Grandes Maestros del Cine Japonés/VII


La primera película que vi de Takashi Miike fue la que, por lo menos desde mi perspectiva muy parcial -por ser mía y por ser fatalmente incompleta-, sigue siendo su obra más sólida: Audición (1999). Después de haber revisado esa perturbadora pesadilla masculina a la japonesa (una especie de melodrama de Ozu hecho por el más sádico Hitchcock), he visto varias películas de Miike, algunas notables, otras no tanto. En esta segunda categoría se encuentra Vivo o Muerto (Hanzaisha, Japón, 1999), la cinta realizada inmediatamente después de Audición.
Se trata de un yakuza-film que inicia de forma tan energética que nunca logra recuparse de ese extraordinario prólogo. En cinco minutos, en una apabullante secuencia en narración paralela, vemos cómo tres miembros de la mafia japonesa son ejecutados por una banda de inmigrantes chinos en Japón liderada por el silencioso Ryuichi (Riki Takeuchi): a uno lo matan atrancándose de amarillentos fideos, a otro lo asesinan después de haberse metido una línea de varios metros de cocaína y a otro más le clavan un puñal (no-pun-intended) mientras penetra a un jovencito en un baño público. Este saqueo/homenaje coppoliano se repetirá hacia el desenlace, cuando, previsiblemente, un auto estalle en mil pedazos y asesine a las personas equivocadas, lo que llevará a un acto final que empieza citando a Sergio Leone pero que temina en el delirio, destruyendo toda credibilidad dramática -y a todo Japón, de paso (y no es metáfora).
El rebelde mafioso de origen chino Ryuichi tendrá como su Némesis al concentrado cuico Jojima (Shô Aikawa) que, para variar, está distanciado de su mujer y tiene una hija adolescente muy grave y necesitada de una operación de 200 mil dólares ("¡Toritaaaaaaaa!"). Por su parte, Ryuichi tiene sus propios y muy melodramáticos problemas: su hermano menor Toji (Michisuke Kashiwaya), a quien Ryuichi le pagó su educación en Estados Unidos con el sucio dinero de las drogas y los crímenes, no quiere saber más de su gangsteril hermano mayor.
Como se podrá notar, el guión de Ichiro Ryu no ofrece novedad alguna. Es la realización de Miike la que atrapa en esos inigualables cinco minutos iniciales y en el resto de la cinta, que se mueve entre brutales escenas shocking (porno zoofílica sugerida, un asesinato bañado en mierda) y una puesta en imágenes que, más allá de los excesos del inicio y del final, no renuncia a la conocida contención japonesa de los viejos maestros: abundancia del plano general y de las tomas de de conjunto, uso moderado del primer plano, manejo de la acción en off, escasos movimientos de cámara en interiores... Aun en este tipo de cintas, la estética fílmica japonesa no deja de imponerse.

Vivo o Muerto se ha exhibido hoy en la Cineteca Nacional, en el ciclo de Grandes Maestros del Cine Japonés. Mañana, se exhibirá Rashomon, acaso la obra maestra de Akira Kurosawa.

Comentarios

Joel Meza dijo…
Mary Poppins vs. La Señorita Cometa.
Cheers!
Anónimo dijo…
Cuando tengas tiempo Ernesto, hechate la de Dead or Alive 2; es de mis favoritas si no es que mi favorita del maecstro Miike
Gracias, kolinazo. En efecto, no he visto las secuelas de esta cinta. A ver cuando les hinco el diente.

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