FICUNAM 2013/I



Hoy inicia el FICUNAM 2013 con Estudiante (Student, Kazajistán, 2012), sexto largometraje del cineasta kazajo desconocido en México Darezhan Omirbayev. Que se haya elegido esta cinta en particular para iniciar un festival del cine como el FICUNAM define mejor que nada la vocación del descendiente intelectual del extrañado y desaparecido FICCO.
La cinta, nos lo informan los créditos iniciales, está basado en la novela decimonónica Crimen y Castigo de Dostoyevski, aunque habría que agregar a la fórmula la inspiración del Bresson de Pickpocket (1959) en el desenlace -citado hasta en el encuadre, de hecho- y hasta del mismísimo Hitchcock, pues como bien apunta en su nota escrita para por el cinecrítico y programador Roger Koza para la página del FICUNAM, el personaje central del filme -el estudiante sin nombre del título- comete un crimen siguiendo los preceptos intelectuales de los protagonistas de La Soga (Hitchcock, 1948).
El silencioso estudiante ¿de filosofía? (Nurlan Bajtasov) es testigo en el prólogo de la golpiza que el guarura de un banquero le propina a un pobre diablo por el delito de haber molestado a la mujer-trofeo del ricachón. Esta escena inicial marca el sentido del filme: El Kazajistán que vemos es un frío y cruel escenario de supervivencia darwinista/capitalista: los ricos abusan -mandan madrear a alguien, matan a un pobre burro a golpes, le compran un carro de lujo a la hija que está en la prepa, atraviesan las calles en sus lujosos autos a toda velocidad- y los pobres -cierto poeta alcohólico (Edige Bolysbaev) que mendiga atención, el mismo estudiante que apenas tiene para comer- resisten, reniegan, sobreviven.
Para cualquiera que haya leído el texto de Dostoyevski -o haya visto alguna de las innumerables versiones fílmicas- el desarrollo de la película no será ninguna sorpresa. Si acaso se extraña la presencia del Inspector que funge como sombra/conciencia del estudiante asesino, pero todos los demás elementos están ahí, incluyendo el desenlace que promete ser apenas el preámbulo de una nueva historia de amor, redención y esperanza, como el final bressoniano ya mencionado arriba.
Omirbayev construye una contradictoria puesta de imágenes que resulta, alternativamente, elíptica -toda acción violenta sucede fuera de cuadro- y demasiado facilona -las imágenes televisivas de la vida salvaje que ilustran el descarnado capitalismo post-soviético salen sobrando-. Sin embargo, con todo y esos segmentos televisivos demasiado obvios -¡esos leones atacando una jirafa!-, Omirbayev termina entregando una meritoria adaptación del clásico de Dostoyevski, al mismo tiempo que nos descubre escenarios exóticos -el Kazajistán contemporáneo- que, al mismo tiempo, se parecen tanto a los que nos rodean. 

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