Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCLXXXIII



Sopladora de Hojas (México, 2015), de Alejandro Iglesias Mendizábal. En la veta del cine de adolescentes de Fernando Eimbcke -aunque sin su muy identificable y controlado estilo en la puesta en imágenes-, he aquí un día en la vida de tres chamacos ociosos que, por una apuesta infantil -tirarse en un montón de hojas secas por 10 pesos-, uno de ellos pierde las llaves. Usar la sopladora de hojas del título es una de las cosas que se les ocurren para encontrar las llaves perdidas. 
Estamos ante una "épica cotidiana en nueve capítulos" a la que le sobró algunos de los nueve episodios en los que está dividida -por lo menos en el que aparece Daniel Giménez Cacho- aunque, de todas formas, la cinta se deja ver sin demasiados problemas. Opera prima de Iglesias Mendizábal. (* 1/2)

Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, GB, 2016), de Ken Loach. La ganadora en Cannes 2016 es un melodrama social en la mejor tradición de Loach, sincera, humanista y con una pizca de buen humor. Mi crítica en la sección Primera Fila del Reforma del viernes pasado. (** 1/2)

Almacenados (México, 2015), de Jack Zagha Kababie. Después del fracaso de En el último trago (2014), da gusto reportar que Zagha Kababie (divertida opera prima Adiós mundo cruel/2010) ha vuelto por sus fueros con esta curiosa comedia minimalista ubicada en una semana de (dizque) trabajo, cuando el solemne señor Lino (José Carlos Ruiz, impecable), después de 39 años de labores, le pasa la estafeta al jovencito Nin (Hoze Meléndez), quien ha llegado para ser el nuevo encargado del "Almacén B", propiedad de la compañía Salvaleón S.A. de C.V. dedicada a fabricación de astas y mástiles.
En ese Almacén B se resguardan los mástiles, le informa el seco Lino a Nin ("Aquí vamos a lo que vamos", "¿Estamos?"), aunque pasan los días de esa última/primera semana de trabajo y no aparece ningún camión con ningún mástil. Muy pronto queda claro que esa chamba -¿la mayoría de ellas, de plano todas?- no tiene sentido y que los dos únicos personajes en este vacío escenario solo pueden intercambiar lo que ellos poseen: su humanidad. 
El keatoniano rostro enjuto de Ruiz es el contrapunto perfecto para la expresión siempre expectante, curiosa, del ascendente Hoze Meléndez en esta pequeña y sencilla comedia existencial escrita por David Desola sobre su propia obra de teatro. Ganadora del premio del público en Morelia 2015.  (**)


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