Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXIV




El buen cristiano (México, 2016), de Isabel Azevedo. Acucioso documental centrado en el juicio que el Estado guatemalteco organizó en contra del exdictador militar Efraín Ríos Mont, acusado de genocidio, y quien gobernó Guatemala con manos (cristiana) de hierro entre 1982 y 1983.
La cineasta debutante Azevedo alterna las escenas del juicio -que sucedió entre marzo y abril de 2013- con entrevistas a opositores y colaboradores, imágenes de archivo y testimonios diversos sobre la forma de gobernar de Ríos Montt, basada, según él, tanto en el Nuevo Testamento como en cierto libro de reglas del ejército de Guatemala.
Así pues, los crímenes, las desapariciones, las torturas, estaban guiados por la idea de que no había nada ni nadie por encima de Dios ni Guatemala aunque, en este mismo tenor de ser "buen cristiano", había que hacer algunas excepciones en las labores de exterminio de los guerrilleros e indeseables, como el llamado "Plan Sofía", que ordenaba "respetar vidas de mujeres y niñas... hasta donde sea posible". Un gran ejemplo de solidaridad cristiana, por supuesto. (**)

Potentiae (México, 2016), de Javier Toscano. La opera prima de Toscano -ganadora en Morelia 2'17 del Guerrero de la Prensa- es un meritorio filme documental sobre un puñado de discapacitados de distinto tipo -ciegos, parapléjicos, sin alguna pierna o sin brazos, con síndrome de Down- que viven sus vidas como cualquier otro en la inabarcable Ciudad de México.
Desprovisto de toda condescendencia o sensacionalismo, sin jodidismo alguno ni militancia machacona, Toscano nos muestra un mosaico de afanes cotidianos -cómo lavarse los dientes cuando no se tienen manos, como guiarse por las calles siendo invidente, como transitar en patineta de un lugar a otro- que no pide nuestra lástima sino, en todo caso, nuestra empática comprensión, porque las discapacidades, gente, no se pegan. Por acá, mi colega Carlos Bonfil escribió in extenso de este notable documental.  (**)

Acusada (Argentina-México, 2018), de Gonzalo Tobal. El segundo largometraje de Tobal (opera prima Villegas/2012, no vista por mí) es una suerte de thriller de juzgado en el que, en realidad, las escenas de juicio terminan siendo secundarias.
Dolores Dreier (Lali Espósito) es una joven de 21 años a punto de ser enjuiciada por el asesinato de su mejor amiga, ocurrido hace un par de años. El origen fue cierto video sexual protagonizado por Dolores y hecho viral por Camila, a quien la propia Dolores amenazó de muerte delante de testigos.
Sin embargo, más que un whodunit tradicional -¿realmente Dolores apuñaló a su amiga con unas tijeras? Si no es ella, ¿entonces quién es el culpable?-, Tobal y su coguionista Ulises Porra nos muestran los entretelones de la preparación para el juicio. Es decir, para la representación, porque como hemos aprendido en el cine y las teleseries -especialmente estadounidenses- lo que importa cuando se está frente a un jurado -o, en este caso, frente a tres jueces- no es la verdad, sino la representación de algo que se parezca a ella.
Esposito interpreta a su ¿asesina? como una esfinge grisácea, casi aburrida, por estar representando un papel que no necesariamente le entusiasma. Próximamente, en la revista Aequitas, me extenderé al respecto con esta película y el tema que trata. (**)

No te preocupes, no irá lejos (Don't worry, he won't get far on foot, Eu-Francia, 2018), de Gus Van Sant. El más reciente largometraje de Van Sant es una afortunada fusión de una historia que pertenece al mainstream con un impulso aviesamente subversivo. Mi crítica in extenso, por acá


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