Guardianes de la Galaxia, vol. 2
Escribir del cine de la Marvel no es escribir de cine y eso
se vuelve a demostrar con el estreno, el pasado fin de semana, de la más
reciente entrega marveliana, Guardianes de la Galaxia, vol. 2 (Guardians
of the Galaxy, Vol. 2, EU, 2016), cuarto largometraje de James Gunn (opera
prima insuperada Criaturas rastreras/2006, Super/2010, Guardianes
de la Galaxia/2014).
Desde hace rato, ante cada nuevo filme del Universo
Cinematográfico de Marvel (o MCU, como dicen los grincos) se escribe más de
análisis financieros (que si cuánto logró el primer fin de semana, que si
rompió un récord, que si cómo le fue en China) o de negocios de futuros (qué
tanto entusiasmo provocó para el siguiente capítulo, qué tanto se conectó con
otras aventuras de la Marvel) que de cine. Ya lo sabe usted: a la Marvel no le
interesa tanto la película que está usted viendo, sino la cinta futura que ya
le está vendiendo/prometiendo para el próximo verano/otoño/invierno.
Para rizar el gastado rizo, Marvel cumple con la
tendencia de siempre: a partir de la segunda película de cada saga (la
excepción, sería, acaso, Thorito 2 y quién sabe), la historia
hace agua entre repeticiones abusivas y diálogos explicativos larguísimos. De
hecho, el guion escrito por el propio James Gunn no es más que una serie de
momentos melodramáticos, torpemente enlazados entre cansinas escenas de acción
y pegajosos rescates musicales.
En esta secuela, los guardianes de la galaxia tienen tantas
broncas familiares que bien podrían formar parte de alguna telenovela mexicana…
de hace 30 años. Por ejemplo, Peter Quill (Chris Patt) vive traumado porque no
conoció a su papá, pero al final termina teniendo dos progenitores a escoger:
su padre (no exactamente) biológico Ego (Kurt Russell) y su asumido papá
adoptivo Yondu (Michael Rooker, en la mejor actuación de la película). La
indomable Gamora (Zoe Saldana) y su hermana Nebula (Karen Gillan) tienen que
resolver su interminable rivalidad causada por su malvado papá que nomás quería
verlas pelear cuando estaban chiquitas. El mapache Rocket (voz de Bradley
Cooper) aprende a aceptar que siempre se comporta como ojete para ocultar que,
en el fondo, tiene su corazoncito y que los guardianes son su única familia. Al
final de cuentas, los únicos que resisten el ataque sentimentaloide del guion
son el forzudo Drax (Dave Bautista, quien tiene las líneas más graciosas del
filme) y Groot (voz de Vin Diesel), que presume la mejor escena post-créditos
(¡de las cinco!) que tiene el filme.
Eso sí, por ahí aparecen actores y personajes que,
previsiblemente, veremos en el siguiente tráiler –digo, filme- de la saga
(Sylvester Stallone, Michelle Yeoh) pero que aquí no tienen mucho qué hacer en
el guion escrito por Gunn que, incluso, desperdicia la mejor idea de la cinta:
esa insoportable raza de alienígenas dorados que, como si fuera el ejército
gringo asentado en el desierto de Nevada, hace todas sus guerritas a control
remoto, manejando drones espaciales cual juegos de vídeo. Lo que habría hecho
un Paul Verhoeven con estas escenas.
Lo que sigue funcionando como relojito es el impecable gusto
musical de los hacedores de esta cinta (“My Sweet Lord”, “Brandy”, “Father and
Son” y otras más) y uno que otro chistorete, casi todos ellos debidos a Dave
Bautista. La vis cómica del luchador es notable porque, como todo comediante
natural, no trata de ser gracioso. O, por lo menos, no se nota que se esfuerce
mucho. De todos los involucrados en esta saga es él, acaso, el que ha crecido
más como actor y como estrella. Quién lo diría.
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