El conjuro 2: el caso Enfield
No
me había dado cuenta hasta que, al empezar a escribir estas líneas, revisé la
ficha técnica de El conjuro 2: el caso
Enfield (The Conjuring 2, EU, 2016). Mi sorpresa fue que la secuela de la
exitosísima cinta de horror del 2013 dirigida por el disparejo especialista
James Wan (Saw: Juego macabro/2004, El títere/2007, La noche del demonio/2010 y su respectiva secuela/2013) se extiende
más allá de las dos horas de duración: 133 minutos, para ser exactos. Y, la
verdad, no sentí el tiempo pasar.
Habla bien de Wan y de todo su
equipo –especialmente de su dinámico cinefótografo Don Burguess y del extendido
y talentoso reparto- que la película funcione tan bien, por más que muchas de
las virtudes de El conjuro original
han desaparecido. Si la cinta del 2013 era un regreso al cine de espantos a la
antigüita –un triunfo de la atmósfera, de las caracterizaciones creíbles y,
sobre todo, del horror sostenido en un buen manejo de la iluminación y en un eficaz
diseño sonoro-, en la secuela toda sutileza se ha tirado por la borda. El conjuro 2 es una desbordada película
de horror, tan repleta de sustos que llega el momento que algunos de ellos no
funcionan –aunque sí entretienen.
Poco después de investigar el famoso
caso de El horror de Amytiville
(Rosenberg, 1979), el matrimonio formado por los valientes e incansables
demonólogos Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) viajan a
Inglaterra a fines de los 70, con la intención de corroborar si cierto caso de
posesión satánica es cierta o nomás pura faramalla creada por una niña muy
imaginativa.
Desde el inicio del filme, nosotros
como espectadores sabemos que la familia Hodgson –la mamá divorciada Peggy
(Frances O’Connor, cual hermana gemela de la Barbara Hershey de El Ente/1982) y sus cuatro hijos,
especialmente la niña Janet (Madison Wolfe)- dice la verdad. En su destartalada
casa ubicada en un barrio pobretón de Enfield, Inglaterra, empiezan a suceder
cosas inexplicables: Janet ve el fantasma de un anciano malhumorado que le dice
que esta es su casa, su hermanito tartamudo Billy (Benjamin Haigh) ve cómo los
juguetes empiezan a moverse por sí mismos, Peggy presencia como los muebles se
mueven a voluntad y hasta un par de policías salen despavoridos cuando ven que
una silla va de un lado para el otro sin que nadie la manipule… Entran a escena
los infaltables tabloides británicos, el “poltergeist” de Enfield se vuelve
famoso en todo el país y aquí es cuando aparecen los Warren para salvar el día.
El
conjuro 2 es compulsivamente visible porque Wan ha sido capaz de mezclar
con eficacia varios elementos, a saber, un espléndido diseño de producción al
que no se le escapa ningún detalle de época –ese poster de David Soul, por
ejemplo- ni la reproducción de las dificultades económicas de una familia en
crisis; una cuidadosa dirección de actores que logra transmitir lo mismo un
genuino rapport matrimonial entre
Wilson y Farmiga, que la alienación que siente la poseída Janet de Miss Wolfe o
las razones personales que llevan a cierto parapsicólogo (Simon McBurney) a
investigar el caso Hodgson; y, last but
not least, la indudable capacidad de los realizadores para asustarnos y
emocionarnos una y otra vez, hasta llegar a ese melodramático y desbordado
desenlace que no es digno de la elegancia ni del clasicismo de la primera
película pero que, de todas formas, resulta culposamente entretenido
Comentarios
También la vi. Es muy buena tu descripción: desbordada pero compulsivamente visible.
El manejo de la camara con sus constantes planos secuencia -que no son muy largos pero si se notan- es muy bueno. El rapport entre farmiga y Wilson tambien es notable y la cinta tiene un gran momento, que es el de cuando Farmiga se queda atrapada con la pintura. Ay nanita.
2046
También coincido con algunos puntos, los cuales expuse en mi crítica.
Me habría gustado que te explayaras más.
P.D. Espero ansioso El conjuro 3.
¡Saludos!
Champy: Sí, hombre. Pero es mucho mejor la uno. Vela en la oscuridad.