bailan, etcétera); y el de Planet Terror, que tiene una pista de audio compartida entre la película y los alegres comentarios de la audiencia (que aplauden a los buenos, chiflan a los malos, gritan Oh my God, etcétera).

Compararlos con los "rusticos" de acá no es justo. Los de acá simplemente son tan concientes de su problemática social que no puden dejarla de lado a pesar de la película: ellos quizá griten, hablen por teléfono, lo que sea; pero será por el chisme de la vecina, sobre el estado de salud alguno de ellos, sobre los productos o restaurantes que más les han gustado, sobre el noviazgo de dejazgo de uno de su tropa... En sí, no se trata de "interactuar" con la película... Digo, qué es eso...

Por tanto, no confundir. Acá somos socialmente activos. Allá, qué locos, se dejan llevar fácil por la mentirota esa que les muestran. Y para colmo, lloran.
Joel y yo estuvimos alguna vez en un churro que realmente fue divertido y no por el churro sino por la gente que estaba en el cine: uno que imitaba el sonido del monstruo de la Laguna Negra, un bebé llorando y alguien por allá aconsejándole a la mamá que le dieran una cerveza... Cosas así. Si mal no recuerdo, el churro fue ese en donde Cuba Gooding Jr. quiere ser buzo y Robert de Niro es su entrenador racista.

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