Grandes Maestros del Cine Japonés/IX


Cuando Kon Ichikawa dirigió El Arpa Birmana (Biruma no tategoto, Japón, 1956), el cineasta recientemente fallecido ya tenía una larga carrera industrial, básicamente en la hechura de comedias más o menos ligeras, más o menos críticas, ubicadas en el difícil Japón de la postguerra. El Arpa Birmana, su trigésimo segundo filme de un total de más de ochenta, sería una de sus primera cintas "serias" y la obra con la que sería "descubierto" en Occidente, pues con ella ganaría un par de premios en Venecia 1956 y sería nominado al Oscar 1957 en la categoría de Mejor Película en Idioma Extranjero. Ese sería el inicio de un extenso reconocimiento nacional e internacional, pues no sólo subiría al podium de ganadores en Occidente (un par de veces en Cannes, incluso), sino que la exigente revista nipona Kinema Jumpo nombraría Mejor Película a dos cintas suyas: Ototo (1960) y Watashi wa nisai (1962).
El Arpa Birmana es un bienintencionado filme antibélico ubicado en Birmania, al fin de la Segunda Guerra Mundial. El sensato capitán Inouye (Rentaro Mikune) dirige una pequeña unidad de una veintena de exhaustos soldados que se encuentra, aún combatiendo, en lo más profundo de las selvas birmanas. Inouye, un hombre sensible y de profunda educación musical, le ha enseñado a cantar a todos sus hombres y a uno de ellos, el alegre sargento Mizushima (Shoji Yasui), a tocar con virtuosismo el arpa birmana del título. Cuando la guerra finaliza, el pelotón de Inouye es recluído en un campo de prisioneros dirigido por los británicos, mientras Mizushima es enviado a una difícil misión: convencer a un grupo de fanáticos militaristas nipones que, resguardados en una agreste montaña, se niegan a rendirse. Los soldados son exterminados y Mizushima, dado por muerto, es rescatado por un monje budista. Cuando se recupera de sus heridas, el sargento le roba sus pobres ropas al monje, se rasura la cabeza y se hace pasar como sacerdote para llegar hasta donde están sus compañeros prisioneros. Sin embargo, en el camino, Mizushima comprobará que, por lo menos en su caso, el hábito sí hace al monje. Cuando llegue al lado de sus compañeros habrá cambiado tanto que es otra persona, por más que toque con el mismo virtuosismo de siempre su inseparable arpa birmana.
La película, escrita por la esposa de Ichikawa, Natto Wada, sobre una novela de Michio Takeyama, tiene una estructura narrativa interesante: seguimos paralelamente los destinos del batallón del capitán Inouye y las acciones de Mizushima hasta que él se encuentra de nuevo, ya convertido en monje, con sus antiguos compañeros. A partir de ese momento, la cinta entra en un largo paréntesis en el que se nos muestra de qué forma Mizushima se ha transformado en ese monje silencioso a través de la narración testimonial en off de, aparentemente, el propio capitán Inouye. En el desenlace, descubriremos que el narrador en off no ha sido Inouye, sino un oscuro soldado al que no habíamos siquiera tomado en cuenta: uno de tantos que no estaba muy interesado en el misterioso destino de Mizushima pero que, al final, terminará conmovido por su decisión ética, humana, religiosa. Como nosotros mismos.
Sin embargo, con todo y el loable discurso pacifista, con todo y esa extraordinaria secuencia inicial en la que los soldados nipones, cantando, son rodeados por un batallón inglés que también les responde entonando su versión de "There is no place like home", con todo y una impecable narrativa clásica, fluida, El Arpa Birmana se queda muy corta si se le compara con otros filmes antibélicos de la época, anteriores o posteriores. Tal vez esto se deba a que a la película de Ichikawa le sobra la buena voluntad y le falta indignación: casi todo los grandes filmes antibélicos/antiépicos de la historia (pienso a bote pronto en Vámonos con Pancho Villa/De Fuentes/1935, Patrulla Inferna/Kubrick/1957, o en La Condición Humana II/Kobayashi/1959) siempre tiemblan de rabia ante los horrores y deshumanización de la guerra. Ichikawa no: tiene una mirada demasiado compasiva que desentona con lo que sabemos que hizo el ejército japonés en ese tiempo y en otros más. Y si no, que le pregunten a Kobayashi.
PS. El propio Ichikawa hizo un remake de esta cinta en 1985. Esta segunda versión no la he visto.




Comentarios

Joel Meza dijo…
Uh, pos con más razón ya es hora que veas La Tumba de las Luciérnagas.
Unknown dijo…
Exhibida en Cineteca Nacional, según rezaba en lel cintillo electrónico de la taquilla como El ARMA Birmana. Por aquello de que el arpa es un arma cargada de tontería.
off topic,

Uff, tu lista de las 100 fuera del canon tiene 3 favoritas: Mulholland Drive, The Killing y Stalag 17.

Nada más un detalle. Creo que In the Mood for Love no está tan fuera del canon, pero lo veremos en 1 año cuando empiecen los conteos de lo mejor de la década.

:)
Sí, tienes razón, Paxton. Como dije en la nota, se trata también, en el caso de algunos títulos (los dos de Wong, los dos de Akin, los dos de los Coen) de apuestas personales: supongo que alguna de esas películas irán apareciendo en las listas canónicas de la década o en la próxima del Sight and Sound, en el 2012.

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