Blancanieves




Vi Blancanieves (España-Francia, 2012) en marzo de este año, en Guadalajara 2013, en donde ganó, con toda justicia, el premio a la Mejor Fotografía, responsabilidad de Kiko de la Rica. La volví a ver un mes después, en la XV Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo, en República Dominicana, donde tuve el honor de ser parte del jurado y ser responsable de la doble premiación de la película: a Mejor Fotografía nuevamente y a Mejor Director: Pablo Berger. 
Blancanieves  es apenas el segundo largometraje de Berger, quien había realizado antes la muy divertida comedia Por No Quedar Pobre (2003). El salto entre una y otra cinta es, sin duda, notable: pareciera que el lapso de casi una década entre una y otra película, le cayó muy bien al cineasta vasco. Esperemos, en todo caso, que no tarde otros diez años en dirigir otro filme.
Escrito por el propio Berger sobre el cuento homónimo de los Hermanos Grimm, esta cinta muda pero no completamente silente -pues presume una formidable música de Alfonso Villalonga-, traslada la clásica historia infantil a la España de inicios del siglo XX. La Blancanieves del título (Sofía Oria de niña, Macarena García de joven) es una muchacha que lleva la fiesta brava en la sangre, pues es hija de un afamado torero que falleció trágicamente en el ruedo (Daniel Giménez Cacho, impecable), mientras la malévola madrastra, Encarna, es interpretada con calculada exaltación por Maribel Verdú. La muchacha, que se salva de ser asesinada por el chófer/amante de la madrastra, es recogida por seis -no siete- enanitos toreros, quienes la adoptarán y la harán una de los suyos. 
Berger muestra ser dueño de innumerables recursos cinematográficos: los enlaces y transiciones son muy elegantes, la secuencia de la entrada al ruedo de Carmencita/Blancanieves con su avalancha de flashbacks es muy emotiva, y no faltan los guiños humorísticos que, además, son muy efectivos: las inclinaciones sadomasocas de Encarna, la sorpresa de ella al saber que ha sido desplazada en una revista del corazón, el papel que juega un gallo salido de alguna comedia slapstick americana. 
Entre las varias películas (¿ya de plano un ciclo?) que se han apropiado de las claves del cine silente en los últimos años (desde la osceareada El Artista/Hazanivicius/2011 hasta Tabú/Gomes/2012, pasando por la obra de Guy Maddin o, incluso, ciertas escenas iniciales de la nacional El Fantástico Mundo de Juan Orol/del Amo/2012), Blancanieves es la más cercana -¿y la mejor?- a la gramática del cine de los años 20 que quiere homenajear. 
Como bien ha señalado Kristin Thompson, Berger usa de manera magistral muchos de los motivos visuales del que ella ha bautizado como el Estilo Internacional Fílmico, que se consolidó a fines de los años 20, poco antes de la llegada del cine sonoro. Así, la película de Berger usa elementos del impresionismo francés, del expresionismo alemán y del estilo de montaje soviético, tal como solían hacer muchos de los mejores cineastas en los dos lados del Atlántico a fines de los 20, inicios de los 30. Podríamos afirmar, de hecho, que Blancanieves -acaso sin ese final calculadora y cruelmente anticlimático- podría haberse estrenado en Hollywood o en Europa en 1928 y haber competido, sin pena alguna, con las mejores películas de esa época. Y, por ende, de esta época. 

Comentarios

marichuy dijo…

Creo que tendré que reconsiderar mis prejuicios. La verdad es que salvo su impecable factura que deja ver el tráiler, la película no se me antojaba nada. Tal vez porque si de suyo la fiesta brava nunca me ha atraído, los enanitos toreros de plano me provocan una fiaca infinita.

En fin, ya veré si me animo a verla, creo que no falta mucho para su estreno comercial y soy fan de Giménez Cacho.

Saludos
De hecho, se estrenó hoy, Marichuy.
Normalmente concuerdo con lo expuesto en este blog, pero ahora sí estoy completamente en desacuerdo, aquí dejo mis argumentos:

http://pelidelasemana.blogspot.mx/2013/02/blancanieves-2012.html

Saludos.
Pedro dijo…
El final, sí, aunque anticlimatico, me pareció genial, doloroso, pero genial, e inesperado. Se me hace bien interesante la libertad que se tomó para modificar la historia para bien.

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