Ambulante 2013/II



Kwon y Oh son dos hombres de mediana edad. Serios, bien vestidos, articulados. Si no pusiéramos atención a lo que dicen, podrían pertenecer a cualquier gremio burocrático: ejecutivos de alguna empresa, banqueros destacados, funcionarios del gobierno. En realidad, Kwon fue el comandante del Campo de Prisioneros número 22 en Corea del Norte y Yang-nam Oh fue miembro de la policía secreta en ese mismo país. Lo dos tipos, que hablan tranquilamente, sin prisas pero tampoco sin titubeos, son el contrapunto perfecto para el extenso y horrendo testimonio de nuestro protagonista, el joven Dong-hyuk Shin, quien no fue enviado a ningún campo de prisioneros porque nació en uno. En concreto, en el Campo 14 - Zona de Control Total (Camp 14: Total Control Zone, Alemania-Corea del Sur, 2012), opera prima fílmica del documentalista televiso alemán Marc Wiese.
Sin voz narrativa en off -no hay necesidad: el exprisionero fugado Shin, el excomandante Kwon y el excuico de la secreta Oh hablan hasta por los codos-, con la animación estilizada en blanco, negro y colores deslavados de Ali Soozandeh -que ilustra los recuerdos tremebundos de Shin sobre la vida y la muerte en el Campo 14 del título- y con algunos vídeos que fueron sacados de contrabando de Corea del Norte -algunos de ellos tomados por el propio excomandante desertor Kwon-, Campo 14... se erige como una impresionante crónica de la deshumanización a la que puede llegar cualquier individuo al (sobre)vivir en un régimen totalitario como el norcoreano que, incluso en este momento, tiene a 200 mil personas prisioneras en varios campos de concentración.
El documental de Wiese da en el horrendo clavo no por la descripción de las torturas (a las que nuestro hipócrita vecino del norte ha sido tan asiduo en los últimos años), ni por la ilustración de las ejecuciones públicas (que, después de todo, son idénticas a otros terribles casos en la historia reciente de la humanidad), ni por los testimonios sobre el hambre que provocaban que los prisioneros se comieran ratas asadas con todo y sus "huesos blanditos" (el cine del Holocausto nos ha acostumbrado a este tipo de imágenes)... Ni siquiera por la explicación de cómo se puede terminar en alguno de estos campos de concentración para prisioneros políticos (ejemplos: por no tenerle el suficiente respeto al amado Jong-Il Kim, por hacer un cigarrillo con el papel periódico en donde aparece la foto del Líder Supremo), pues las atrocidades del stalinismo -o de la Revolución Cultural maoísta- ya nos curaron de espanto.
El documental de Wiese da en el horrendo clavo, decía, porque nos muestra las insalvables cicatrices psicológicas/existenciales que carga -¿y cargará para siempre?- el joven fugado Shin, quien no puede encontrar su lugar en el mundo libre -vive en un departamento en Seúl, viaja a Europa y a Estados Unidos a dar conferencias sobre derechos humanos- después de haber huido del Campo 14 de Kaechon el 2 de enero de 2005, a los 23 años de edad. Shin debería disfrutar de su libertad, pero no puede hacerlo: hasta hace poco tiempo no conocía otro universo más que el campo de prisioneros -nacido en el Campo 14, su mamá prisionera fue el regalo que recibió su papá prisionero por tener buen comportamiento; su primer recuerdo infantil es una ejecución que presenció a los cuatro años- y, por lo mismo, ese mundo al que salió le resulta inexplicable. 
Líneas arriba apunté que Shin, Kwon y Ho -quienes, por cierto, son entrevistados cada uno por su lado- hablan hasta por lo codos. Matizo: en el caso de Shin, el exprisionero hace pausas en algún momento, pide que lo dejen descansar en una ocasión, no puede continuar en otra... Es obvio que le duele recordar su vida en el Campo 14 pero pronto nos damos cuenta que, aunque parezca mentira, también extraña esa misma vida como prisionero: su "inocencia de corazón", nos confiesa. La simplicidad de una vida concentrada en la sobrevivencia -"nadie quiere morir en un campo de prisioneros", dice sabiamente el excomandante Kwon-, frente a un rampante índice de suicidios en un país libre como Corea del Sur. La necesidad del dinero y de su consumo -algo tan extraño para él, que no sabía de su existencia hasta que huyó del Campo 14- frente a su sueño de regresar a donde nació para encontrar a su papá -ahora que entiende el concepto de familia- y vivir de la manera más sencilla posible. Vivir. Así nomás. Vivir. 

Comentarios

Joel Meza dijo…
Aijoesuchingada. 'tá grueso.
Christian dijo…
Estos jijos de la guayaba programaron esta película solo dos días y en horarios para ninis...

damn!

Ni modo, tendré que recurrir al festival más bonito de todos: el del torrento.

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