Eres mi pasión




A unos días del inicio del Mundial de Fútbol Rusia 2018, se ha estrenado en México Eres mi pasión (México, 2018), futbolero segundo largometraje de Anwar Safa.
Sobre la cinta argentina El fútbol y yo (Carnevale, 2017), he aquí la patética vida del obseso futbolero Pedro Gallo (Mauricio Isaac) que desayuna, come y cena con el fut; duerme, sueña y se despierta con el fut; trabaja pensando en el fut y, hasta cuando tiene que asistir a un velorio, habla de la muertita como si se tratara de un jugador retirado que tuvo una gran temporada. Es más: hasta se imagina su propia vida narrada por Christian Martinoli.
Por supuesto, esto no le hace mucha gracia a su workhólica mujer pastelera Luli (Mariana Treviño, apagadona), quien no logra que su inútil marido ni su hijo aprendiz de influencer apodado “Hugol” le hagan el menor de los casos. La crisis de esta familia disfuncional y multi-adicta –al fut, al trabajo, al internet- llegará al máximo cuando Luli descubra que Pedro ha comprado, a sus espaldas, un paquete completo para viajar a Rusia 2018.
No he visto la cinta original argentina en la que está basada Eres mi pasión, pero por lo menos en su adaptación mexicana, la película –escrita por Javier Peñalosa- nunca logra despegar más allá de la inicial premisa sobre la adicción futbolera de Pedro, aún más lastimosa, pues su equipo favorito es el muy popular Cruz Azul, famoso incluso entre los que no nos interesamos por el futbol debido a que los continuos fracasos de ese equipo han provocado el nacimiento de un verbo muy mexicano: “cruzazulear”.
Las escasas risas no se deben, por lo tanto, al guion más que previsible, sino a los destellos de su muy esforzado reparto: alguna escena en la que Mauricio Isaac ejecuta una perfecta cantinfleada, un Silverio Palacios cumplidor en el papel del “padrino” de Alcohólicos Anónimos que trata de evitar que Pedro recaiga en su adicción pambolera, una hilarante Norma Angélica yucateca tratando de imitar un acento chihuahuense y una Patricia Reyes Spíndola en un brevísimo cameo como una correosa madre cruzazulina.
Sawa y su equipo le echan los kilos al efectismo visual/narrativo –cortes abruptos que tratan de mover a risa, uso excesivo del barrido en la puesta en imágenes-, pero nada de eso logra esconder los pobres resultados obtenidos. Después de haber debutado en la primera división con la simpática El Jeremías (2015), Sawar ha caído, apenas en su segundo largometraje, en la liga de ascenso. Esperemos que para la próxima no vuelva a cruzazulear.

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